La pandemia supuso el auge de perfiles y plataformas de entrenamiento que se dirigen especialmente a mujeres, a las que se anima a alcanzar determinados estándares de salud y belleza
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El algoritmo es implacable: si ves un vídeo de entrenamiento, Instagram se llenará enseguida de vídeos similares con rutinas superefectivas validadas a través de miles de likes y comentarios. No fue así al principio, cuando ni el algoritmo era tan listo ni había tantos perfiles orientados a lograr una vida saludable. Uno de los pioneros fue el de Verónica Costa, conocida como Vikika. En su perfil de Instagram suma más de 1 millón de seguidores, pero es a través de su cuenta Entrena virtual donde ofrece programas y rutinas de entrenamiento.
“En los inicios me gustaba compartir mis rutinas, mis recetas... A la gente esto le parecía algo increíble porque ni había tanta conciencia con la alimentación, ni era habitual ver a mujeres entrenando en una sala de pesas”, cuenta ahora. La pandemia fue un punto de inflexión en este sentido y también el despegue brutal de su plataforma de entrenamiento online: “Muchas personas se dieron cuenta de lo importante que es también el entrenamiento a nivel mental, y yo me alegro de haber sido parte de ello. Éramos cientos de miles de personas las que entrenábamos juntas cada día”, explica Vikika.
Pilar Cámara empezó a entrenar en casa en serio durante la pandemia. Madrugaba mucho para aprovechar que su hija dormía, sacaba las pesas de un cajón y se ponía a hacer ejercicio delante de la televisión. Y esto, que empezó por necesidad, le ha servido después para poder compaginar sus rutinas de ejercicio con la crianza y su trabajo como autónoma. “Hay youtubers que lo ponen muy fácil: te ofrecen tablas de ejercicio y te acompañan desde el otro lado de la pantalla. Además, supone un ahorro importante”, explica Cámara.
Lo mismo le ocurrió a Aída Sanz, madre de dos hijos de 5 y 8 años, que desde entonces sigue varias cuentas en Instagram para entrenar en casa. El fin para ella no es otro que sentirse bien física y psicológicamente; y esto, afirma, no solo lo consigue prestando atención a la alimentación, sino también gracias a esos momentos de entrenamiento que serían imposibles sin este recurso; tanto por el entramado logístico familiar, como por no saber muy bien qué ejercicios hacer. “Si no existieran estos perfiles, yo no habría sabido cómo empezar a hacer deporte. Y tampoco podría permitirme un entrenador personal. Además, me ha ayudado a tomar poco a poco más confianza e ir viendo el tipo de ejercicios que más me gustan”.
Cristina Gómez es responsable de comunicación en un ayuntamiento madrileño. Tiene 45 años y dos hijos de 11 y 14 años. En 2018 empezó a aprovechar las actividades extraescolares de los niños para entrenar en un gimnasio cercano al colegio, pero la pandemia le obligó a entrenar en casa. Probó diferentes plataformas hasta que llegó a la plataforma de Vikika donde, dice, encontró los entrenamientos que más la motivaban. Y, desde entonces, ahí sigue: a las 19.30 la puerta de su habitación se cierra y se dedica los 45 minutos que, según declara, le ayudan a mantener su salud física y mental. “El truco está en que cuando llego del trabajo me pongo directamente las calzas y las zapatillas, y me pongo con las tareas de la tarde hasta que llega el momento de entrenar. Así ya estoy lista, y lo cierto es que casi todos los días funciona este método”. Para ella, la plataforma se ha convertido en un elemento fundamental para “mantener la motivación e interiorizar la importancia del entrenamiento de fuerza”.
Recuerda Paula Butragueño que el panorama era muy distinto hace 11 años: de sus amigas, ella era la única que hacía ejercicio. “¡En el matrimonio estaba muy establecido el tiempo de deporte del hombre, pero no tanto el de la mujer! Él tenía sus partidos de fútbol, de tenis… pero ella no sacaba tiempo para este tipo de actividades”, afirma.
Desde su perfil de Instagram, en el que suma 125.000 seguidores, ofrece herramientas prácticas, sesiones en directo y consejos para cuidar cuerpo y mente, además de compartir su estilo de vida con su comunidad. Suya es la plataforma Inspira-fit, en la que pueden encontrarse programas y recursos para “alcanzar el bienestar”.
Janire Escalante tiene 27 años y utiliza sus programas de entrenamiento. Es médico y siempre le ha gustado el deporte, pero al cambiar de ciudad, dejó las actividades que hacía en grupo y empezó a correr y a entrenar por su cuenta a través de perfiles de Instagram. “Buscando cuentas a las que seguir llegué a Paula Butragueño. Ella ha sido una gran fuente de inspiración para mí: es una mujer luchadora que persigue sus sueños incansablemente, cuida tanto de sus seres queridos como de sí misma, es generosa y tiene la habilidad de irradiar buena energía y dejar una marca positiva”.
