Las Delicias cumple seis décadas y se mantiene como un ícono de Recoleta
El local de Quintana y Callao conserva su magia, sus recetas y sus habitués
En Quintana y Callao, los ojos se tientan para un solo lado. Sí, para el lado de la izquierda de la primera avenida, al 380, donde Las Delicias está cumpliendo 60 años. Pocos pueden creer que en Buenos Aires, especialmente en Recoleta, queden boliches, bares o restaurantes de seis décadas.
Pero es así, aún perdura y resplandece un local de la gastronomía porteña que Antonio Estévez, un peluquero español, se animó a abrir en Callao y Guido, un bar que ni siquiera sabía que iba a hacer historia en la noche y el día de Buenos Aires. Las Delicias, lindo y antojadizo nombre que impuso una mujer (hija de don Antonio, llamada Delicia) que ya no está. Todo nació en aquel casi sótano de Callao 1667 entre boisserie, una barra de las de antes, un par de mesas afuera y un mozo rengo: Francisco Sosa.
Fue Las Delicias un bar y sandwichería de bohemios y nostálgicos. De copetineros y "mangueros", de estudiantes rateros y de padres que hacían la vista gorda para poder tomar Coloraditos, Old Fashioned, Negronis, Tom Collins, Claritos, otros más y mucho más que un whisky exquisito. Para acompañar sólo bastaba un cheddar, algo de crudo, un lomito, un Delicias (tostado de jamón, queso y tomate), dos aceitunas y, de vez en cuando, una Receta. Claro, porque en los 60, después de un recital, Roque Narvaja pidió un sándwich con papas fritas de paquete (pebete tostado de jamón, queso y tomate) al que llamaron Receta. ¡Un clásico que persiste!
Alguna vez, con las primeras horas de 1993, Las Delicias de Callao cerró. Por un tiempo, los chicos "rateros" desaparecieron, los del copetín se escondieron y los amigos de las copas largas se fueron a dormir temprano, como las cigarras. Todo fue mentira. Paco Estévez, el hijo de don Antonio, ya había abierto el local de Quintana 380 (ex peluquería de mujeres) para que Las Delicias siguiera rodando.
Y así fue: el bar conservó el nombre y sobrevivió a lugares más importantes, como 05, Manolete, Pink Gin, el Whisky Bar, Queen Best, el Socorrito, My Drink, Dominó, Scherezade y tantos otros que habían sido más renombrados en la historia de la Capital. Las Delicias supo guardar, quién sabe cómo, a clientes que volvían después de tantos y tantos años: lo sigue haciendo. Allí está su magia.
Las recetas continuaron y se convirtió en restaurante, en el que el cocinero Moncho hace unos huevos Gramajo singulares y de verdad, o Alberto Romero supera a todos con un locro excepcional en los días patrios.
No fue fácil; el negocio tuvo sus traspiés económicos, como la década que tiende a desaparecer. Pocos saben que en Buenos Aires cerraron casi 400 locales gastronómicos, que otros trabajan de jueves a sábados (Palermo) y que algunos subsisten con los auspicios de marcas que luego saldrán en revistas de la farándula.
En uno de esos tropezones aparecieron el cliente Adolfo Laborde y su amigo Salvador Radavero y equipo (Grosso, Romero y Burgos) para cargarse la historia al hombro y para que Recoleta siga teniendo su club, es decir, Las Delicias.