Las algas son un alimento común en la costa asiática que le permiten al cuerpo una buena alimentación y un buen funcionamiento del sistema digestivo para mejorar nuestra salud
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¿Te preguntaste alguna vez por qué tu helado casero está cubierto de cristales de hielo, pero el comprado en la tienda no? ¿O cómo los aros de cebolla son todos del mismo tamaño, cuando las cebollas reales se hacen más pequeñas en los extremos?
¿O cómo la cerveza que habías olvidado todavía tiene espuma media hora después? Todo eso es gracias al extracto de algas, conocido también como alginato, una fibra natural que se encuentra en las algas marinas, dice Jeffrey Pearson, profesor de fisiología molecular de la Universidad de Newcastle, en Reino Unido.
Si bien en Occidente están ocultas en algunos alimentos, las algas enteras se consumen ampliamente en las zonas costeras de Asia. Y poco a poco se están volviendo más conocidas en Occidente, donde las considera un “superalimento” nutricional y sostenible. ¿Pero qué tan cierto es eso?
Algunos padres en EE.UU. han optado por reemplazar las papas fritas grasosas y saladas por algas secas, aparentemente más saludables. (Los bocadillos de algas altamente procesados pueden tener un alto contenido de sal y otros aditivos y deben consumirse con moderación).
Las algas en otros formatos pueden ser bajas en calorías y ricas en proteínas, fibra y polifenoles (que pueden reducir el riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes y algunos cánceres) y pueden reducir la presión arterial. También contiene yodo, que es importante para la función tiroidea.
Sobrepeso u obesidad
Según los recientes hallazgos de Pearson, algunas especies de algas también pueden ayudar a controlar el peso en personas con sobrepeso u obesidad. Esto, dice, se debe a que el alginato inhibe la lipasa, una enzima que ayuda al cuerpo a digerir las grasas, lo que significa que puede reducir la cantidad de grasa digerida de la dieta en alrededor de un 75%.
Pearson y sus investigadores utilizaron un intestino artificial para probar la eficacia de más de 60 fibras naturales, midiendo cuánta grasa se digería y absorbía cuando se consumía con alimentos comunes como pan y yogur.
Pearson ahora planea llevar a cabo ensayos clínicos para ver este efecto cuando el alginato se ingiere como parte de una dieta normal y espera que su investigación lleve a que introduzca más alginato en alimentos como el pan, para ayudar a las personas a controlar su peso.
Y las algas marinas no sólo pueden ayudar con la pérdida de peso. Grandes estudios poblacionales realizados en Japón han encontrado una correlación entre el consumo diario de algas y tasas más bajas de enfermedades cardíacas, en comparación con aquellos que no comían algas y un menor riesgo de accidente cerebrovascular en los hombres.
Sin embargo, una revisión reciente de 25 estudios analizó los beneficios para la salud de comer algas. Encontró que muchos estudios que muestran resultados positivos para la salud que se correlacionan con una dieta rica en algas marinas, se llevaron a cabo en personas con problemas de salud como obesidad y diabetes tipo 2, en lugar de en la población general.
“En individuos sanos, lo más probable es que no genere ningún beneficio para la salud”, afirma el autor principal del artículo, João Pedro Trigo.
Sin embargo, comer entre 5 y 10 gramos de algas al día podría aportar beneficios nutricionales gracias a la fibra y el contenido nutricional de las algas, añade Trigo. Aún así, hay muy poco conocimiento sobre cómo el procesamiento, como la fermentación, afecta la forma en que el cuerpo absorbe los nutrientes de las algas.
Riesgos potenciales
También existen algunas preocupaciones en torno a los riesgos potenciales del arsénico, el plomo y el yodo que se encuentran en las algas marinas. Y algunas especies de algas pueden contener más arsénico que otras, dice Florent Govaerts del instituto noruego de investigación alimentaria Nofima.
“Podés tener la misma especie y una contendrá mucho más arsénico que la otra, dependiendo de dónde se produzca”, afirma. Los niveles de arsénico en las algas generalmente varían dependiendo del contenido de arsénico en el agua en la que se cultivan. Pero si bien existen preocupaciones reales sobre hasta qué punto nuestra dieta puede exponernos a metales pesados, Alec Watt, director de la granja de macroalgas Green Ocean Farming en Reino Unido, dice que todas las algas vendidas para consumo humano se analizan primero.
