Boulevard Atlántico, el viejo hotel que se resiste a morir en Mar del Sur
Declarado Monumento Histórico Municipal, hace años que el legendario hotel Boulevard Atlántico, símbolo de Mar del Sur, localidad balnearia cercana a Miramar, está cerrado. Pero entre escombros y penumbras, mantiene viva la ilusión de una restauración que pone en riesgo su valor patrimonial y hasta su estabilidad constructiva.
El hotel comenzó a construirse en la segunda mitad del siglo XIX, cuando un grupo de inversores agrupados en el Banco Constructor de La Plata SA, decidió fundar el Balneario Mar del Sur, en el partido de General Alvarado, como una alternativa a la pujante Mar del Plata, el gran balneario que soñaban las clases altas de aquella Argentina opulenta. A unos 15 kilómetros al Sur de Miramar, habían proyectado un sofisticado balneario al que llegarían en tren para alojarse en aquel hotel majestuoso, acorde a su opulencia.
Sin embargo, el banco quebró a causa de la crisis financiera de 1890, el ferrocarril nunca llegó, y de aquel ambicioso proyecto sólo quedó aquella mole recién inaugurada en medio de un desierto de médanos. Con trazos academicistas, el lujoso Boulevard Atlántico Hotel contaba con 76 habitaciones, un gran salón comedor, pisos de pinotea, patios en galería, techos de pizarra negra. Los materiales para su construcción habían llegado en carreta desde Mar del Plata. También contaba con dos canchas de tenis, una de bochas y otra de fútbol.
Curiosamente, apenas inaugurado sirvió de refugio a un contingente de centenares de inmigrantes judíos que hacia 1891 venía huyendo de la antigua Rusia zarista y llegó a Buenos Aires en el vapor Pampa. Luego de viajar en ferrocarril a Mar del Plata, desembarcaron en Mar del Sur en una caravana de sesenta carretas. La suerte decididamente no estaba de su lado. En esos días no sólo debieron soportar un tornado que se cobró algunos muertos, sino también una epidemia de psitacosis que causó la muerte de muchos niños, que fueron enterrados en las cercanías del hotel, sobre las barrancas del arroyo La Tigra.
El hotel fue posteriormente rematado, y sus compradores los reabrieron hacia 1904. Mar del Sur comenzaba a surgir a su vera. Primero llegó la luz eléctrica, luego se construyó la iglesia y el legendario Boulevard, los hoteles y algunos restaurantes. En 1972 compró el hotel Eduardo Gamba, uno de sus propietarios insignia, mientras el hotel continuaba manteniendo las mismas tradiciones de siempre y las familias que se habían convertido en fieles huéspedes regresaban cada verano.
Sin embargo, hacia 1993 volvió la desdicha. Primero fue usurpado, luego los problemas edilicios y de mantenimiento se agravaron con la voladura de los techos debido a una nueva tempestad, hasta que un incendio fue determinante para cerrarlo. Recién en febrero de 1998, Eduardo Gamba pudo regresar a su propiedad, pero ya nada fue lo mismo. En tanto se resolvía la titularidad de su dominio, permaneció al frente como un solitario habitante que mantuvo vivo el lugar con visitas guiadas, reseñas históricas y relatos fantásticos. Consagrado a eternos trabajos de refacción y mantenimiento, logró habilitar el gran comedor como salón para espectáculos y cinematógrafo, a la vez que organizaba visitas guiadas.
La restauración, una obra muy costosa
Desde 1998 los sucesivos dueños vienen estudiando la posibilidad de restaurarlo, tarea que no ha sido fácil hasta ahora debido a lo costoso que resulta restablecer cada una de sus estructuras deterioradas. Para conservar las características originales se comenzó por el frente, donde se iniciaron los primeros trabajos artesanales de ornamentación para reproducir la imagen exacta de lo que hace algunos años era la fachada original y un grupo de escultores trabajó en la puesta en valor del edificio.Siempre se habló del renacimiento del Hotel Boulevard Atlántico, como un icono fundamental de Mar del Sur. Hubo promesas y más promesas, hasta que sería un hotel boutique pero todavía no pudieron reabrirlo.
"En 2012 el hotel cambió de propietarios y el grupo Marum comenzó a trabajar en la propiedad. Hasta que fueron vendidos los derechos, las visitas las guiaba el dueño, Eduardo Gamba y en alguna época también Pedro Basili. Obviamente se cobraba una pequeña suma de entrada para el mantenimiento, pero de poco servía debido a las dimensiones y antigüedad del edificio que nunca tuvo apoyo económico estatal para su protección", apunta Liliana Olivieri, profesora de historia y geografía y vecina de Mar del Sur que por estos días se dedica a la investigación patrimonial y trabaja en un libro sobre la villa.
Por las irregularidades en los trabajos de renovación y por no respetar el valor patrimonial de la construcción originaria, la Municipalidad paralizó las obras que había comenzado el grupo Marum.El actual dueño se dice que es Domenicone, este señor habría comprado los derechos de parte del hotel al grupo Marum y la herencia vacante de otra parte de la propiedad.
Según consignó en 2018 el Colegio de Arquitectos local, el edificio estaba sufriendo, hace aproximadamente 6 años,+ demoliciones, desmantelamientos y alteraciones que no sólo afectaban gravemente su valor patrimonial sino que, por haberse ejecutado sin supervisión técnica ni control municipal reglamentario, se estaba poniendo en serio riesgo su estabilidad constructiva.
"En la actualidad se observan nuevamente los balcones pintados de blanco, se ha arreglado el frente, los extremos del techo y se está trabajando en el interior. Si bien en el frente faltan las ventanas, se ha construido el piso, el techo de la planta baja y se está trabajando en los balcones. Sin embargo, como no se respetó la arquitectura originaria, el valor patrimonial del edificio se ha perdido, como una verdadera oportunidad de contar con una construcción representativa de una época. Esperemos que un viento fuerte no termine con la parte superior que se ve bastante deteriorada", concluye Olivieri sobre el estado actual de este hotel que incluso ha inspirado el rodaje de dos documentales: Balnearios (2001), de Mariano Llinás y El último pasajero (2012), de Mathieu Orcel.
Así, como un Titanic encallado en la arena, el Boulevard Atlántico sobresale en el horizonte como una aparición anacrónica que estremece por su decrepitud, su esplendor y su desmesura.