La escapada ideal a una hora de Buenos Aires para desconectarse el fin de semana: Tomás Jofré, el pueblo con aroma a asado
Esta localidad, cuyo nombre real es Jorge Born, se convirtió en un polo gastronómico; tres opciones para disfrutar el folclore y el aire libre; cómo se llega y qué valor tienen los restaurantes
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Para los que necesitan salir del tráfico, de la vorágine de la ciudad, de la rutina del trabajo y de las exigencias existen muchos pueblos con novedosas propuestas para disfrutar con amigos, en pareja o familia durante el fin de semana. Se tratan de lugares que proponen una pausa con diferentes ideas. Y uno de ellos es Tomás Jofré que, desde su nacimiento en 1911, pasó de ser de un punto de paso ferroviario a convertirse en una escapada gastronómica elegida por cientos de personas cada semana, gracias a sus restaurantes de campo y sus suculentos tenedores libres.
La llegada al pueblo cuenta con mucho verde a través de la ruta y su arquitectura antigua puede trasladar a cualquiera a los tiempos en los que Tomás Jofré era solo una estación en el trayecto ferroviario. Ahora, gracias a su amplia cantidad de propuestas, se convirtió en un polo gastronómico ideal para visitar en grupo. Los restaurantes de campo ofrecen pastas, carnes asadas y postres pero, sobre todo, un amplio espacio al aire libre para recibir a sus visitantes cada semana.
Además, brindan la posibilidad de combinar este sistema de menú libre con los atractivos del pueblo como, por ejemplo, la feria artesanal, los paseos a caballo, la estación histórica de Tomás Jofré, el tren turístico y la iglesia del pueblo. Es decir, entre comida y comida, el visitante puede ir a pasear y descubrir la historia de este lugar.
Los restaurantes tienen un menú promedio que ronda entre los $16.000 y $20.000 por persona (dependiendo el día puede haber descuento). Lo recomendable es reservar mediante las redes sociales, ya que los fines de semana se llena de gente, en especial, los domingos.
Tres opciones para comer, recovecos históricos y mucho aire libre
El restaurante Fronteras está abierto desde 1948 y comenzó como un almacén de ramos generales de su fundador Rolando Fronteras. Era una parada obligada para las personas que viajaban en el tren o los que cargaban materias primas, ya que se encontraba en frente de la estación y contaba con todo tipo de productos: desde insumo para el campo o ferretería hasta comestibles y vestimenta. Con los años se le sumaron rubros como el bar y el comedor, hasta que su fundador falleció.
Ahora, sus dueños son Gustavo Umansky y Gustavo Arone, quienes le hicieron modificaciones para recibir cientos de personas semana a semana, pero conservando las gemas del viejo almacén. Para los coleccionistas o amantes de antigüedades, hay una vasta cantidad de objetos en el museo ubicado en la entrada y, en los salones de “antaño”, se utilizan las mismas mesas y sillas de roble que usaba su fundador.
“Se van a encontrar con unas de las construcciones más antiguas del pueblo y con una historia que, cualquiera que haya pasado por este lugar, alguna vez se detuvo. Se hizo una puesta en valor y se adaptó para que puedan tener una estadía de disfrute, buen servicio y buena calidad de comida”, explicó Gustavo Umansky a LA NACION.
El lugar, que puede albergar entre 700 y 800 personas, cuenta con un amplio parque para disfrutar en familia y un tenedor libre que ofrece un gran abanico de posibilidades. De entrada una tabla de fiambres y queso, escabeche y una empanada. Y de plato principal se puede elegir entre pastas con sus respectivas salsas y carne a la parrilla acompañada con ensaladas y papas fritas. Además, cuenta con distintos tipos de postres y café. “Alrededor de las 16.30 sacamos unas tortas fritas con unas infusiones de té o mate cocido para el que quiera quedarse a merendar”, añadió uno de los dueños.
Cabe destacar que no es la única opción. Si se quiere disfrutar de un día de campo, otras de las alternativas que ofrece este pueblo es Antenor, uno de los lugares mejor puntuados en TripAdvisor, ubicado a una cuadra de la plaza principal donde se realiza la feria de artesanos y que cuenta con capacidad para 600 comensales.