“Existen procesos para controlar las algas”, explica. El tipo de algas que contienen arsénico es el tipo orgánico, que el cuerpo elimina a través de la orina, dice Pearson. Las algas también pueden contener altos niveles de yodo, pero, nuevamente, la cantidad depende de la especie de alga.
“Se puede obtener demasiado yodo si se comen demasiadas algas”, explica Ingrid Undeland, profesora de ciencias de los alimentos y nutrición de la Universidad Tecnológica de Chalmers en Gotemburgo, Suecia. “Son cantidades relativamente pequeñas antes de llegar a la ingesta diaria aproximada recomendada. También depende de la especie y de la posible presencia de metales o elementos no deseados en el agua, lo cual es un mensaje difícil de transmitir”, dice.
Demasiado yodo puede provocar problemas de tiroides en algunas personas y los efectos secundarios más inmediatos pueden incluir náuseas y vómitos. Además, estudios han demostrado que varios tipos de procesamiento, incluido el lavado, escaldado, hervido, remojo, secado y fermentación, pueden reducir la cantidad de yodo en algunas especies de algas.
Sabor particular
Sin embargo, queda el tema del sabor. Si bien el extracto de algas no sabe a nada, dice Pearson, hizo pruebas con algas enteras y encontró resultados mixtos. “Descubrimos que la gente no lo soporta o pide más”, afirma.
Los estudios muestran que algunas personas pueden ser más escépticas con los alimentos con los que no están familiarizadas. Sin embargo, los investigadores han descubierto recientemente evidencia de que, contrariamente a la creencia popular, las algas marinas solían ser una parte importante de la dieta de los antiguos europeos durante la transición a la agricultura.
Los investigadores examinaron cálculos dentales de 74 personas en toda Europa y encontraron evidencia de que la gente comía algas durante el período Mesolítico, hace unos 8000 años, y en el Neolítico, hace 6000 años. “Nadie había encontrado evidencia directa del consumo de algas antes de los registros arqueológicos prehistóricos. Fue muy inesperado”, señala Karen Hardy, coautora y profesora de arqueología prehistórica de la Universidad de Glasgow.
“Tenemos ideas preconcebidas sobre lo que es la comida en Europa, y las algas no son lo primero que nos viene a la mente”, afirma. Quizás, entonces, acostumbrarse al sabor de las algas no sea un gran desafío.
La reputación de las algas
Sin embargo, puede haber cierta confusión sobre cómo comer algas e incorporarlas de manera más eficiente en nuestra dieta. Watt recomienda cortar las algas secas y espolvorearlas en los alimentos como forma de condimentar. Pero aunque le apasionan los beneficios de las algas, no es optimista acerca de ver algas congeladas en los supermercados en el corto plazo.
A pesar del aparente problema de comunicación sobre las algas, prevalece su reputación de tener numerosos beneficios para la salud. Cuando Govaerts llevó a cabo una investigación para medir el conocimiento y la comprensión sobre las algas marinas, descubrió que la gente en Noruega y Reino Unido, por ejemplo, generalmente tienen muy poco conocimiento sobre las algas, aparte de creer que son bastante saludables y sostenibles.
Pero para complicar más el mensaje de las algas marinas, los investigadores argumentan que no es tan simple como decir que las algas son saludables o no saludables, seguras o peligrosas, porque hay muchas especies. Referirse a todas las especies de algas simplemente como “algas” es como referirse a todos los vegetales simplemente como “vegetales”, dice Govaerts.
Las especies de algas no sólo varían en sabor: sus perfiles nutricionales también son muy diferentes. Y el valor nutricional de las algas no sólo varía de una especie a otra, sino que también varía dependiendo del agua en la que se cultivan, dice Undeland. “Deberíamos dejar de hablar de ‘algas’, porque son muy diferentes en términos de cómo se relacionan entre sí y de su contenido. Algunas pueden ser más saludables que otras y contener más proteínas”, dice Undeland. “Hay 145 especies que son comestibles y seis que se producen en gran cantidad”.
Queda por ver si las algas ―o ciertas especies de algas― se arraigarán más en la dieta occidental en el futuro cercano. Todavía hay muchas incógnitas sobre la contaminación por yodo y arsénico, pero la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria está teniendo en cuenta la creciente popularidad de las algas para controlar mejor este asunto.
Pero, sea o no un chef famoso, las algas marinas se asocian con muchos beneficios para la salud y podrían convertirse en una adición más amplia y saludable a la dieta occidental.
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