La Paternal: un patio secreto para celebrar la ceremonia del asado
Padre e hija se unieron y crearon una parrilla a puertas cerradas en el patio de su casa familiar
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En una calle tranquila de La Paternal, en la que los chicos todavía juegan a la pelota en la calle y los vecinos lavan sus autos al sol, existe un patio secreto que reedita la lenta ceremonia del asado. Fuego a leña, cocción de más de 4 horas para las piezas de carne y el parrillero pasando por las mesas para preguntar si todo está bien o si hace falta algo. Es el Patio de Mabel, que Luciano creó junto a su hija Malena hace unos tres años.
“Perseguir un sueño y cumplirlo”, con esta frase resume Luciano su emprendimiento de parrilla a puertas cerradas que construyó junto a su joven hija en el fondo de una casa de 110 años, donde pasó su infancia.
Mabel, su guía
Todo arrancó tras la muerte de su madre, Mabel, en el 2018. En ese momento, Luciano hizo un vuelco en su vida. Dejó su trabajo en el Banco Hipotecario tras 14 años y se puso a idear su parrilla a puerta cerradas en el fondo de la casa familiar. Para eso, tentó como compañera a su hija Malena, que en aquel momento tenía 18 años y recién había terminado el secundario.
“Yo lo venía comentando con mi mamá hacía unos años. Su muerte me sorprendió, pero también me dio fuerzas para crear El Patio de Mabel. La primera vez fue un asado para siete personas en el que hice tres veces más de comida –recuerda Luciano, mientras custodia los costillares al fuego-. Y de ahí no paramos de crecer hasta tener el patio completo cada fin de semana”.
Malena tiene 21 años y secunda a Luciano en la parrilla, además de ayudar con las mesas y recibir a los clientes en la puerta de la casa. “Es también la casa de mi infancia. En ese comedor hacíamos las pijamadas con mi amiga que ahora también es moza del Patio”, cuenta la chica, mientras da vueltas unas verduras de la parrillada vegetariana que ofrecen en el Patio de Mabel.
Padre e hija casi ni hablan durante el trabajo. Se entienden solo con la mirada. Luciano, parrillero, se ocupa de los costillares y el vacío de cocción lenta. Más las achuras, los chorizos y las morcillas. Malena está con las verduras y las papas al plomo que sirven de guarnición.
Luciano viene de cuna de gastronómicos. Su mamá, Mabel, le pasó los secretos para las empanadas y las berenjenas al escabeche que sirve en el patio. Cacho, su papá, que también supervisa todo lo que sucede en el fondo de su casa, tuvo restaurantes en Punta Mogotes, Mar del Plata, y los clásicos buffet de clubes, entre ellos el de Argentinos Juniors. “Yo me crié en las cocinas de los restaurantes de mi viejo, mirando como trabajaban los cocineros”.
Sobrevivir a la pandemia
Luego de un año abierto en el que crecían los clientes, llegó la pandemia de coronavirus y las restricciones pegaron duro en el patio. “Hicimos delivery y con eso más o menos pudimos sostener la estructura –recuerda Luciano-. Y aprovechamos para prepararnos para cuando se pudo volver a abrir”.
Así, el sector de parrilla está en plena construcción: el proyecto es agregar un horno de barro para pizzas y empanadas, además de una freidora para ofrecer papas fritas de guarnición.
“Tratamos de ofrecer una experiencia de asado diferente, no el clásico vuelta y vuelta de los cortes de las parrillas de barrio –explica Luciano-. Por eso tenemos, costillar y vacío de cocción lenta. Son unas 5 horas a las brasas de leña y carbón”.
Cada mesa, una ceremonia
Las mesas están desparramadas por todo el fondo de la casa de La Paternal. Quedan debajo de un frondoso jazmín chino y de unas sombrillas blancas que sirven para reparar a los clientes del sol primaveral. Se ven familias completas (abuelos, padres e hijos pequeños) que disfrutan del sábado. Carmen, de 72 años, lleva a su nieto de 2 años a visitar al parrillero. Luciano los recibe con una sonrisa. “Es la segunda vez que venimos y la verdad es que nos sentimos como si comiéramos asado en casa –relata la abuela a LA NACIÓN, mientras cuida a su nieto-. Me hace acordar cuando yo era chica y hacíamos asado en los bosques de Ezeiza toda la familia junta”.
El Patio de Mabel ofrece un menú en pasos que arranca con berenjenas en escabeche, sigue con una tabla de achuras y culmina con el costillar y el vacío de cocción lenta. De postre, Laura, hermana de Luciano, prepara peras al borgoña.
Un grupo de amigos se da cita en el patio en un ritual que tratan de repetir lo más seguido posible. “Con la pandemia nos veíamos menos y este patio nos hizo reencontrarnos. Acá podemos charlar sin que nos estén echando”, se entusiasma Ignacio, mientras choca su copa de vino tinto con hielo con sus amigos.
En la última mesa, junto a la zona de la parrilla, debajo de un jazmín chino a punto de florecer, Viviana festeja su cumpleaños. Armó una mesa de unas 10 personas en un sector del Patio al que Luciano llama el VIP. La joven recibe a sus invitados y en la mesa ya arrancaron con las achuras y el vino. “Fue lindo poder armar esta reunión después de todo lo que pasamos con el coronavirus”, resalta Viviana.
Cuando promedia la tarde, Luciano pasa mesa por mesa para saludar y preguntar cómo anduvo todo. “Por suerte, recibo aplausos y felicitaciones. Esa caricia al alma es muy importante para que cada finde me vuelva a poner el delantal y prender los fuegos”, se sonríe el parrillero y le guiña el ojo a su hija.
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