Cómo es Foster, el restaurant sin mozos a la vista del centro porteño
Siete pantallas están disponibles para que cualquier transeúnte que tenga hambre ingrese, haga su pedido eligiendo opciones en la pantalla táctil, pague con tarjeta de crédito y espere -no más de tres minutos, aseguran- su pedido en el salón lindero: allí un panel con 18 cajas automáticas se van llenando con el nombre del usuario que minutos atrás encargó la ensalada, el wrap o el café con algo dulce.
Cuando aparece el nombre en el box transparente, el contenedor se abre con un clic, y allí está la bandeja con el pedido, para llevar o comer en una de las mesas o barras que hay dispersas por los dos pisos del edificio.
El espacio es amplio, luminoso y tiene un aire a Starbucks, aunque su propuesta gastronómica es más parecida a Green Eat. La primera sucursal inauguró hace tres semanas en Tucumán 422, en un edificio de 1922 que es patrimonio cultural y que antes era ocupado por Le Bar. Por el momento su horario está reducido de 10 a 18, pero contemplan ampliarlo en breve de 8 a 19.30 horas. El servicio funciona rápido, la comida es de buena calidad y las opciones, por ahora, son acotadas. Los precios están bien: un pollo al curry a 89 pesos, una ensalada de Salmón Gravlax (un marinado nórdico) acompañada con salsa y semillas a 140 pesos, y una pasta integral italiana a 118 pesos. Para beber hay aguas, limonadas y jugos naturales, como por ejemplo "Raw Beet", a 73 pesos, una mezcla de remolacha y naranja. Un café lungo tiene un precio de 45 pesos y una porción de "Carrot Fuel", 56 pesos. La presentación de la comida es adecuada, con materiales de plástico o cartón.
La idea no es nueva pero sí innovadora. Otras compañías como McDonald's también permiten hacer los pedidos usando una pantalla. Y el modelo Eatsa de entrega automatizada de alimentos, idéntico al de Foster, existe desde 2015 en Estados Unidos, pero Foster es el primer restaurant automático de la Argentina y América latina. Su génesis nació hace dos años de la mano de un grupo de emprendedores que, con empeño y paciencia, desarrollaron el sistema virtual y real para convertirse en el primer fast food sin mozos de la región.
Para hacerle honor a su mote de empresa tecnológica, además del Wi-Fi hay puertos USB para que los comensales puedan cargar sus dispositivos mientras permanecen allí. El espacio también albergará exposiciones para difundir artistas emergentes. Eso sí, para ir al baño hay que bajar al subsuelo, dato indispensable a calcular si el lugar de encuentro es el primer piso.
La manera de pagar es con plástico: tarjeta de crédito, débito o MercadoPago. Según informó a LA NACION Paula Arregui, senior VP de Producto de Mercado Pago, está en sus planes incorporar tarjetas prepagas e incluso la SUBE para poder abonar en este local.
El precedente del bar automático
En el mundo hay otros sistemas similares, como Scott Drummond y Tim Young o Baton Gourmet, una caravana automática que expende comidas y pueda ubicarse en aeropuertos, hospitales u oficinas, cuáles máquinas de golosinas o gaseosas.
En Estados Unidos, desde 1902 hasta 1991, funcionó Horn & Hardart, y fue uno de los restaurantes más innovadores de principios de siglo. Claro que no había software ni pantallas táctiles para la comida, sino un expendedor de acero y vidrio que aceptaba monedas para que el comensal pudiera elegir lo que quería comer eligiendo cada ingrediente en una caja distinta. Lo llamaban "un espectáculo de magia con comida" y en las revistas de la época se lo ve muy similar al que se acaba de inaugurar.
En la Argentina, los bares automáticos debutaron con la llegada del Bar Automat Europa, en 1907, a pocas cuadras de donde funciona Foster: en Bartolomé Mitre 463, como recuerda el historiador Daniel Balmaceda.
Sin mozos, pero con asistentes
Foster no tiene mozos ni camareros a la vista, pero consultados por LA NACION, sus directivos aseguran que la cantidad de empleados supera al de un restaurant tradicional. Además del personal que asiste a los clientes para interactuar con el menú digital en las pantallas, hay ingenieros en sistemas y analistas de datos que se ocupan del testeo y actualización del software, porque la idea es crecer. También está el chef y sus ayudantes detrás del panel donde se sirven las comidas, preparando los diferentes menús.
La idea de Foster no es sólo establecerse y crecer con sucursales en otros barrios porteños o en alguna provincia, sino desarrollar de modo tal el sistema que pueda aprender del perfil de cada cliente. Al igual que la pantalla principal de Netflix muestra a cada usuario información según sus gustos, apuestan a ofrecerle al cliente habitué un menú personalizado según vaya consumiendo almuerzos, desayunos o meriendas.
Durante la presentación a la prensa, Martín Zucker, uno de sus fundadores, hizo hincapié en los planes de la empresa con respecto al menú saludable y gourmet así como su propuesta de ofrecer sopas todo el año, sin dejar de ser una empresa de comidas rápidas. El otro diferencial, según sos otros co-fundadores Guido Stella y Mariano Fernández, es que además de ser una compañía de gastronomía son una de tecnología. Por eso el sistema estará en constante supervisión para recibir actualizaciones e ir mejorando en su usabilidad. En el futuro cercano planean lanzar una aplicación para poder pedir el menú a distancia y retirarlo a una hora pautada, facilitando la vorágine de almorzar en el centro en pocos minutos.
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