Sal fina, sal marina o sal rosa del Himalaya: ¿cuál es mejor para la salud?
Un nutricionista aclaró los mitos y las verdades de cada tipo de ingrediente y explica cómo utilizarlo; además, afirma que no usar sal es tan perjudicial como consumirla en exceso
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El bajo consumo de sal suele asociarse con un estilo de vida saludable ideal. Así, la comida –especialmente la comida común y procesada– termina convirtiéndose en un villano. Para afrontarlo, hay muchas opciones. Entre ellas: sal rosa del Himalaya, sal fina o refinada y marina. Sin embargo, ¿hasta qué punto se puede utilizar la sal refinada? Evitarla al extremo puede ser tan peligroso como su uso excesivo, así lo explica a O GLOBO el nutricionista Daniele Mello.
“La sal, por sí sola, no es perjudicial para la salud. Es importante y necesaria. Lo que es perjudicial es el consumo excesivo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda el consumo de hasta 5 gramos de sal al día por persona. Los brasileños tienen un consumo promedio de 14 gramos. Es tres veces la cantidad recomendada y puede provocar aumento de la presión arterial, enfermedades cardiovasculares, hipertensión y sobrecarga renal, algunas de las enfermedades que más matan en el mundo. Tan malo como el exceso es una dieta completamente libre de sal, que puede provocar desmayos, debilidad, mareos, pérdida del conocimiento y daños neurológicos”, dice Daniele.
Estas consecuencias que conlleva la falta de sal se deben a que el consumo de alimentos es crucial para los impulsos nerviosos, la contracción muscular, el equilibrio líquido de las células y también para regular la cantidad de yodo que ingerimos, entre otras funciones. El yodo, un micronutriente abundante en sal, se utiliza en la síntesis de hormonas producidas por la tiroides y puede prevenir la diabetes, problemas cardíacos y ataques cardíacos.
Los tipos de sal y para quién están recomendadas
Si la sal es importante y necesaria, ¿cuál usar? Daniele suele recomendar diferentes tipos para cada paciente. Para O GLOBO, desmitifica el supuesto “poder” del “preferido favorito”, como ella dice, que se ha convertido en sinónimo de un estilo de vida y, por tanto, en un objeto de deseo de consumo, más que nada: la sal rosa del Himalaya.
“No suelo recomendar la sal rosa a mis pacientes porque el costo es elevado y los beneficios pocos en comparación con otros tipos. No existe ningún estudio científico que demuestre el beneficio de su uso a medio y largo plazo en relación a la sal refinada. La diferencia en la composición nutricional entre ambos es insignificante. Aparte del costo, que es de cuatro a cinco veces mayor que el refinado. Esta inversión no se justifica por una diferencia nutricional tan pequeña. No hay ningún beneficio”, subraya Daniele.
“Otra cuestión importante es que, como la sal rosa tiene un ‘poder salado’ mucho menor, debido a la composición del suelo, la gente acaba añadiendo mucha más sal a sus alimentos. En otras palabras, aumenta la cantidad de sodio y el costo”, añade la nutricionista.
Los tres tipos de sal que recomiendan los profesionales
- Sal común (de cocina): para personas sanas, sin problemas de salud que requieran precaución, se puede utilizar sal común sin prejuicios.
- Sal ligera: tiene un sabor más suave que la sal de mesa. Al tener menos sodio de lo habitual, se recomienda para personas hipertensas. Al tener más potasio de lo habitual, no se recomienda para personas con problemas renales, con riesgo de sobrecargar los riñones.
- Sal marina: al no pasar por el proceso químico de la sal común, la sal marina tiene una menor cantidad de aditivos químicos como conservantes y colorantes, asociados con el desarrollo de cáncer. Mantiene una mayor cantidad de minerales como calcio, potasio, hierro, zinc y yodo. Es la más recomendada para quienes necesitan ajustar la cantidad de sodio ingerido.
Lo importante es dosificar la cantidad
Como no tenemos villanos, ningún tipo de sal es necesariamente mala y puede evitarse por completo. El secreto está precisamente en la dosis. Para intentar reducir el consumo de sal y adaptarse a la cantidad establecida por la OMS (5 g/día), se deben tomar dos precauciones principales, advierte Daniele.
La primera es prestar atención a los productos denominados “light” o “dietéticos”. La segunda, e igualmente importante, es ser conscientes de que la sal está donde menos la esperamos. El consejo a seguir al pie de la letra es leer siempre atentamente las etiquetas de los productos, que muchas veces están “llenas de trucos”.
“Si dejás de añadir sal a tu ensalada en el almuerzo para reducir el consumo y comes papas fritas ya preparadas por la noche, cambiás una por otra. El impacto en el cuerpo es igual o incluso peor. Por eso es muy importante leer la etiqueta. En los refrescos dietéticos, por ejemplo, se elimina el azúcar y, para ‘compensar’ el sabor, se añade más sodio”, afirma el experto.
“Los alimentos llamados ‘light’ tampoco son sinónimo de ‘menos sal’. ‘Light’ es cualquier alimento que tenga un 25% menos de algún componente (como grasa, por ejemplo). Puede ser así y tener el triple de sodio. El sodio también se encuentra en grandes cantidades en las galletas e incluso en las galletas dulces”, añade.
Alimentos dulces ricos en sodio
- Refrescos: una media de 48 mg de sodio en una lata de 350 ml
- Galleta dulce rellena: 490 mg de sodio en un paquete
- Jugo en polvo: alrededor de 32 mg de sodio en 1/2 cucharada
- Mezcla para pastel: en promedio 179 mg de sodio en 3 cucharadas
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