Hace siete años abrieron sus puertas al público. “Lo que ofrecemos es un día distinto, lo que más llama la atención es el asado criollo por el parrillón que armamos”, señaló su dueño, Gustavo Solezi a este medio. “La idea es que coman en un entorno muy lindo, limpio, lleno de plantas. Cuidamos los detalles ante tanta cantidad de gente”, agregó.
De entrada tabla de fiambres con salame quintero mercedino, queso, matambre arrollado casero (receta familiar), bondiola, morrones agridulces de elaboración propia y aceitunas. Empanadas de carne a cuchillo fritas, seis variedades de pastas donde se destaca el raviolón de salmón en tinta de calamar. Y además se pueden deleitar con costillares al asador, lechón, vacío, chorizo y morcilla. Dentro de los postres, hay budín de pan, zapallo en almíbar y helados. ¿La estrella de la casa? “El flan casero”, apostó el dueño.
En este restaurante de campo también se ofrece la merienda con infusión y tortas fritas. “Desde el dulce de leche hasta lo que se te ocurra es de primera calidad, elijo todo y soy muy minucioso con la materia prima. Le doy lo mejor a la gente en cuanto a servicio y atención. Cuidamos mucho al visitante y valoramos el esfuerzo de venir desde tan lejos”, resaltó Solezi.
Otro de los grandes lugares para visitar en este pueblo es Lo del Tata, que abrió sus puertas en 2019 gracias a la pareja de Agustina Moran y Jonatan Tozzelli. Fue bautizado así como un homenaje de la dueña a su padrino, a quien lo llamaba “Tata”, porque fue uno de sus mentores en el amor hacia los pueblos de campo y la gastronomía.
Esta propuesta cuenta con un amplio lugar en el exterior para albergar 300 personas, pero también hay una antigua casona del viejo pueblo y un quincho que puede recibir 200 comensales más. Además, los días de temporada cuentan con una pileta para disfrutar entre comida y comida.
Lo del Tata ofrece una gran cantidad de carne a la estaca como lechón, costillar, vacío y achuras (chinchulines, mollejas, morcilla y chorizo). Además, en la temporada marzo-octubre hay provoleta dentro del menú libre que incluye guarniciones como ensaladas o papas fritas. Dentro de las posibilidades también hay postres artesanales como flan, budín de pan, helado, queso y dulce, duraznos y zapallos al almíbar.
Pero sin dudas una de las especialidades de la casa es el vacío. “Lo que siempre nos recalcan los visitantes es el vacío hecho a la estaca, que lo comés con cucharita por su cocción. Se pone a las 7.30 de la mañana y tiene una cocción muy lenta”, explicó Agustina Moran a LA NACION.
Durante la tranquilidad de la estadía siempre pasan los cantores de folklore para deleitar con los himnos del cancionero popular argentino. “Lo que le gusta a la gente es la atención personalizada que nosotros les damos”, aseguró la dueña, quien siempre está atenta a los feriados con algún detalle.
Por ejemplo, para el próximo fin de semana largo contará con una paella que se hará a la vista de todos, para aquellos que quieran una opción distinta a la de carne. En el caso de fechas patrias como el 1 o 25 de Mayo, se cocina el clásico locro, también a la vista de los visitantes.
¿Cómo llegar a Tomás Jofré?
La forma más fácil de llegar a Tomás Jofré es en automóvil. Se debe tomar el acceso Oeste hasta la ciudad de Luján y bajar en la salida a la ruta nacional 5. Luego circular por ese camino hasta el km 91 y desviarse a la izquierda con el cartel que dice Jorge Born, el nombre original del pueblo. En el caso de que no se tenga vehículo, se debe apelar al tren de la Línea Sarmiento de Once a Moreno y luego el de Moreno-Mercedes. Por último, tomar el tren turístico Mercedes-Tomás Jofré, que cuenta con seis servicios los domingos.
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