Con los snacks, las galletitas dulces y las golosinas, las bebidas azucaradas forman el "combo" de la dieta de adultos y chicos que está disparando sin freno las cifras de sobrepeso y obesidad en el país. Pero son esas bebidas las que lideran ese consumo: el 37% de los argentinos las ingiere a diario y sus principales promotores son la publicidad y la disponibilidad, sobre todo en las escuelas y los barrios más vulnerables, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS) de este año.
"Aunque el consumo de bebidas azucaradas no es el único factor que causa sobrepeso y obesidad, hay estudios que muestran que contribuye con casi el 40% del consumo total de azúcar en la Argentina", explica Andrés Pichon-Riviere, magister en ciencias en epidemiología clínica de la Universidad de Harvard y director ejecutivo del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS). Y agrega que hay "abundante evidencia" de la relación entre el consumo, la obesidad y enfermedades asociadas, como las complicaciones cardiovasculares, la diabetes y el cáncer.
Ante este escenario, que se replica en la región, el IECS llevó adelante un estudio en la Argentina, Brasil, El Salvador y Trinidad y Tobago para determinar cuáles son las medidas más efectivas que podrían aplicar las autoridades sanitarias nacionales con alto impacto en salud pública para desalentar el consumo excesivo de esos productos, sobre todo en los más jóvenes.
De acuerdo con la ENNyS 2019, en los barrios con menores ingresos se consume el doble de bebidas azucaradas que en los sectores más ricos. Y, en general, los chicos y los adolescentes ingieren un 40% más cantidad que los adultos. A uno de cada cuatro alumnos se las ofrecen en las escuelas. Y son, con las golosinas, los productos que más compran los chicos.
En la primera etapa de la investigación del IECS, que cuenta con financiamiento del Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo (IDCR, por su sigla en inglés) de Canadá y se conoce horas antes del Día Mundial de la Obesidad, se revisaron distintas estrategias de salud pública aplicadas, incluidas las que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que se aplicaron en países como Chile y México.
Identificaron cuatro políticas de alto impacto no sólo sanitario, sino también económico en la atención de las complicaciones asociadas, de acuerdo con 75 estudios publicados y más de una decena de informes de recomendaciones de agencias y organismos internacionales. Las bebidas azucaradas a las que, de acuerdo con el estudio, deberían aplicarse estas estrategias incluyen a las gaseosas, los jugos (líquidos y en polvo), las bebidas energizantes, las aguas saborizadas y las bebidas deportivas.
Como ejemplo, Andrea Alcaraz, que es cardióloga especializada en efectividad clínica y participa del estudio, señaló un mito muy común.
"Está instalada la idea de que los jugos de frutas que se venden «en cajita» son saludables, pero aportan tanto o más contenido de azúcar que las gaseosas regulares –indicó la investigadora del IECS–. El azúcar de todas las bebidas azucaradas no solo favorece que aparezcan caries, sino que contribuye de manera decisiva con la obesidad y con el aumento de muchas enfermedades crónicas y muertes prematuras. Por eso, desde una perspectiva de salud pública, es importante impulsar una combinación de distintas políticas públicas que apunten a limitar la ingestión de estas bebidas y que hayan mostrado su efectividad en otros ámbitos."
Las cuatro estrategias
1.Educación y modificación del entorno escolar obesogénico
Esta medida incluye prohibir la venta de bebidas azucaradas en los kioscos de las escuelas y sus alrededores, además de que todas las escuelas dispongan de bebederos con agua potable, lo que sólo ocurre en el 5,6% de las escuelas y el 57% de los chicos tiene acceso a agua potable en horario escolar. Además, en las aulas debería enseñarse sobre buena nutrición y el daño asociado con el consumo excesivo de bebidas azucaradas, con talleres para poner en práctica esa información y promover la modificación de conductas, sin dejar afuera a la familia.
En el país, según revelaron esta año las encuestas nacionales de salud, el 80% de las escuelas tiene por lo menos un kiosco: el 81% vende bebidas azucaradas y el 59% además las publicita, aun cuando la ley 26.396 para la prevención y el control de los trastornos alimentarios que se sancionó en 2008 determina que los kioscos escolares tienen que ofrecer productos saludables y variados.
Los principales obstáculos para implementar esta medida, que se aplica en Chile desde 2016, incluye no sólo la resistencia de la industria y los dueños de esos quioscos o cantinas, sino también la falta de control del cumplimiento de las normas vigentes además de su adecuada reglamentación.
2. Prohibición de la publicidad, la promoción y el patrocinio
La relación entre la exposición a la publicidad de alimentos no saludables, la mala alimentación y el aumento de peso está demostrado, como así también la orientación del marketing especialmente a los chicos y los adolescentes.
