Es un sábado brillante de octubre por la tarde y en un vivero del barrio de Villa Adelina, San Isidro, los clientes empujan la reja corrediza para entrar. Lo hacen algo dudosos: no entienden si la reja del local ubicado en la Avenida de Mayo está cerrada sin llave porque el número de personas dentro del negocio es limitado debido a las exigencias del Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio dispuesto por las medidas sanitarias del Gobierno, o si acaso está cerrada por otra razón. Lo cierto es que, no bien la traspasan, un spray de alcohol diluido los espera a un costado del ingreso. Entre quienes se detienen a mirar las plantas, hay un ir y venir constante de empleados que, concentrados, cargan cajones con macetas con flores, llevan sobre sus hombros cajones de madera para huerta hasta la vereda o empujan carretillas con bolsas de tierra. "¿Tenés bandejas de cultivo?", pregunta una clienta y una de las mujeres detrás del mostrador contesta: "Dejame ver, porque estamos desbordados".
Sin dudas, el año que acabamos de despedir será recordado como el de la pandemia de coronavirus. Posiblemente, durante mucho tiempo quede impregnado en la memoria colectiva de varias generaciones como el período fatídico en el que vivimos incertidumbre, miedo, pérdidas y dolor, todo junto y en altas dosis. Claro que, a nivel individual, 2020 habrá de cobrar también una significación singular según las vivencias personales. Y entre muchas de esas vivencias, estarán las de quienes señalarán al 2020 como el año de la pandemia y –con énfasis en la "y"- el año de la huerta en casa.
La emergencia sanitaria y la consecuente cuarentena tuvieron un efecto que ni productores hortícolas, ni planificadores de políticas agropecuarias ni viveristas, jamás imaginaron y hoy, muchos hogares argentinos reciben al 2021 con una nueva escenografía en sus patios, terrazas, jardines o balcones. Macetas y macetitas se repiten en los reductos domésticos urbanos al aire libre con cultivos de tomates que ya colorean, calabazas que asoman tímidas y todo tipo de cultivos comestibles listos para ser cosechados o en camino de maduración. Fotos de inmensos zucchinis o radiantes frutillas circulan por grupos de Facebook de jardinería y selfies junto a repollos gigantes o chauchas se comparten entre orgullosos contactos de Whatsapp. El año del covid-19 habrá sido para muchos el año en que, por primera vez, se entregaron a la aventura de tener una huerta.
Boom. Explosión. Tendencia. Moda. Se llame como se le llame, el fenómeno se traduce por estos días en fantásticos cultivos hogareños y también en números. "Por la cuarentena, los argentinos se volcaron a realizar todas sus actividades desde las casas: no solo en cuestiones como hacer compras online o estudiar, sino también en la búsqueda de nuevos hobbies o de reencontrarnos con aquello que habíamos dejado en el pasado. Definitivamente la jardinería y la huerta ocuparon un lugar clave en el país", explica por mail Florencia Sabatini, Gerente de Comunicación para Google Argentina y Cono Sur. Y agrega un dato que arrojó el informe "El año en búsquedas": "Esto se reflejó específicamente en el ranking ‘En casa’, donde el interés por llevar a cabo una ‘Huerta en casa’ creció tanto entre los argentinos en 2020 que ocupó el décimo lugar en esta lista. Esta tendencia también se observó a lo largo de todo el año, por ejemplo, en los últimos 12 meses en el Buscador donde entre otras consultas se destacó '¿Cómo hacer una huerta en casa?' y en YouTube, donde su mayor pico de interés en Argentina fue a principios del aislamiento social y obligatorio en abril y ganó gran popularidad en regiones como Santiago del Estero y Corrientes, entre otros", agrega.
Con restricciones para salir de casa, algunos eligieron dedicar el tiempo que antes dedicaban a otra cosa a perfeccionar las artes de la repostería, del tejido, la pintura, a mirar series o a leer. Otros, muchos, a sembrar o plantar. "La venta de plantines de huerta y flores, a nivel mundial, tuvo un récord histórico. En el caso de la Argentina, en invierno se vendió lo que normalmente se vende en la primavera. Y en primavera se vendió lo que no había: los productores vendieron lo que habían plantado para vender en verano. Fue una locura, sobre todo durante agosto y septiembre. Y aunque bajó la demanda, el nivel de ventas sigue siendo altísimo", dice el ingeniero agrónomo Daniel Morisigue, director de Instituto de Floricultura del INTA.
La venta de plantines de huerta y flores, a nivel mundial, tuvo un récord histórico. En el caso de la Argentina, en invierno se vendió lo que normalmente se vende en la primavera.
Para él, este fenómeno tiene una explicación y se corresponde con algo que, comenta, vienen diciendo disciplinas como la psicología, la antropología o la neurobiología sobre los efectos benéficos del contacto y la cercanía con las plantas sobre la salud emocional de las personas. "Todo esto es una confirmación de lo que venían mostrando los estudios científicos. Ante tanto encierro, la gente sintió placer al poder trabajar en la huerta con las plantas y luego cosechar sus tomates o lechugas", concluye.
