Mantenerse físicamente en forma puede agudizar la memoria y reducir nuestro riesgo de desarrollar demencia, incluso si empezamos a ejercitarnos después de la mediana edad o en la vejez, según dos nuevos y alentadores estudios sobre el modo en que interactúan el ejercicio físico, el envejecimiento, la actividad aeróbica y la pérdida de memoria. Ambos estudios, si bien subrayan la importancia de la actividad física para la salud del cerebro, también sugieren que ciertos tipos de entrenamiento pueden ser mejores que otros para proteger o incluso mejorar nuestra memoria.
La evidencia científica que relaciona el ejercicio, el buen estado físico y la salud del cerebro ya es abrumadora y sigue creciendo. Hay numerosos estudios que revelan que las personas con niveles relativamente altos de resistencia física, sin importar su edad, tienden a exhibir un mejor rendimiento en pruebas de inteligencia y memoria que las personas fuera de estado. Otros estudios asocian el buen estado físico con un menor riesgo de desarrollar Alzheimer.
Pero varios de esos estudios solo reflejaban esas relaciones en un momento específico de la vida de las personas, y no indagaban en el modo en que mejorar el estado físico a lo largo del tiempo podía modificar la capacidad de la memoria o el riesgo de desarrollar demencia. En otras palabras, los estudios que existían hasta ahora no nos decían si en la mediana edad o incluso a la edad de jubilarnos ya no era demasiado tarde para mejorar nuestra salud mental gracias al ejercicio físico.
Pero en estos nuevos estudios, publicados este mes en The Lancet Public Health, los investigadores de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología de Trondheim se decidieron a estudiar específicamente ese punto, aprovechando las toneladas de datos acumulados sobre la salud de la población noruega promedio.
Para empezar, analizaron los registros de un estudio de salud a gran escala que había involucrado a casi la totalidad de la población adulta de la región de Trondheim y que arrancó en la década de 1980. A los participantes se les habían realizado exámenes médicos y de salud dos veces, con una distancia de 10 años entre uno y otro, que incluían estimaciones sobre su estado aeróbico.
Los investigadores extrajeron los registros de más de 30.000 de esos participantes de mediana edad y los categorizaron por su estado físico y por el modo en que éste se había modificado a lo largo de una década. Algunos estaban fuera de estado físico al realizarse la primera prueba y lo seguían estando en la segunda, permaneciendo dentro del 20% con menor estado aeróbico durante los 10 años. Otros habían salido o ingresado a ese grupo. Y los pocos con el mejor estado físico empezaron fuera del 20% por ciento inferior y permanecieron fuera de ese grupo a lo largo de los diez años.
Demencia
Los investigadores luego chequearon los registros de los hogares geriátricos y de las clínicas especializadas en problemas de la memoria para ver cuáles de los participantes habían desarrollado demencia durante el periodo de seguimiento de 20 años, y si el estado físico había influido en el riesgo de desarrollar esa enfermedad.
Y descubrieron que así era. Las personas que se mantuvieron en forma durante todo el periodo del estudio demostraron ser casi un 50% menos proclives a desarrollar demencia que quienes no estaban en forma. Y lo que tal vez sea aún más alentador: aquellos hombres y mujeres que no estaban en forma al ingresar a la mediana edad, pero que luego se habían puesto en forma, exhibían una marcada disminución del riesgo de desarrollar demencia.
"Esperábamos encontrar algún efecto, pero jamás pensamos que iba a ser tan grande", dice Ulrik Wisloff, director del Grupo de Investigación sobre Ejercicio Aeróbico de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, y uno de los autores principales del nuevo estudio. (Para quienes quieran conocer su actual estado físico, la universidad ofrece una calculadora online gratuita.
Su grupo de estudio, sin embargo, no analizó cómo hicieron los hombres y mujeres que mejoraron su estado físico para lograr esa hazaña. Por eso, el valioso complemento lo ofrece otro reciente estudio sobre la relación entre el ejercicio físico y la memoria.
En ese experimento, publicado recientemente en Applied Physiology, Nutrition and Metabolism, los investigadores de la Universidad McMaster, de Ontario, Canadá, estudiaron qué tipo de ejercicios podrían ser los más efectivos para mejorar tanto la capacidad aeróbica como el rendimiento de la memoria en adultos mayores sanos.
Empezaron reclutando a 64 hombres y mujeres sedentarios de más de 60 años y midieron su estado físico y sus habilidades mentales. En particular, los investigadores se enfocaron en la capacidad de los participantes para diferenciar recuerdos similares, como por ejemplo en qué lugar de la misma playa de estacionamiento habían dejado su auto ayer y en qué lugar hoy. Esa especificidad del recuerdo es la que suele declinar con el avance de la edad, y un bajo rendimiento en esas pruebas puede indicar el inicio de una leve pérdida cognitiva o, en algunos casos, de demencia.
Pruebas
Después de las pruebas, los investigadores dividieron al azar a los voluntarios en grupos para que visitaran el laboratorio, unos para ejercitarse y otros para hacer estiramiento, como grupo de control. A uno de los grupos de ejercitación lo hicieron caminar moderada y continuamente en cinta durante 50 minutos tres veces por semana. Otros empezaron caminatas con intervalos, y en cada intervalo aumentaban la inclinación de la cinta durante cuatro minutos, para que el ritmo cardíaco subiera alrededor de un 90% como máximo en cada participante, seguido de tres minutos de caminata en llano, y luego tres rondas más de intervalos con inclinación.
Tras 12 semanas de práctica, los voluntarios repitieron las pruebas de estado físico y cognitivo, y los resultados fueron asombrosos. Sólo los participantes que caminaron con intervalos mostraron una mejora significativa tanto en su resistencia física como en el rendimiento de su memoria, y esas mejoras fueron comparadas por los investigadores. Cuanto más había mejorado el rendimiento físico, más se había agudizado su memoria.
Básicamente, estos hallazgos sugieren que "nunca es demasiado tarde" para que las personas de la mediana o tercera edad empiecen a ejercitarse y proteger sus facultades cognitivas, en palabras de Jennifer Heisz, profesora adjunta de la Universidad McMaster, a cargo de la supervisión de este nuevo estudio.
Pero para obtener esos resultados, el ejercicio físico debe ser al menos levemente intenso, para aumentar el ritmo cardíaco y potenciar la actividad aeróbica.
"Le recomiendo a la gente que cuando sale a caminar, incluya alguna pendiente o cuesta inclinada", dice Heisz. "O al menos que apure el paso entre un semáforo y otro."
Wisloff está de acuerdo. Para mejorar la resistencia física y la salud del cerebro, dice el científico, "hay que ejercitarse con regularidad e intensamente hasta el punto de quedarnos sin aliento".
(Traducción de Jaime Arrambide)
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