Es una antigua tradición que se fue pasando de generación en generación y que alega varios beneficios para la salud de los pequeños; la opinión de los expertos
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“Otro día en Noruega y otro grupo de bebés durmiendo en el frío. Miren cuántos hay”, señala el influencer australiano Olly Bowman, de 22 años, en un video de TikTok que muestra una fila de cochecitos de bebés alineados en una vereda sin supervisión de sus padres. Tras la publicación del contenido, cientos de usuarios comenzaron a compartirlo sin poder creer lo que veían: los bebés toman siestas a la intemperie.
Precisamente, en Escandinavia -región geográfica y cultural del norte de Europa compuesta por países nórdicos germánicos- es una antigua tradición exponer a los bebés a las bajas temperaturas. ¿El fin? Los nórdicos están convencidos que la exposición al aire fresco y a la naturaleza es beneficiosa para la salud y para el desarrollo de los pequeños.
Se cree que la costumbre se remonta a casi 100 años atrás cuando una epidemia de tuberculosis en Islandia se vio agravada por la cantidad de viviendas con poca ventilación y para evitar el contagio de la enfermedad los padres empezaron a dejar a sus niños al aire libre. En 1926 precisamente, el médico islandés David Thorsteinsson publicó un libro de pedagogía en el que señalaba los beneficios de esta práctica para foralecer el sistema inmunológico de los bebés. Asi quedó instalada esta tradición entre los ciudadanos de Noruega, Dinamarca e Islandia.
La misma se fue transmitiendo de generación en generación y en la actualidad es común ver cochecitos con bebés durmiendo afuera de las casas, tiendas y edificios. Sin embargo, la viralización de esta práctica desató varios interrogantes y polémicas. Entre las más populares figuran: ¿Cómo es que los padres no tienen miedo de que alguien se lleve a su bebé? y, ¿Cómo es que a los pequeños no les agarra hipotermia u algún problema de salud?
En primer lugar, un elemento a tener en cuenta es que de por sí, la cultura escandinava se caracteriza por tener bajos niveles de robo o peligro. Según el Informe Mundial de la Felicidad, los ciudadanos nórdicos experimentan un alto sentido de autonomía y libertad y altos niveles de confianza. Asimismo, el informe destaca que esto está estrechamente relacionado con las bajas tasas de criminalidad que hay en dichos países.
Algo totalmente distinto es lo que se acostumbra en Occidente. La práctica desató un fuerte debate en Estados Unidos cuando en los 90′ una turista danesa dejó a su bebé de 14 meses afuera de un restaurante en la ciudad de Nueva York. Los ciudadanos neoyorquinos llamaron a la policía y la turista fue arrestada por descuido parental sin entender de qué se la acusaba. Claro, en su ciudad natal dejar a los niños a la intemperie era moneda corriente.
Develando el misterio
Marjo Tourula, investigadora que completó una tesis titulada “La práctica de cuidado infantil de los niños que duermen al aire libre durante el día en el contexto del invierno del norte de Finlandia” en la que ahondó el hábito nórdico de crianza y descubrió que -5 C° era considerado como el clima óptimo para poner al bebé a dormir. En el escrito detalla que en casos en que la temperatura es aún más baja, los padres renuncian a dicha práctica o la acortan significativamente. Muchos de los padres entrevistados por Tourula consideraban que los beneficios de exponer a sus hijos a bajas temperaturas eran múltiples. Entre ello mencionaron que dormir al aire libre acostumbraba al niño a los climas duros; el aire fresco hacía que el sueño y la alimentación fueran mejores y que además era beneficioso para su salud en general.
Linda McGurk, autora de “No existe tal cosa como el mal tiempo”, relaciona en su obra el hábito de los bebés en Escandinavia con el concepto de friluftsliv, que consiste en “pasar tiempo al aire libre para cambiar de escenario y experimentar la naturaleza sin presión”. Esta idea -según ella- permite que los niños aprendan sobre la naturaleza, aumenten su autoestima al experimentarla y redescubran sus ritmos biológicos naturales a través de la inmersión en ella. “Cuando los padres escandinavos dejan que sus hijos duerman la siesta al aire libre, hacen que los pequeños adopten ese concepto de friluftsliv a una edad muy temprana”, destaca.
McGurk también sostiene en su obra que los sonidos de la naturaleza en sí mismos son “relajantes”. Y de hecho, un estudio que ella cita de la revista Nature revela que tales ruidos disminuyen la respuesta automática de lucha o huida del cuerpo y facilitan la relajación que promueve un mejor sueño.
Además, una investigación finlandesa titulada “Niños que duermen al aire libre en invierno: experiencias de los padres de una práctica de cuidado infantil ligada a la cultura”, devela que los bebés toman mejores siestas al aire libre en comparación con los que duermen en el interior de su hogar. Los padres que participaron del estudio revelaron que la temperatura ideal en la que sometían a sus hijos a dormir la siesta al aire libre era de -6 C°, aunque muchos de ellos informaron que han llegado a dejar a sus bebés bajo temperaturas de -15 C°, algunos incluso sosteniendo que se animaban a exponerlos al frío de -27 C°. El 95 por ciento de los padres encuestados dijo no percibir inconvenientes. Por el contrario, el estudio señaló que: los bebés tomaron siestas más largas y profundas; tuvieron más apetito después; y estaban más activos después de haberse expuesto al aire fresco.
Sumado a eso, McGurk sugiere que hay ciertas pautas a considerar: “Deben dormir en un cochecito o en un asiento reclinable (en caso de niños que ya sean mayores) y necesitan estar tapados con una manta de lana que sea bien abrigada. Además de eso, se les pone un traje de nieve con guantes incorporado y un gorro”, destaca.
Otras reglas a tener en cuenta según los defensores de la práctica son: acercarse cada tanto a ver cómo está el bebé; sentir su pecho para tener una mejor percepción de su temperatura corporal; asegurarse de que sus manos no se enfríen demasiado y tampoco sus pequeñas narices. “Es posible que uno desee utilizar un monitor de bebé y asegurarse de que los animales no puedan molestar al bebé o entrometerse en su cochecito”, advierte McGurk.
Respecto de la puesta en práctica de esta costumbre, el Dr. Gustavo Andrés Marino (M.N. 81461), jefe de Alergología e Inmunología Clínica del Hospital Universitario Austral y presidente de SOS Alergia, declara que, a día de hoy, ninguna de las investigaciones realizadas sobre el tema presenta condiciones médicas claras y definidas en sus conclusiones; por ende, no se podrían sacar deducciones sobre la efectividad de exponer a los niños al clima frío. “Considero que no se debería extrapolar a otras poblaciones como la nuestra que, justamente, no tiene los cambios adaptativos ni la epigenética que resguarda a las personas de las temperaturas muy bajas”, agrega.
Sucesivamente, el especialista añade que hay más consideraciones a tener en cuenta para evaluar la efectividad del método nórdico: la vestimenta, las condiciones ambientales, el cuadro de salud de los bebés y la cultura del país, entre otras. “Es muy difícil extrapolar o saber qué puede pasar en poblaciones tan disimiles como la nórdica y la argentina. Yo, personalmente, no recomendaría hacerlo”, enfatiza el Dr. Marino.
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