¿Se pueden comer 7 porciones de pizza a la carrera?
No es la primera vez que "corro" la Muza5k. Y, sin embargo, cada vez que me anoto en una nueva edición de "la única maratón de comedores de pizza del mundo" recibo dos preguntas. "¿Hay que correr?" es la primera, también la más inocente, como si fuese materialmente posible hacer al trote la digestión de ejemplares a veces pornográficos de una de las comidas preferidas de los argentinos . "No, no se corre", respondo y explico que la meta se alcanza comiendo 7 porciones de pizza de muzzarella en siete pizzerías de la Avenida Corrientes para finalmente votar y definir cuál es la mejor. La segunda pregunta, entonces, no se deja esperar: "¿y te comés las siete porciones?".
"De eso se trata", respondo. El domingo último fuimos más de 1500 los runners que, embanderados en el lema "La muza nos inspira", hicimos escala en los mostradores de El Imperio de la Pizza, Santa María, Pin-Pun, Kentucky, La Americana, La Génova y Pétalo, en la edición 2018 que, pasadas las 19 horas, coronó como ganador a la Santa María del porteño barrio de Chacarita. Al momento de inscribirse, a ninguno de los más de 1500 participantes le pareció un imposible comerse 7 octavos de una grande de muzzarella de media masa. ¡Todo lo contrario!
"En el tirón de una caminata de 3 horas o 3 horas y media te comés siete porciones. Eso es lo lindo que tiene la maratón, que es mezclar caminata, un ejercicio que está al alcance de cualquiera, y comer pizza", responde Martín Auzmendi, uno de los organizadores de la Muza5k. Federico Cuco, destacado bartender que se enorgullece de haber corrido todas las ediciones de este evento gastronómico/deportivo, responde con un fervoroso "sí, se puede", a la pregunta de si es posible comer las 7 porciones reglamentarias, y agrega: "No me podría comer 7 porciones al hilo con dos birras, pero acá en el Muza5k hay bastantes cuadras entre pizzería y pizzería, y se llega. Te lo digo yo que las corrí todas".
Pero no todos opinan lo mismo. Jorge Guerra es mozo de El Imperio de la Pizza y sostiene que no se puede comer más de tres porciones en un almuerzo, por más largo que sea. Se explaya: "Depende de la contextura de la persona, el hambre o las ganas, es cierto, pero si se trata de personas promedio no hay quien coma más de tres porciones acá, que las porciones son suculentas. ¿Siete porciones? No van a terminar el recorrido".
Crónica de la desmesura
11.30. En el interior de El Imperio de la Pizza, en Chacarita, la cocina arde: es innumerable el número de pizzas en proceso. Todo está listo para que en cuestión de minutos se corte la pizza inaugural y comience la séptima edición de la Muza5k, que largará en paralelo aquí y en el otro extremo de avenida Corrientes, en la pizzería Pétalo, que se encuentra llegando al Bajo. Tengo puesta la remera reglamentaria (negra, con la imagen esquemática de una pizza) y llevo zapatillas de running; me acompaña una de mis hijas, Laura, tan fanática como yo de la pizza, pero con toda la expectativa de correr sus primeros 5k.
Aún así, no todo es alegría. En mis oídos retumba la frase de Jorge: "...no van a terminar el recorrido". No es mi primera maratón de la pizza, pero así como cada año me cuesta más correr una carrera de 21k estándar (sí, de esas que se corren), me pregunto si la demanda de esta Muza5k no me doblegará ahora, a mis 45 años. Pienso posibles estrategias que puedan potenciar mis posibilidades, surge en mi mente un concepto del running tradicional: ¡hidratación! En un extremo de la pizzería, aquel que mira de frente al cementerio de la Chacarita, está Lele Cristóbal, cocinero de Café San Juan y CSJ La Vermutería, invitado por uno de los sponsors del evento para servir vermut.