Su colega Francisco Pescio, coordinador de Extensión de la Estación Experimental del área Metropolitana de Buenos Aires del INTA, que trabaja con el programa Pro Huerta, señala a la tendencia como "descomunal". Por teléfono, cuenta: "Uno de nuestros instrumentos de trabajo es Agencia Virtual, una aplicación para el celular a través de la cual los usuarios pueden hacer preguntas. Mientras que normalmente recibíamos unas 100 consultas mensuales, en 2020 pasamos a tener casi 400 semanales. Un día llegamos a tener 900. Salió de toda escala histórica".
Pescio encuentra una explicación que se apoya en tres patas. "Siempre que hay crisis, aumenta la demanda de consultas de huerta. Pasó en los 90, en 2001, 2002, 2018 y ahora. Cuando merman los ingresos, la gente busca cultivar sus alimentos como salida a la crisis. Sobre todo en barrios populares", comenta. Luego, dice, desde hace diez años hay un interés en el tema de huerta en los sectores medios asociado a la búsqueda de una alimentación más saludable. "Este interés es progresivo y va en aumento. Se ve también con la explosión de los bolsones de verdura orgánica", señala. A estos dos factores, dice, se sumó el efecto propio de la pandemia y el encierro. "Algunos hicieron gimnasia, yoga, masa madre. Entre todo eso, estuvo la huerta y la gente que quiso aprender porque estaba encerrada". Por todo, concluye, los tres elementos "se combinaron como en una tormenta perfecta y dieron como resultado esa demanda descomunal".
Gabriela Escrivá es Técnica en Floricultura y Jardinería de la UBA y hace más de veinte años se dedica a la horticultura orgánica, con clases y asesoramiento. En su experiencia, el boom huertero del 2020 impactó en el aumento de la demanda de clases online, pero no es la primera vez que ella es testigo del incremento de un marcado interés por las huertas hogareñas y también relaciona el fenómeno con las épocas de crisis. "Pasó en el 2001. Es como si fuera un tema atávico: la gente tiene miedo y cultiva para saber que eso que va a producir, lo va a poder comer. No pasa solo por entretenerse o tener algo bonito en casa, busca la autoproducción como una forma de seguridad alimentaria".
Es como si fuera un tema atávico: la gente tiene miedo y cultiva para saber que eso que va a producir, lo va a poder comer. Busca la autoproducción como forma de seguridad alimentaria."
Hace 25 años que Gastón Clément es dueño de la empresa La Rural Semillería y lleva toda su vida dedicado al rubro de insumos de jardinería y campo. Dice que nunca vio un interés semejante por el cultivo hogareño de alimentos y la jardinería en general. "Fue una explosión directamente. El habitante de Gran Buenos Aires le daba muy poca bolilla a su jardín y lo descubrió al estar encerrado en su casa. Se dio cuenta de que podía hacer huerta, comprobó que el sabor del vegetal cosechado en casa es totalmente distinto al comprado en el supermercado. Fue un verdadero boom –resume-, nosotros tuvimos que tomar más personal, alquilar un deposito nuevo y aumentar la producción de sobrecitos de semillas". En una cuenta rápida, Clément estima que la venta de semillas hortícolas para uso doméstico, se acrecentó en un 800%. "En 25 años para nada vi este fenómeno, fue una revolución".
A los dueños de la empresa Terrafertil, dedicada a la venta en todo el país de sustratos, semillas y fertilizantes desde hace más de 60 años, la demanda también los sorprendió. "Habitualmente, nuestra venta es estacional, arranca los últimos días de agosto y merma en diciembre, luego tiene un repunte los primeros días de enero y fin. Producto de la pandemia, esa demanda fue sostenida durante todo el año. Nadie esperaba la cuarentena ni que en cuarentena se exacerbara el interés por crear huertas en la casa", dice Martín Iturbide, encargado de marketing de la firma, que vio con asombro cómo la venta de bolsas de sustrato para huerta se cuadriplicó en relación a 2019. "Si bien ya venía siendo un producto de interés, el atractivo fue acelerado por la pandemia".
Algunos principiantes descubrieron un universo de posibilidades, sabores, aromas y colores. Otros no tan principiantes, habrán profundizado en práctica y conocimientos. A prueba y error, después de varios meses de cuidar sus cultivos, ya están cosechando los frutos en casa. ¿Lo seguirán haciendo en adelante, cuando finalmente la nueva normalidad deje de ser tan nueva y se instale una vida similar a la que teníamos antes de la pandemia?
"Sí. Va a durar –contesta Iturbide-. La cuarentena le permitió a la gente ver un ciclo completo de cultivo y comprobó que podía tener su propia huerta". Según Gastón Clément, "sin dudas", el efecto durará. "La gente descubrió el jardín y le gustó. Tampoco tengo dudas que me van a salir competencias, pero va a durar. Calculo que de cada cien que descubrieron su jardín, treinta o cuarenta seguirán conectados a la actividad".
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