Es aquí donde Paula Butragueño pone un pero. Aunque valora como positiva la unión entre mujeres hacia un mejor y mayor cuidado, cree que en la actualidad “se nos ha ido un poco de las manos: la mujer quiere ser la madre perfecta, la trabajadora o empresaria del año, la mejor amiga... Pero no, no llegamos a todo. Veo a muchas mujeres con problemas de sueño, ansiedad o depresión. Hoy es más importante que nunca incidir en el cuidado de la salud mental: saber parar, tener espacios de contemplación, exigirse menos y quererse más”.
¿Dónde situamos las fronteras entre la salud y las expectativas de tener un cuerpo perfecto? Para María José Camacho, licenciada en Educación Física y doctora en Educación que investiga la relación entre tecnologías y promoción de la salud desde una perspectiva crítica, los mensajes de las influencers del fitness se apoyan en el solapamiento entre estética y salud: “La presión por la belleza femenina se ha fortalecido bajo el paradigma de la salud, promoviendo una estética que exhorta a las mujeres a disciplinar su cuerpo y su mente para estar delgadas y tonificadas, pero ‘por su propio bien’ y como una nueva forma de empoderamiento femenino. Esto deja poco margen para la diversidad corporal e interpela a todas las mujeres a buscar una mejora continua”.
Si quieres, ¿de verdad puedes?
Términos como resilencia, motivación, superación personal o fuerza acompañan muchos de los vídeos con rutinas de entrenamiento que encontramos en redes sociales. La idea que se transmite en muchas ocasiones es que, si se desea, es posible lograr transformar no solo el cuerpo sino también la mente. Pero no siempre es así. “Este mensaje de ‘si quieres, puedes’ es muy controvertido y hay que entenderlo con matices, explica Camacho, para quien la realidad es que “no todas las personas pueden conseguir aquello que se propongan, pues las limitaciones y posibilidades no son iguales para todas las personas”.
Pone como ejemplo que existe una relación muy establecida entre obesidad y nivel socioeconómico: una persona con pocos recursos económicos tendrá menos posibilidades de conseguir mejorar su cuerpo que otra persona con más recursos económicos (que posibilitan pagar un gimnasio, comer más sano, consumir productos enfocados al fitness o hacerse operaciones de cirugía estética). Por tanto, ese poder individual depende de condiciones estructurales y sociales más amplias.
Comparte esta idea Lorena Cos, psicóloga deportiva, para quien la narrativa del “si quieres, puedes” genera frustración y autocrítica cuando los resultados no coinciden con las expectativas, pero, además, el constante bombardeo de imágenes de cuerpos “perfectos” y vidas aparentemente ideales puede llevar a comparaciones perjudiciales, ansiedad y depresión. Añade que a menudo los consejos y rutinas que comparten no están basados en ciencia o no están adaptados a las necesidades individuales de todos los seguidores. “Sin una guía profesional adecuada, esto puede ocasionar lesiones o la adopción de hábitos poco saludables”, sostiene.
Motivación y autoestima corporal
Para María José Camacho, que también es miembro del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid, no se trata de juzgar si lo que hacen las influencers es bueno o malo, sino de entender la complejidad del fenómeno. “Estos perfiles pueden ser beneficiosos, al motivar la actividad física, pero también presentan riesgos; especialmente, si no se comprende cómo operan las redes sociales y las promesas de cambio físico y de vida que sustentan su negocio”, sostiene esta especialista.
De esto es consciente Vikika, quien admite que muchas veces desde estas cuentas no son conscientes del impacto que tienen en otras personas, sobre todo en las y los jóvenes con menor capacidad crítica. “Es importante educar a nuestros hijos desde la idea de que las redes sociales no son la vida real. También me gustaría llegar cada vez a más mujeres con el mensaje claro de la importancia que es tener unos buenos hábitos y mantener una rutina de fuerza para nuestra salud, por encima de la estética”.
María José Camacho considera que los mensajes de las influencers del fitness tienen un gran impacto porque quienes los transmiten se presentan como cercanas, como “mejores amigas o hermanas mayores que te ayudan a alcanzar tus objetivos”, mezclando autenticidad con una proximidad a la perfección. Y eso, añade, pasa más en el caso de las chicas y mujeres, porque para ellos existe menos presión social en torno al cuerpo. El reto, para la experta, está ahí: en cuestionar nuestros referentes sobre salud, ejercicio, aspiraciones de éxito y la percepción de nuestros cuerpos. Y esto, dice, pasa por la pedagogía, como investigan en el proyecto Salud Digital y Educación de la UCM. “Además de la escuela, deberían crearse otros espacios pedagógicos para que las personas se sientan bien con su propio cuerpo, y aprendan a cuidarlo, aceptarlo, valorarlo, sin poner el foco en la apariencia”, concluye.
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