Mientras me convida uno le pregunto cuál es la bebida adecuada para acompañar la pizza: ¿vermut, vino o cerveza? "La cerveza te hincha y te quedás en la plaza de enfrente", responde, tajante, Lele, y ofrece su fórmula: "70% de vermut, 30% de soda, un hielito, y vas tirando... Si arrancás a las 11 y terminás a las 2 de la tarde te podés tomar hasta 7 vermuts si sos un buen maratonista". Como no dudo ni por un momento de su fanatismo por el vermut, decido recurrir a una segunda opinión y me acerco entonces a Fede Cuco, con la esperanza de que al combinar distintas fuentes de conocimiento -ser bartender y haber corrido todas las Muza5k- me oriente un poco más.
"Para mi depende del humor de cada uno -relativiza Cuco-. La pizza va bien con vino con soda, con un moscato, con un vermut o con birra. Nunca con algo fuerte: jamás comería pizza con whisky, con vino solo o con un cocktail. Yo la mayoría de las veces tomo cerveza". ¿Y el gas no te hincha? "Te puede hinchar, aunque bien fría... Soy bartender pero cuando como pizza soy un pibe de barrio", se excusa.
En fin, lo único que saco en claro es que es cuestión de gustos. Laura me señala entonces la entrada de la pizzería, donde se amontonan los corredores esperando la señal de largada. Aprovecho que ya estamos adentro y pido dos porciones de muzza, y las acerco a la barra donde me espera mi hija con el vermut de Lele, una gaseosa, y una sonrisa grande como media grande de muzzarella. Cuando estoy por dar el primer bocado, la columna de runners irrumpe prolija pero fervorosamente en El Imperio de la Pizza. ¡La carrera ha comenzado!
La primera porción, de masa no tan alta como la recordaba (la última vez que visité el Imperio fue hace unas semanas con Lau, en el marco del "entrenamiento" para la carrera), me deja con hambre de más. Para el camino a la segunda estación del recorrido tomo un segundo vermut de la barra desde donde Lele alienta a la multitud. Le repito la pregunta que me aqueja: ¿se pueden comer 7 porciones al hilo? "¡Claro que se puede!, si 7 porciones es menos que una grande que trae 8", responde haciendo uso de una aritmética incontestable.
Pero la segunda estación llega rápido: la Santa María comparte la misma cuadra que El Imperio, y también mira a la Chacarita. Esta vez es Laura quien busca las porciones de muzza, que no duran ni dos minutos en nuestras manos (además de que tenemos hambre, la pizza está genial). El vermut va de perlas... si existe algo parecido al maridaje en el mundo de la pizza, es este. Ni Laura ni yo acusamos señal de saciedad. Salimos a la calle, donde nos recibe una mínima garúa (o menos que garúa: son tres gotas aisladas que hacen blanco en las remeras negras), y emprendemos proa hacia el bajo. Somos parte de un movimiento integrado por grupos de amigos, parejas, familias y algún solitario fan de la pizza. Nos dejamos llevar.
Walking distance
La caminata facilita la digestión... y estimula el apetito. Son unas 30 cuadras las que separan a la Santa María de Pin-Pun, por eso al llegar no sólo nos reciben los maratonistas de remera blanca que largaron desde La Pétalo, sino también nuestras propias ganas de seguir comiendo. La porción de muzza de Pin-Pun es realmente un himno a la desmesura: no sólo es más grande y más alta que las dos anteriores, sino que chorrea muzzarella y salsa de tomate a mares. A Laura no le gusta el exceso de tomate: prueba un bocado para poder emitir su voto a conciencia y me cede el resto de su porción. Engullo ambas y subo la apuesta: ¿caben ocho porciones en el mediodía de un individuo común y corriente como yo? Voy por el sí.
Me despido de Pin-Pun con un vaso de cerveza rubia. Inmediatamente me doy cuenta de que ha sido un error: el frío de la cerveza primero me reconforta, luego me da sensación de pesadez. Aunque no es para tanto... Tampoco algo que la caminata que tenemos por delante no pueda aliviar. Saludamos a algunos colegas que, sentados en el cordón de la vereda, ajustician sus muzzas, y emprendemos camino hacia uno de los numerosos locales de la cadena Kentucky.
