El cuerpo humano se acostumbró durante miles de años a alimentarse de una manera totalmente opuesta a la que existe en la actualidad. Tal vez esta sea la respuesta a muchos de los problemas de salud que afectan a millones
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En tiempos en los que cada necesidad parece encontrar un producto diseñado a medida en el mercado, el retorno a la naturaleza es el camino más simple para encontrar un equilibrio saludable. Así, la “dieta” más revolucionaria consiste justamente en volver a los orígenes y seguir una alimentación basada en nuestro código genético.
“La nutrición evolutiva es un modelo alimentario en el que se consumen principalmente los alimentos de los que disponíamos antes de la aparición de la agricultura.
Se parte de la base de que nuestro genoma está adaptado a la alimentación de nuestros ancestros. Por supuesto, no todas las tribus del paleolítico consumían lo mismo, pero sí hay un denominador común entre ellas” dice la licenciada en nutrición Maia Soldano, quien plantea que si hacemos una línea de tiempo, el ser humano lleva más de dos millones de años de antigüedad, y hasta hace diez mil años, no se producían a nivel masivo alimentos como los cereales, pan, pastas, arroz y todos sus derivados, que hoy consumimos a diario.
Muchísimo menos, por supuesto, los ultraprocesados, alimentos con azúcar, aditivos o grasas trans, que no entraron hasta hace cien años en nuestra alimentación.
¿Existen contraindicaciones para esta dieta? La respuesta es no, según la nutricionista. Explica, sin embargo, que muchas veces se asocia esta dieta a una alimentación ultraproteica, lo cual no es así. “Se trata de consumir alimentos reales, materia prima, carnes, huevos, fruta, verdura, semillas.
Yo la recomendaría a toda la población, desde la gestación hasta la tercera edad”, afirma Soldano, y apunta que siempre se tiene que asociar la alimentación al estilo de vida: no es lo mismo una persona muy sedentaria que alguien que entrena. “La distribución de macro nutrientes y las proporciones se adaptan, pero siempre a base de comida real”, destaca.
Agustín Guarna, investigador en salud evolutiva e instructor en entrenamiento personalizado propone ampliar el enfoque y habla de “discordancia evolutiva” para explicar cuánto ha cambiado no sólo nuestra alimentación sino todo nuestro entorno y hábitos de vida de manera abrupta, a un ritmo mucho más veloz de lo que nuestro genoma podría asimilar.
“Como regla biológica básica, cualquier ser vivo está adaptado al entorno en el que ha vivido la mayor parte de su historia. Tanto la agricultura como la revolución industrial ocurrieron en un tiempo muy corto evolutivamente hablando” afirma, e ilustra esta discordancia con ejemplos claros: “nuestro genoma espera ciclos de escasez y abundancia. Hoy no tenemos esos ciclos, sino que hay disponibilidad de cualquier alimento todo el año.
Espera que nos movamos para conseguir el alimento, actividad física, mientras que hoy somos cada vez más sedentarios; nuestro genoma espera alimentos obtenidos de la caza y la recolección como carnes, pescados, huevos, frutos, y hoy comemos cereales, legumbres y ultraprocesados; nuestro genoma espera ciclos de luz y oscuridad, que hoy están muy alterados por las luces artificiales y las pantallas.
Es decir: lo que está escrito en el manual de instrucciones biológico, por decirlo de algún modo, no lo estamos respetando, y este pareciera ser el origen de todas las enfermedades modernas, también llamadas enfermedades crónicas no transmisibles o enfermedades de la civilización. Intentar recuperar aquellos patrones previos a la agricultura tal vez puede ser una forma de recuperar nuestra salud”, apunta el investigador en salud evolutiva.
En cuanto a la actividad física, Guarna plantea que es fundamental trabajar la fuerza: “Tenemos que cambiar nuestra composición corporal, disminuir el tejido adiposo y aumentar el muscular porque son dos tejidos endócrinamente activos, secretan hormonas, vuelcan señales, moléculas señalizadoras al torrente sanguíneo.
Hoy estamos en el período de nuestra historia en el que tenemos menos masa muscular y más tejido adiposo”, apunta. Y agrega que a veces la recomendación de caminar o salir a correr resulta insuficiente.
Tal vez la solución para recuperar un estado saludable es mucho más sencilla de lo que suele pensarse. La premisa básica sería: moverse, descansar y alimentarse como un sapiens. Tan simple como volver al origen.
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