Considerada por la prestigiosa institución académica de Boston como la práctica china “perfecta para hacer por el resto de la vida”, aporta resistencia, concentración y ayuda a reducir la depresión, la ansiedad y el estrés
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Tenía 28 años cuando después de lesionarse en un partido de fútbol con amigos se propuso encontrar una disciplina que le permitiera entrenar sin riesgos. Previamente, había hecho durante muchos años trabajo muscular en gimnasios y running. Pero no se sentía pleno y se lastimaba constantemente, hasta que un amigo le sugirió probar chi kung y taichí y así fue como se acercó a una escuela, hace 13 años y desde ese día nunca más dejó. “Hallé una forma de entrenar mi cuerpo y, al mismo tiempo, trabajar con mi mente y la energía ¡todo en uno! Me pareció –y me sigue pareciendo– una disciplina única en ese aspecto. Es justamente por eso que se la considera universalmente como un arte interno”, relata Mauro “Zuxael” Candelaresi, profesor de taichí en la escuela Conciencia Bambú, del partido de General San Martín, en provincia de Buenos Aires.
Los que practican esta actividad la califican como una “meditación en movimiento”. Los médicos, en cambio, hablan de “medicación en movimiento”, porque combina un entrenamiento de bajo impacto, resistencia, concentración y control mental. Una prueba de estos alegatos es que la disciplina fue reconocida recientemente por la Universidad de Harvard como “la actividad perfecta para hacer por el resto de la vida”, independientemente de si se está en buena condición física, se goza de un estado óptimo de salud o si se tiene una edad avanzada.
Además, en 2021 en el Congreso de la Asociación de Enfermería Cardiovascular y Profesiones Afines de Europa (Acnap) se sugirió que el taichí tiene el potencial de reducir la depresión, la ansiedad y el estrés, entre otros beneficios de su práctica. Otra importante condecoración que recibió fue en 2021, cuando la Unesco la añadió en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad dado su impacto social y cultural a lo largo de la historia.
El taichí es un ejercicio suave y relajado, también considerado un arte marcial cuya creación despierta varios interrogantes. Candelaresi explica que existen diversas versiones sobre quién originó la disciplina ya que, debido a la influencia del taoísmo, el confucianismo y las teorías de la medicina tradicional china, esta práctica se ha escindido en diferentes escuelas o estilos que han adoptado los nombres de diversos clanes o de maestros experimentados. No obstante, popularmente predomina el estilo que tiene como creador a Chen Wang-Ting (1600-1680), jefe de las tropas civiles defensoras del condado chino de Wen y quien, con sus conocimientos en artes marciales, chi kung, meditación y filosofía taoísta, habría desarrollado este sistema marcial que hoy se conoce bajo el nombre de taichí chuan estilo Chen, que es furor en el mundo.
Pasó de ser exclusivamente un arte marcial en la antigua China a tomarse como una alternativa para entrenar y conectarse con el cuerpo y la mente en tiempos modernos. El taichí está conformado por movimientos realizados de forma lenta y concentrada, que van acompañados de ejercicios de respiración profunda. La clave es que cada postura fluya hacia la siguiente sin hacer pausas, de esa manera, el cuerpo está en constante movimiento.
Leandro Rearte, profesor y fundador de la escuela Tai Chi Tandil, señala que la disciplina se centra en gran parte en el principio del yin y el yang, la armonía que resulta de la interacción de dos energías, cuyas existencias dependen la una de la otra. “Precisamente, el término chuan que acompaña al taichí hace referencia a la mano o puño de la persona. Lo que caracteriza a la disciplina es el movimiento de la energía del yin y el yang a través de las palmas o las manos para trabajar todas las articulaciones del cuerpo en forma espiralada”, añade el experto.
La diferencia con los deportes es que el taichí tiene como objetivo trabajar las “tres armonías”: cuerpo, respiración y mente. “Se sustenta en una visión distinta del hombre ya que las disciplinas orientales suelen tener como propósito que el ser se desarrolle en todos sus planos, es decir, tanto físico como espiritual”, sostiene Rearte.
Fenómeno de expansión mundial
El taichí fue perdiendo reconocimiento en los primeros años del 1900, pero con la reforma cultural china que inició en 1966 con Mao Zedong como líder, dio un giro de 180°. Para ese entonces, el primer presidente de la República Popular China buscó rescatar a disciplinas centrales de la historia cultural del país como el taichí y el chi kung para que no fueran olvidadas y el pueblo se beneficiara con su práctica.
“De esta manera se realizó la estandarización de sistemas de chi kung y taichí. Los métodos antiguos que resultaban demasiado complejos de aprender, tenían nuevas modalidades más simplistas que le dieron un nuevo impulso en China y, en las décadas posteriores, habilitó su expansión a nivel mundial”, relata el profesor Mauro Candelaresi. En la Argentina recién a partir del 2000 comenzó a ganar terreno esta actividad y con el paso de las décadas aumentó la cantidad de practicantes y escuelas que hay en el país.
