Pura espuma: en Bariloche, la mejor cerveza entre lagos y montañas
De la mano de inmigrantes se formó un polo cervecero integrado por una treintena de fábricas y locales repartidos en el centro, el camino al Llao Llao y el Circuito Chico
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BARILOCHE. Dicen por acá que la cerveza precedió al chocolate. Que fue hacia principios del siglo pasado que Bariloche tuvo su primera fábrica cervecera. Y que fue por acá, también, que unos años atrás se localizó el hábitat natural de una de las levaduras más buscadas de la historia, que dio origen a la levadura híbrida que hoy se usa para elaborar la cerveza Lager.
Como los Fenoglio, que llegaron con su receta chocolatera bajo el brazo hacia fines de la década del 40, e hicieron de este el producto emblema de la ciudad, también recalaron por acá inmigrantes que inculcaron la cultura de la fabricación casera de cerveza. De a poco, Bariloche se transformó en un gran polo cervecero, donde se producen unos cinco millones de litros anuales. No hay un factor, sino una multiplicidad de razones por las que el fenómeno de la cerveza parece no tener techo en estas tierras, donde la ruta de la cerveza ya es una marca registrada.
Por un lado, la cercanía con los lupulares de El Bolsón es fundamental, ya que esta flor, junto con el agua, la malta y la levadura se combinan para elaborar este elixir cervecero. De hecho fue acá mismo donde se elaboró la primera cerveza artesanal del país: “El Bolsón”. También hay que resaltar la excelente calidad del agua, y el factor tecnológico-científico, con instituciones como el Invap (Investigaciones Aplicadas) y el Centro Atómico, que contribuyen al desarrollo de equipamiento hecho en casa y la Universidad del Comahue, cuya comunidad científica colabora conservando y manipulando genéticamente cepas lupulares de este fruto originario de Europa que encontró acá una tierra fértil para su desarrollo.
En los albores de la década del noventa nació Blest, la primera cervecería artesanal barilochense, que marcaría el rumbo de una incipiente tradición que hoy se ve cristalizada en una gran cantidad de fábricas artesanales, microcervecerías y cerveceros caseros. Se trata de cervecerías multipremiadas y reconocidas internacionalmente, con variedades de impronta única. Son una treintena que están repartidas entre el Distrito Cervecero del centro, el camino al Llao Llao y Circuito Chico, donde las marcas tradicionales y pequeños bares forman un circuito que ofrece diferentes propuestas durante todo el año.
Hay locales que combinan cerveza, gastronomía y visitas a las fábricas, como el caso de Berlina, que tiene su espacio de elaboración y tap room en medio de un paradisíaco rincón de Colonia Suiza. Entre las más recomendadas se pueden mencionar Manush, Wesley, Konna y Bachmann, que tienen locales en el centro. La Cruz, un bar frecuentado por montañistas, a la altura del kilómetro 6. Gilbert, que es un pequeño emprendimiento familiar con restaurante en medio del bosque en el kilómetro 24 del Circuito Chico. Y a las ya mencionadas Blest y Berlina se puede agregar Patagonia, frente al lago Moreno, en el km 24 de Circuito Chico.
La agenda de Semana Santa
En la agenda de actividades para Pascuas se destaca la tradicional Fiesta Nacional del Chocolate, que será desde el jueves 1° al domingo 4 de abril. El Paseo del Chocolate en calle Mitre será el epicentro. Se podrá visitar la Casa del Conejo en el Centro Cívico, que tendrá una decoración especial, igual que las chocolaterías. Además, en cada esquina se ofrecerá a los visitantes una sorpresa distinta e intervenciones artísticas en huevos de pascuas gigantes especialmente decorados.
Las cervecerías también se pliegan con menús y cervezas especiales. En Patagonia inaugurarán los Refugios Domo, un sector para relajar en medio del bosque. Además, se podrá probar la nueva Irish Red Ale, y realizar el tour con Maridaje.
En la agenda de actividades para Pascuas se destaca la tradicional Fiesta Nacional del Chocolate, que será desde el jueves 1° al domingo 4 de abril
En Bachman suman una cerveza negra tipo Porter con chocolate, con aroma a cacao, café y pasas. La familia Bachman fue una de las pioneras en el metié cervecero, comenzaron a elaborar en 1999 y abrieron el primer local y brew pub en 2007 en una casona del barrio Ñireco. Hace unos años sumaron otro bar en el centro. Recientemente, agregaron las latas. Son nueve variedades, y cada envase viene con una acuarela pintada a mano de lugares emblemáticos de la ciudad.
En Manush lanzarán una variedad Milk Stout Chocolate, una reversión de su Milk Stout en colaboración con la chocolatería Rapa Nui, que lleva granos de cacao partido, ideal para acompañar postres con chocolate y carnes rojas grilladas. Además, preparan un menú especial de Pascuas: garrón de cordero para dos, trucha al cartoccio, y un postre especial: crocante de almendras, mousse de chocolate, helado de crema, Franui.
