Transpirar elimina más grasa y otros mitos de la actividad física para desterrar
Los mitos son sumamente frecuentes en medicina. La práctica médica existe desde que el hombre inició su historia más ancestral, de hecho la medicina ha sido en sus comienzos fundamentalmente de orden mágico. De ahí la existencia de la figura del médico brujo, chaman, sabio, curandero etc. según su denominación en las distintas civilizaciones tanto en oriente como en occidente. Sin duda un enorme salto con afán de acercar la medicina a la ciencia ha sido dado en la Antigua Grecia. Los filósofos griegos fueron hombres que convirtieron los mitos de las tradiciones ancestrales en conocimiento o “logos”. Esto, claro está, alcanzó también al “arte de curar”. Sin embargo el saber popular no sólo conserva algunas creencias o mitos, sino que incluso ha desarrollado algunos nuevos que la gente cree simplemente porque resultan razonables popularmente o coloquialmente hablando. Un día hablaremos sobre los mitos en las distintas áreas de la medicina general, hoy lo haremos con algunos de ellos relacionados particularmente a la actividad física.
Varias veces en estas columnas hemos remarcado la importancia de la actividad física. Tanto es así que no es desmesurado afirmar que sencillamente caminar, que es una actividad física aeróbica, marca la diferencia entre la salud o bienestar con la enfermedad o malestar. Créame que no estoy exagerando. Si bien afortunadamente cada vez más personas intentan salir del sedentarismo esto sigue siendo un desafío y alrededor del mismo se generan muchos mitos.
Los mitos de los que inician una actividad física
El primero de ellos al que quiero hacer mención es a la creencia de que mientras más se “transpira mejor” porque de este modo se elimina más grasas. Es más, más de una persona se abriga intencionalmente con la finalidad de transpirar más y no es raro verlos en días de calor y peor aún a pleno sol del mediodía correr en las plazas buscando transpirar lo más posible. Estamos en presencia de un claro mito, porque la anterior convicción es falsa. El hecho de elevar la temperatura corporal lo único que puede lograr es una desproporcionada pérdida de líquidos y sales corporales. Esta situación puede condicionar taquicardia, disminución de la presión arterial e incluso desmayos. Además se produce una alteración en el equilibrio de las sales del cuerpo, principalmente el sodio y el potasio, cuyo equilibrio corporal es esencial para el correcto funcionamiento de nuestro organismo. La realidad es que transpirar en nada se relaciona con el metabolismo graso.
Otra creencia popular sobre todo en aquellos que recién inician la actividad física es suponer que si después de realizarla tenemos dolores corporales entonces ha sido productivo. Respecto a esto quiero aclarar que ningún dolor indica algo bueno. De hecho el dolor es un síntoma de alarma con el que cuenta nuestro organismo para avisarnos que algo está funcionando mal. Una actividad física adecuada no debe producir dolor. Esto no quiere decir que si usted realiza actividad física, sobre todo si recién ha iniciado un programa sistemático de ejercicio, pueda sentir algún tipo de sensación de cansancio o molestia muscular. Pero quiero ser claro: no debe existir dolor, particularmente debo decir que no es el dolor la indicación sintomática del hecho de haber realizado una adecuada actividad física. Creer que el dolor indica que se ha realizado actividad física en forma correcta y productiva es un hecho falso, es un mito.
Una creencia popular típica, a parte de las mencionadas, es, sobre todo para aquellos que quieren bajar esa “panza”, la que dice que sólo con la realización intensa de ejercicios abdominales se puede reducir la grasa abdominal. La verdad es que la realización de abdominales sin duda es un ejercicio de musculación conveniente, pero en lo absoluto es el único mecanismo por el cual vamos a reducir la grasa abdominal. La grasa abdominal forma parte de la composición grasa de todo nuestro organismo y su disminución depende del balance entre el ingreso de calorías y el consumo metabólico diario de nuestro organismo. Dicho de otro modo resulta ser un equilibrio entre la ingesta calórica de la alimentación en relación a la actividad física. Es por ello que un programa de nutrición acompañado de actividad física adecuada disminuye la proporción de grasa corporal total incluyendo claro está la localizada a nivel abdominal. Pero afirmar que solamente con actividad de ejercicios físicos abdominales se reduce el abdomen claramente no es verdadero.
Otro mito es el convencimiento de que la natación afloja los músculos, que saca fuerzas. Esto es notoriamente falso. El agua ofrece resistencia a la actividad física y produce un consumo de oxígeno constante por lo cual es considerada una actividad física aeróbica. En lo absoluto disminuye la fuerza muscular. Además tiene una ventaja adicional y es el hecho que al estar en el agua nuestro metabolismo aumenta en la medida que se requiere aumento del consumo de energía para mantener nuestra temperatura corporal. Es justamente por ello que la actividad en el agua es la elegida para programas de disminución de peso ya que una hora en el agua aunque uno estuviese absolutamente quieto requiere un consumo metabólico de energía mayor que cuando estamos a temperatura ambiente. Es por ello que se incluyen en este tipo de actividad física en programas de reducción de peso y sobre todo en obesidad infantil donde jugar en una pileta no sólo requiere el consumo metabólico de la actividad física sino aquel necesario para mantener la temperatura corporal.
Hemos deshecho así algunos de los mitos de la medicina que alcanzan a la realización de ejercicio físico. No quisiera terminar esta columna sin enfatizar una vez más la importancia de combatir el sedentarismo realizando actividad física aeróbica regular. Así su cuerpo y su mente funcionarán mejor.
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