En el país, esos avisos deben reunir requisitos, de acuerdo con la Anmat: no deberá ser "encubierta, engañosa, indirecta, subliminal o desleal" ni afectar la salud pública, mientras que el Consejo de Autorregulación Publicitaria promueve la autorregulación publicitaria que adhiere a esos requisitos, en especial cuando el objetivo son los menores. Pero, el incumplimiento de esas normas permite promocionar productos de bajo valor nutritivo, entre los que prevalecen las bebidas azucaradas, en 9 de cada 10 alimentos publicitados durante la emisión de programas infantiles.
La evidencia evaluada, de acuerdo con el equipo del IECS, sugiere que esa exposición podría reducirse con "normas legales que restrinjan la difusión de esos productos".
Las principales barreras detectadas para implementar esta estrategia incluye dejar en manos de terceros que no sea el Estado con un objetivo de salud pública la regulación de la publicidad, la promoción o el patrocinio de los productos, como así también la difusión a través de las redes sociales y los auspicios de eventos y en medios masivos de comunicación.
3. Etiquetado nutricional frontal
La ubicación más efectiva de la información nutricional en el caso de las bebidas azucaradas, de acuerdo con la investigación del IECS, es la frontal, única y obligatoria, de advertencia gráfica. Ni en el costado ni en la parte de atrás. El más simple sería el octógono con la leyenda "Alto en azúcares".
Para los autores del estudio, esto "permite comprender, de manera rápida y clara, qué bebidas tienen alto contenido de azúcar, ya que expone la información en un lugar visible con una advertencia gráfica. Este etiquetado debería promoverse para todos los alimentos, no solo las bebidas", sostienen.
Recuerdan, además, que en la Argentina "sólo se exige que los envases de bebidas y alimentos contengan información nutricional, datos que se colocan en el dorso de los productos y se brindan de un modo que resulta difícil de interpretar. La información que hoy presentan los productos alimentarios en el país no es efectiva para logra un consumo más saludable o para advertir a la población sobre cuáles de ellos tienen niveles elevados", afirman desde el IECS.
Los principales obstáculos para implementar el etiquetado frontal claro y uniforme incluyen desde la oposición política de las provincias productoras de azúcar hasta la interpretación de una norma del Mercosur y el lobby para que el etiquetado asocie lo menos posible un producto con los riesgo para la salud.
4. Aumento de impuestos
"La evidencia demuestra que el aumento de los impuestos reduce el consumo", afirman desde el IECS. Elevar el precio de venta en por lo menos un 20%, con su actualización por inflación y de acuerdo con la cantidad de azúcar que aporten (a mayor contenido, más caro es el producto), reduce el consumo.
En el país, el costo de las bebidas azucaradas se ubican entre los más bajos de América latina. "El impuesto que pagan oscila entre el 8 y 10% del precio de venta al público. Y los productores tienen la posibilidad de bajar aún más este impuesto, mediante el añadido de un porcentaje ínfimo de jugo de frutas a la fórmula", explican los autores.
Los principales obstáculos para implementar esta estrategia incluyen el rechazo de la población a los impuestos que elevan los precios de los productos que compra habitualmente al desconocer los beneficios para la salud, el impacto que pudiera tener la medida en los puestos de trabajo de las provincias azucareras y la oposición de la industria.
"Hay distintos estudios y experiencias en la región que muestran que esas cuatro medidas son efectivas –explica Alcaraz–. En 2016, por ejemplo, Chile introdujo un etiquetado frontal con octógonos negros que demostró reducir el consumo de bebidas azucaradas. También reglamentó una restricción de la publicidad dirigida a menores de 14 años para los alimentos altos en azúcar, grasas, sal y calorías, que tuvo muy buena aceptación. Y en 2014, México aumentó los impuestos, con una disminución en las ventas de entre el 5,5 y 9,1%."
Un consumo peligroso, en cifras
Ingerir azúcar en cantidades excesivas aumenta el riesgo de caries y de exceso de peso, lo que a la vez promueve la aparición de enfermedades crónicas como diabetes, trastornos cardiovasculares y cáncer, con sus complicaciones asociadas, incluida la muerte prematura.
En nuestro país, de acuerdo con los resultados de las encuestas nacionales de salud difundidas este año:
- El 35% de los menores de 5 años ingiere, en promedio, 1,5 vasos de bebidas azucaradas por día
- Los adultos beben un vaso por día de bebidas con alto contenido de azúcar
- El 48% de los chicos y los adolescentes consumen dos vasos por día de esos productos
- La población consume unos 150 gramos (30 cucharaditas) de azúcar por día, tres veces más que lo recomendado (50 gramos o 10 cucharaditas). Las bebidas azucaradas aportan el 40% de ese consumo.•Los argentinos ingieren unos 131 litros de bebidas azucaradas por persona, que es el consumo mundial más alto
- El 21,5% de los adultos compró en la última semana un producto porque vio una publicidad, mientras que el 23,5% de los padres compra un producto porque sus hijos lo pidieron luego de verlo publicitado en la última semana
- Apenas el 13% de la población comprende la información nutricional de los envases
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