Para delimitar correctamente la diferencia entre los estilos tradicionales y contemporáneos del taichí, Candelaresi explica que los primeros son en esencia un arte marcial; mientras que el estilo moderno creado por la Revolución Cultural China añade las concepciones deportivas y terapéuticas a la disciplina.
“El estilo contemporáneo o simplificado es el más popular y ampliamente practicado en el mundo, en comparación a los más tradicionales. Fue Li DeYin, sobrino del creador de las primeras formas estandarizadas que difundió masivamente el estilo moderno y creó nuevas formas simplificadas (forma de 8 movimientos, 16 movimientos, 32, 42 y 88)”, añade Candelaresi.
Desarrollar la paciencia
El profesor Leandro Rearte enfatiza que para los principiantes, lo más importante a desarrollar es la paciencia. “Después uno va logrando un montón de cosas, pero al comienzo hay que dejarse guiar por el profesor e intentar soltar la mente y la ansiedad por hacer los movimientos bien”, dice.
En una clase se pueden hacer ejercicios para el equilibrio y para mejorar la relajación hasta las formas o rutinas que son secuencias de movimientos fluidas y continuas.
Ambos especialistas coinciden en que la mejor manera de aprender es fluyendo con el movimiento que indica el instructor y que el resto de los alumnos imita. Según Rearte, la esencia del taichí es girar sobre uno mismo para encontrar el eje y las sensaciones a través de las cuáles se mueve la energía. “Se empiezan a hacer movimientos de codos, muñecas, rodillas y tobillos de forma circular, buscando el equilibrio entre el yin y el yang, es decir, entre lo pesado y lo liviano”, dice. Sucesivamente, explica que en el estado yang se inhala y se carga de energía para hacer algún movimiento de rotación o desplazamiento con las extremidades. De modo opuesto, en la parte yin se manifiesta la técnica de bloquear o golpear y exhalar al mismo tiempo; según expone, esta es la acción final que se hace con fuerza para comprimir la energía que hay dentro de la persona y luego descargarla.
“Cuando uno inhala profundamente se abre la porosidad de los huesos y, como el cuerpo está relajado, se carga de energía. Luego al exhalar se cierran los poros y esa energía que entró queda encapsulada dentro del cuerpo y mientras circula aumenta el flujo energético del organismo”, cuenta Rearte.
Considerado también como un “arte energético” en el que uno se autodescubre todo el tiempo, el taichí tiene la virtud de que puede ser practicado por personas de todas las edades. “No hay límite de edad. Aunque siempre lo recomendable es ser guiado por alguien que conozca las técnicas y esté capacitado para llevar a las personas por el camino de la conjunción cuerpo-mente-alma”, aconseja Santiago Kweitel (M.N. 93789), médico pediatra, deportólogo y director de la Diplomatura en Medicina Deportiva Pediátrica de la Universidad Favaloro.
“El taichí es un camino para toda la vida, tiene inicio, pero no final”, concluye en alusión a su historia personal el profesor Mauro Candelaresi.
"La esencia del taichí es girar sobre uno mismo para encontrar el eje y las sensaciones a través de las cuáles se mueve la energía"
-Leandro Rearte, profesor y fundador de la escuela Tai Chi Tandil
Más fuerza y memoria, entre otros beneficios
Dado que se apoda al taichí como una “medicación en movimiento”, cada vez es más grande el cuerpo de evidencia científica que demuestra que esta disciplina cuenta con amplios beneficios para la salud, tanto en el plano físico como en el mental. Además, puede ser practicada durante toda la vida, sin límite de edad, por ser una actividad de bajo impacto.
Mejora el equilibrio y la flexibilidad
“Se sabe con seguridad que las mejoras en los músculos están vinculadas con el tono postural”, desarrolla Santiago Kweitel, médico deportólogo. En concordancia, el profesor Mauro Candelaresi señala que en varias investigaciones se ha comprobado que mejora la estabilidad en adultos mayores y reduce el riesgo de caídas. “Los movimientos lentos ayudan a mejorar la fuerza muscular como lo haría un entrenamiento con pesas”, explica.
Alivia los dolores provocados por la artritis
El taichí está recomendado por el Colegio Americano de Reumatología para hacerle frente a la osteoartritis de rodilla y cadera. En añadidura, Kweitel señala que como resultado de su práctica mejora la movilidad articular en personas con hinchazón, inflamación y sensibilidad en una o más de las articulaciones. “Además, alivia el dolor en personas que sufren artritis y fibromialgia”, enfatiza Candelaresi.
