Por qué los argentinos ya no podemos comer almejas
Los memoriosos lo recuerdan con melancolía. Durante los días de verano en la Costa Atlántica era frecuente recolectar en familia almejas amarillas de la orilla del mar.
Solían aparecer tras una oleada y sólo había que agarrarlas con la mano antes de que vuelvan a enterrarse. Si no se dejaban ver, bastaba detectar dos agujeritos juntos sobre la arena mojada y excavar unos veinte centímetros para encontrarlas.
El resultado: un balde lleno de almejas para comer frescas con limón, en una salsa, a la provenzal o al escabeche . Desde mediados de los años 90, ese hábito alimentario de los argentinos en vacaciones se terminó.
Sucesivas extinciones masivas que se reportaron a lo largo de toda la costa bonaerense activaron las alertas y desde el Estado provincial se prohibió la recolección de este molusco bivalvo que también está presente en el sur de Brasil y la costa uruguaya.
¿Qué pasó? ¿Por qué, más de veinte años después, los argentinos seguimos sin poder comer almejas?
Un misterio jamás resuelto
Después de décadas investigando a la almeja Amarilladesma mactroides –tal su nombre científico–, especialistas consultados por LA NACION señalaron varios factores como responsables de la mortalidad de la almeja en las playas bonaerenses.
“Desde 1950 se observó una drástica disminución de sus poblaciones asociada a la pesca comercial y artesanal. Por ejemplo, en 1953 se extrajeron 1100 toneladas”, cuenta el biólogo Nicolás Mariano Chiaradia, miembro del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras de Mar del Plata. Más acá en el tiempo “la especie vivió un progresivo fenómeno de mortalidad en masa que afectó las poblaciones desde Brasil hasta la Argentina a partir de 1993. En Monte Hermoso, en noviembre de 1995, se estimó que en 10 días murieron unos 63 millones de individuos, lo que llevó a que desaparezcan de muchas playas donde eran abundantes como Santa Teresita, San Clemente y Mar de Ajó”.
El misterio desveló a los científicos argentinos que se dedicaron a estudiar el tema y produjeron numerosos estudios con varias hipótesis nunca del todo confirmadas.
“No se sabe muy bien que fue lo que les pasó a las almejas, algunos hablan de un boom de diatomea (algas unicelulares), otros de un virus, algunos de las condiciones físicas del mar, pero no hay precisión de la causante de la mortandad de la década del 90”, explica Chiaradia.
La leyenda del virus asiático
Un cuento bastante difundido por los bañistas que se transmitía de playa en playa decía que un virus traído por un barco asiático había diezmado la población de almejas bonaerenses, algo que nunca pudo confirmarse.
En el estudio “Mortalidades masivas que afectan a las poblaciones de Amarilladesma mactroides”, publicado en el Journal of Shellfish Research por Nuria Vázquez, Sandra Fiori y colaboradores, miembros del Instituto de Biología de Organismos Marinos de Puerto Madryn y del Instituto de Oceanografía de la Universidad Nacional del Sur de Bahía Blanca, respectivamente, sostienen que “los resultados obtenidos no permiten vincular la presencia de parásitos o OsHV-1 (herpes virus que diezmó las poblaciones de ostras en Europa) como agentes causantes de la mortalidad”. No obstante señalaron “la presencia de bacterias del género Vibrio y de un virus desconocido” que podría ser una variación del herpes virus del ostión, todo lo cual “justifica el mantenimiento del estado de conservación de estos bivalvos como ´vulnerables´, según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)”.
Consultados por LA NACION, los doctores en biología Emiliano Ocampo y Jesús Núñez dijeron que “si bien se estudiaron estos eventos de mortalidad, no se pudieron establecer las causas exactas”.
“En lo que coincidimos la mayoría de los investigadores que trabajamos con esta especie es que el efecto de la extracción no controlada y las mortalidades masivas han llevado a la almeja amarilla al estado de vulnerable”, sostienen Ocampo y Núñez, investigadores del laboratorio de Invertebrados de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de Mar del Plata.
Volvieron (en realidad nunca se fueron)
Este verano las almejas se dejaron ver en las playas de la costa como en los buenos viejos tiempos, los avistamientos en masa indicarían que se recuperaron y que ya no se encuentran al borde de la desaparición, aun cuando sigue vigente la disposición bonaerense número 1238 de 1996 que prohíbe su recolección.
“Una almeja necesita entre 4 y 6 años para alcanzar un tamaño de 5 a 7 centímetros. Viven enterradas en la orilla durante los meses cálidos –desde mediados de primavera hasta principios de otoño– y migran a aguas un poco más profundas durante el resto del año. Por eso es que en invierno no se encuentran en la orilla. Solo realizan esa migración estacional, que es bastante limitada en distancia, por lo cual es improbable que la aparición abrupta se deba a que vienen de otro lado, es más probable que sean las personas quienes no las noten hasta que es imposible no verlas ya que son muchas”, dicen Vázquez y Ocampo.
Desde el Municipio de la Costa se suman a la veda todos los años con una campaña para que nadie las saque de su hábitat. “Si continúa su extracción se pondrá nuevamente en peligro la continuidad de la especie”, informan los afiches municipales y aportan un número para denuncias: 0800-999-8324.