Con espíritu gitano y un toque japonés
“Un artesano es el que mete la mano, el que se basa de herramientas primitivas para hacer algo. El cervecero artesanal piensa más en la variedad de productos que ofrece, y en el espíritu que le pone a la producción”, dice Martín García, alma mater de esta cervecería que recuerda que arrancó en un garage.
Martín es ingeniero en alimentos y comenzó a elaborar cerveza para sus compañeros de la facultad, mientras estudiaba en Mendoza. Una vez que terminó de cursar, se volvió a Bariloche con la idea de montar un emprendimiento en el garaje familiar y con las mismas ollas con las que cocinaba para sus amigos. Al principio vendían pocas cantidades en el refugio Berghof, luego en algunos locales, hasta que dieron con el Pilgrim, una de los pubs más importantes. Tiempo después, abastecerían a casi todos los bares de la ciudad, hasta que en 2011, cuando explotó el volcán Puyehue, alquilaron el local céntrico. “Cerraron trescientos locales y abrieron tres. Y Manush fue un éxito”.
Manush significa “el hombre que se supera” en sánscrito, una palabra traída por gitanos desde la India. Y ese es el espíritu que parece guiar a esta empresa familiar
La fábrica que sucedió al garage primitivo quedó chica y recientemente mudaron la elaboración a otra fábrica, en un predio mayor en Dina Huapi donde planean un tap room con visitas guiadas.
Manush significa “el hombre que se supera” en sánscrito, una palabra traída por gitanos desde la India. Y ese es el espíritu que parece guiar a esta empresa familiar en la que participan los hermanos de Martín, Leticia y Guillermo, y Takeru, el marido de Leticia, un cocinero japonés al que Leticia conoció trabajando en un restaurante de Italia y hoy es el responsable de la gastronomía de autor que destaca en esta cervecería.
Wesley, cabalgatas y cacerolas
“Empecé a hacer cerveza para no comprar más las industriales”, dice Marcos Wesley, más conocido como “Pacu”, uno de los dueños de esta cervecería que abrió en 2014, junto a sus hermanos Santiago y Andrew. “Arrancamos a hacer cerveza hace unos diez años. Hicimos un equipito con ollas en la cocina, después uno de 80 litros súper práctico con rueditas que iba y venía para todos lados. Lo tuvimos cinco años y cocinábamos para nosotros”.
Tiempo después, uno de los hermanos empezó a cocinar intensamente, hizo cursos de cerveza y se propusieron cocinar aún más. “Le copamos el garage a mi viejo, y metimos los tanques ahí”, recuerda Pacu. El viejo es Tom, y su abuelo, Eduardo Wesley, o Teddy, uno de los pioneros de la zona, que compró las tierras en las que Tom fundó las famosas cabalgatas Wesley por donde suelen pasar miles de egresados por año, y en el mismo lugar donde la tercera generación armó la fábrica de cerveza. “Por suerte tuvimos mucho know how de los cerveceros de acá, que nos dijeron que cosas no hacer, que errores no repetir”.
En Wesley no suelen hacer cervezas ni menús especiales para Semana Santa pero si planean un cierre de temporada a toda orquesta en el novedoso Tap Garden que abrieron en la fábrica, en el campo familiar del kilómetro 15 de la Avenida Bustillo.
Blest, los pioneros
La primera cervecería artesanal de Bariloche nació en 1989 de la mano de Julio Migoya, que trabajaba en Invap y en los noventa quedó desempleado, pero con una indemnización que le permitió encarar un emprendimiento. A Migoya le llegó un ejemplar checo sobre elaboración de cerveza, consiguió un traductor y empezó a cocinar. Vivía en Circuito Chico, y ahí vendía sus botellas, pero luego los visitantes pedían comida, y el hombre cortaba unos quesos y salamines. Con el tiempo, el emprendimiento casero creció y Migoya abrió en 1999 el histórico pub del kilómetro 11 de la Avenida Bustillo, que se hizo famoso por la cantidad de servilletas y portavasos con leyendas que dejaban los visitantes y que coparon las paredes. Ese local cerró sus puertas un par de años atrás, y se abrió uno nuevo en kilómetro 4 de la Avenida Bustillo, frente al lago, y otro en el distrito cervecero del centro.
Hoy, el maestro cervecero es “Nacho” Mochcnaz, que aprendió las lecciones de Migoya. “Tengo la suerte de tenerlo a Julio, que es el segundo cervecero artesanal del país. Después, es cuestión de ingenio, prueba y error, mucho cálculo, matemática, química. Y leer, que es fundamental para adquirir experiencia. En Internet hay muchísima información que antes no existía”.
Al principio elaboraban en el viejo local, pero la demanda creció y fue necesario mudar a una gran fábrica. “No existe un parámetro que diga hasta que cantidad sos artesanal. Para nosotros, artesanal es que sea ciento por ciento malta. Las grandes cerveceras usan arroz o maíz para abaratar costos. Hay cervecerías en el país que producen 400 mil litros, y consideramos que siguen siendo artesanales. El cervecero artesanal es muy pasional respecto al producto, que se hace con amor y con pasión. Cuando uno pierde eso, y se empieza a manejar solo con un fin económico pierde la esencia”.