Disminuye la ansiedad y es bueno para el ánimo
Javier Rodríguez Arias (M.N. 90601), médico psiquiatra del Hospital Universitario Austral hace énfasis en que diferentes estudios demuestran que esta disciplina es útil para la salud física y mental. “Se asocia a la práctica del taichí con una disminución de la ansiedad y una mejora del estado de ánimo en personas con depresión”, informa. La práctica de disciplinas relacionadas con la meditación en movimiento permiten dominar las emociones.
Aliado del aprendizaje y la eficiencia cerebral
“Perfecciona la calidad del sueño y favorece el aprendizaje, la memoria y otras funciones mentales gracias a su entrenamiento de ejercicios neuróbicos –fomentan el uso de ambos hemisferios cerebrales– que son propios de la gimnasia cerebral”, señala Candelaresi. Rodríguez Arias agrega que, al reducir significativamente el estrés, permite una mejora de los procesos cognitivos como la atención y la neuroplasticidad.
Sitúa en el momento presente
Implica concentración para realizar los movimientos, por lo que lleva a una especie de estado meditativo. “No solo hay que concentrarse en el movimiento coordinado sino también en las técnicas de respiración que exige la práctica. Esto nos lleva a poner el foco en cómo estamos, cómo nos relacionamos con el entorno y a limpiar la mente de los pensamientos que nos desbordan o inquietan”, asegura Kweitel.
Colabora con el sentido de comunidad y aumenta la sociabilidad
Al practicarse en clases grupales, implica interacción y comunión con los otros. “Como el alumno imita lo que hacen los demás, se genera un sentido de compañerismo y respeto”, destaca Rearte. Hernán Haedo, que practica taichí desde hace más de diez años, añade: “A medida que lo hacés te das cuenta de los vínculos que lográs, cómo percibís a los otros, a tu propio cuerpo y sus reacciones”.
Depura energéticamente los órganos
Siguiendo la visión holística de la medicina china, los movimientos del taichí mejoran la circulación de energía en los órganos vitales y los limpian de las toxinas que el cuerpo no puede desprenderse por cuenta propia. “Los que dan sus primeros pasos en la práctica enseguida empiezan a tener bostezos, lagrimeos y gases involuntarios que indican que los órganos están pudiendo sacar aquello que no podían de otra forma”, asegura Rearte.
Chi kung, un flujo de energía vital
Esta disciplina, catalogada como una gimnasia terapéutica, se basa en respiraciones profundas. El chi kung, también llamado qi gong, hace referencia a un conjunto de ejercicios físicos y respiratorios para mantener la salud. “De origen milenario, se lo considera como medicina preventiva y lo ideal es practicarlo cuando se está sano para evitar enfermar. Aunque, de estar enfermo, ayudará a mejorar la condición y calidad de vida”, dice Mauro Candelaresi, instructor de chi kung.
Esta variedad de técnicas habitualmente relacionadas con la medicina tradicional china se encuentra estrechamente vinculada a la práctica del taichí. “No es un arte marcial, es una gimnasia terapéutica oriental que, a diferencia del taichí, no contempla la existencia de un oponente imaginario en cada movimiento”, explica Leandro Rearte, que además de ser profesor de taichí está certificado en chi kung.
Según detalla, la diferencia esencial radica en que el taichí se desarrolla de adentro hacia afuera y el chi kung solamente hacia adentro. “Busca desarrollar las raíces, por eso, muchos profesores indican hacer ejercicios de chi kung antes de empezar una clase de taichí. El objetivo es que la persona se enraíce consigo mismo”, señala.
El Instituto Internacional de Qi Gong informa que esta práctica se basa en el movimiento lento del cuerpo, coordinado con la respiración y la concentración cuyo objetivo es nutrir, circular el “Qi” –vocablo entendido en chino como “flujo de energía vital”– y alcanzar la buena salud.
Se cree que la evidencia documental más antigua que hay sobre chi kung está inscrita en doce piezas de jade fechadas en el siglo VI a.C. que aconsejan “recoger el aliento y hacerlo descender por el cuerpo hasta el bajo abdomen”. Asimismo, el escrito más antiguo de la medicina china, El Clásico de la Medicina Interna del Emperador Amarillo, recomienda en sus páginas esta técnica para curar fiebre, escalofríos y otras enfermedades.
Respecto de lo beneficioso que puede llegar a ser su implementación, la Asociación Cultural Chino Argentina evidencia la existencia de diversos fundamentos científicos y múltiples investigaciones que han demostrado que el qi gong tiene un efecto positivo en varias áreas de la salud: mejora el sistema circulatorio y la respiración al aumentar el volumen de ventilación pulmonar y alveolar; colabora con la función gastrocólica; regula y mejora las funciones endocrinas de las glándulas hipofisiaria, tiroides, ovarios, testículos y suprarrenales; también contribuye al sistema locomotor dado que fortalece huesos y aumenta la elasticidad de músculos y tendones.
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