Atravesamos la zona de Abasto, el barrio de Once y seguimos camino al Centro. El día sigue gris, plomizo, y los grupos de remera negra comienzan a espaciarse unos de otros. El eventual cruce con los remera blanca ofrece dos intercambios posibles: un gesto de buena onda (pulgar arriba, guiño, alguna frase de aliento) o la pregunta: ¿cuánto falta para la próxima pizzería? No hay dudas de que comienza a pesar más el cansancio físico que la necesidad de poner fin al almuerzo. La entrada del Teatro General San Martín colmada de corredores sentados comiendo pizza sugiere que llegamos a la siguiente parada.
Mientras voy bocado a bocado cumpliendo con mi cuarta porción reglamentaria (quinta, en mi caso) noto que algunos comensales han comenzado a bajar el ritmo: algunos comparten la porción entre dos, otros ofrecen la suya, apenas mordida, casi intacta, a algún transeúnte que se acerca curioso a preguntar de qué se trata el bullicio. De hecho, Laura come media porción; la otra mitad la dejo pasar pues hasta ahora es, a mi juicio, el punto más bajo del certamen. Levantamos campamento hasta el próximo stop: La Americana, que se encuentra de la mano de enfrente, a una cuadra de distancia.
Allí nos reciben con una sonrisa y la pregunta: "¿pasa algo que vienen pocos de remera negra?". Es evidente que algunos participantes han quedado en el camino o vienen muy despacio; tal es así que el salón está bastante vacío. En cuanto a la muzza local, la masa es maravillosamente esponjosa. La acompaño con una cerveza mientras Laura hace lo suyo con un poco de gaseosa. Ella no se termina la porción; yo sí. Me pregunta si quiero lo que queda de la suya. "No, gracias", respondo. Empiezo a preguntarme si aún tengo hambre, y no encuentro respuesta. O, en todo caso, es la misma respuesta que halló en el kilómetro 15 de una carrera de 21 (de running) a la pregunta ¿estoy cansado?: la carrera no terminó.
Llegar a la meta
Del otro lado del Obelisco está La Génova. Nos reciben los pizzeros cuchillas en mano y la mesada que divide la cocina del salón vacía. Las pizzas están en el horno, hay que esperar. Con Laura recordamos que, durante el entrenamiento para la Muza, que implicó recorrer unas cuantas pizzerías de pizza al corte los meses previos a la carrera, La Génova rankeaba alto. La expectativa es igualmente elevada, y cuando salen las porciones humeantes confirmamos lo buena que es esta pizza. A pesar de ello, Laura no termina su porción. Yo como la mía. He cumplido con las siete porciones, y creo también haber agotado todo lo que de hambre había en mi. Pero hay que llegar a Pétalo, probar su muzza y votar.
Las cuatro cuadras que separan a La Génova de Pétalo transcurren a paso lento. Nos reciben con dos porciones recién salidas del horno, y subimos al salón del primer piso a degustarlas. Mientras espero que el queso baje un poco su temperatura (odio quemarme con muzzarella) contemplo la porción: es grande, sí, pero me parece incluso más grande que las anteriores. Reconozco también que mi ritmo masticatorio no es el mismo que el de hace 3 horas atrás, cuando llegó a mis manos la primera porción del certamen. Laura come media porción, yo cumplo con la mía. Escribimos en los formularios nuestros votos: Laura va por la Santa María, yo por Pin-Pun.
Bajamos a la planta baja, donde se encuentran las urnas, y votamos. Entonces me dejo llevar por la sed y pido un chopp. Sorbo a sorbo doy cuenta de la cerveza, y ahora sí: siento cómo si me hubiese comida una pizza entera de un tirón. Entonces le echo la culpa a las burbujas: ¡esto con un vermut como me recomendó Lele no estaría pasando!
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