Ocampo revela que “en Mar del Plata –municipio de General Pueyrredón–, donde históricamente no existieron bancos de almejas muy abundantes, no hay avisos que limiten la recolección y actualmente se pueden ver turistas extrayéndola en las playas de Punta Mogotes”.
Para Chiaradia, la depredación humana no fue la culpable de la mortandad masiva del año ´95 pero está muy claro que gravita considerablemente en la reducción de los bancos de almejas. “Para alimentación o carnada de pesca, se suelen extraer los adultos que son los que se reproducen. Esto, sumado al tránsito de vehículos que transitan por la línea de costa, y a la extracción de arena de las concesionarias de los balnearios durante los meses de septiembre y octubre, justo cuando las nuevas generaciones de almejas llegan a la orilla, terminan matando a las nuevas generaciones”.
Un recurso clave dentro del ecosistema marino
¿Y cómo fue que se regeneraron las almejas, luego de estar en serio peligro? Chiaradia entiende que “pequeñas poblaciones pueden generar un gran número de larvas de almejas que llevadas por las corrientes repoblaron las playas. La prohibición ayudó a que no se extraigan los adultos y puedan generarse más larvas”.
“La almeja es una especie vulnerable, una categoría menor que ´en peligro de extinción´, quiere decir que si bien no está al borde de la extinción puede estarlo en algún momento”, completa Ocampo. “En general es difícil encontrar invertebrados marinos en peligro de extinción, porque tienen un potencial reproductivo muy alto y por tanto es difícil que desaparezcan”, concuerda Vázquez.
Más allá de que sea un recurso vedado para consumo humano, la almeja amarilla ocupa un lugar clave dentro del ecosistema marino. “Las almejas comen microalgas, larvas de crustáceos y moluscos que se encuentran en suspensión en el mar, fito y zooplancton. Y al ser el molusco más abundante son fuente de alimentación de aves como el ostrero y de cangrejos, cuando está en la orilla. Cuando está ubicada en el submareal (en el agua durante los meses de invierno) es un recurso alimentario de peces como las corvinas”, cuenta Chiaradia.
“En Argentina no existen planes de manejo de esta especie, como sí los hay en Uruguay, donde existen playas enteras donde se crían las almejas y se las extrae para consumo siguiendo un plan responsable”, apunta Ocampo y advierte: “Acá su consumo no se recomienda ya que además de ser una especie vulnerable puede contener marea roja y afectar la salud”.
La marea roja, el terror de los siete mares
El 17 de noviembre de 1991, 125 marineros chilenos debieron ser internados por un cuadro de intoxicación grave, estuvieron al borde la muerte y dos de ellos no se salvaron. “Habían ingerido cholgas contaminadas con marea roja”, cuentan los doctores Suárez y Guzmán en su libro Mareas Rojas y Toxinas Marinas editado por la Universidad de Santiago de Chile.
La marea roja es una floración de las algas marinas que suelen teñir los mares de algún color, generalmente con tonalidades coloradas pero también marrones o verdes. El fenómeno se conoce desde la antigüedad y ha inspirado todo tipo de relatos alrededor del mundo marino.
Los moluscos bivalvos como la almeja, las ostras, berberechos y mejillones son filtradores, se alimentan de plancton y suelen acumular las toxinas de la marea roja en su interior, sin que los afecte. Los peces, los pulpos, calamares y camarones no acumulan marea roja, en cambio sí los caracoles de mar.
Estas toxinas son potencialmente mortales para el ser humano, ya que dentro de los moluscos producen VPM, mejor conocido como Veneno Paralizante de los Mariscos: paraliza el organismo humano y produce la muerte por paro cardíaco.
“Las toxinas paralizantes son tan potentes que medio miligramo puede matar a una persona de 70 kg de peso en pocos minutos, esa cantidad puede ser fácilmente acumulada en una ración de mariscos de 100 gramos”, destacan los autores.
Atención: el fuego no mata todo
En la Argentina los estudios para determinar si hay marea roja están a cargo del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) que se encarga de advertir sobre el peligro y de imponer la veda.
“Pero no siempre se realizan monitoreos en toda la costa del país y en todo momento, por lo que no es recomendable extraer y comer este tipo de organismos” por cuenta propia, avisa Ocampo.
Actualmente, rige una veda total por marea roja para toda la Costa Atlántica bonaerense, desde Punta Rasa en el Partido de General Lavalle, es decir incluso antes de San Clemente del Tuyú, hasta el Partido de Villarino, debajo de Bahía Banca, en el extremo sur de la Provincia de Buenos Aires, por lo que de ninguna manera se deben extraer y consumir almejas entre otros moluscos bivalvos, ni tampoco caracoles de mar.
Desde Senasa recomiendan “comprar o consumir mariscos solo en pescaderías, restaurantes o locales de comidas debidamente habilitados”.
Y aclaran que es imposible determinar a simple vista si el marisco está contaminado con marea roja, ya que no se detecta ni por el color ni por el sabor del producto.
Además, el veneno paralizante del molusco no se destruye con el agregado de limón, vinagre o alcohol, ni logra desactivarse con el calor de la cocción. Tampoco hay antídoto para la toxina.
Una razón más para entender por qué los argentinos seguimos sin poder comer almejas.
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