Es el mejor momento para comenzar el proceso de construcción de un futuro luminoso
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Para la mayoría de la gente, el fin de semana es un momento de descanso. Y está bien que así sea, es merecido después de cinco días de trabajo intenso. El problema comienza cuando se convierte en aquello que más anhelan, su único faro. Cuando solo disfrutan dos de siete días de la semana.
Hace poco leí una frase que invitaba a usar el fin de semana para construir la vida que queremos en lugar de escapar de la que tenemos. Y me pareció maravillosa. Tanta gente espera al viernes para evadirse de su realidad de días hábiles, para escapar de aquello que no la hace feliz, que en ese momento podría comenzar el mejor proceso de construcción de un futuro luminoso.
Un buen ejemplo se da con la actividad física. Muchos me comentan que tienen ganas de empezar a hacer algo, pero que no encuentran el tiempo. Que llegan a sus casas agotados después del trabajo y lo último que quieren es salir a entrenar. ¿Qué tal entonces considerar el fin de semana como un momento para empezar a moverse?
No necesariamente hablo de ir al gimnasio (aunque una clase o un poco de fierros el sábado a la mañana puede dejar superenergizado y de mucho mejor ánimo para los planes que sigan), pero salir a caminar, andar en bici, patinar o incluso un partido de paddle con amigos pueden ser grandes iniciativas. Mucho más allá del entrenamiento en sí, pueden ser programas perfectos para disfrutar en buena compañía.
Se puede pensar que solo hacer actividad física los fines de semana tiene un mínimo impacto en la salud. Que ningún cambio puede verse en tan poco tiempo. Y yo vengo a decir que hace rato que se dejó de lado la idea de que hay que internarse siete días a la semana en el gimnasio para tener resultados. Que cada actividad cuenta y que, además, el movimiento es contagioso. Sentir las endorfinas en acción tiene un efecto casi adictivo: uno se siente tan bien, tan vital, que enseguida se tienen ganas de volver a replicar esa sensación. Y así, es probable que se empiecen a agendar partidos con amigos un martes por la tarde o que se invite a la pareja a caminar algún atardecer de jueves. A medida que uno se vaya amigando con el movimiento, se puede ir subiendo la intensidad.
Empezar el fin de semana puede ser “el bichito” que contagie las ganas para seguir mucho más allá del sábado y el domingo. Puede ser el primer paso para construir la vida que se quiere en lugar de escaparse de la que se tiene.