Inmunonutrición: cuáles nutrientes refuerzan más nuestras defensas y qué alimentos priorizar en medio de la crisis
Especialistas confirman la relación existente entre lo que comemos y la protección contra enfermedades; consejos para tener en cuenta
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La inmunonutrición emergió en los años 70 como un área de la nutrición que investiga la relación entre lo que comemos y la capacidad de respuesta de nuestro sistema inmunitario ante las agresiones externas. Sucede que lo que ingerimos en calidad de alimento afecta nuestras defensas y puede volvernos más vulnerables ante posibles enfermedades o, por lo contrario, ayudarnos a mantenernos sanos por períodos más prolongados.
En el contexto actual de inestabilidad económica, con precios de alimentos que varían a diario y la necesidad de elegir qué llevar y qué dejar convertida en un acto cotidiano, conocer aquellos nutrientes, aminoácidos y vitaminas que no deberían faltar en la dieta para mantener nuestro organismo con defensas elevadas cobra aún más importancia.
En diálogo con LA NACIÓN, distintos profesionales de la salud confirmaron la relación existente entre lo que ingerimos y nuestro sistema inmunitario, y explicaron por qué los alimentos ultraprocesados son los más perjudiciales.
“La inmunonutrición es la ciencia de la nutrición que se basa en el estudio y el cuidado del sistema inmunológico, es decir, de nuestro sistema de defensa general y en el rol que los alimentos juegan en el desarrollo y prevención de este sistema. ¿Por qué? Porque entre los alimentos que ingerimos a diario hay ciertos nutrientes que son inmunocontroladores a cargo de la inmunoregulación”, introdujo Luciana Pozzer, nutricionista y autora de Más allá del peso y Palabras que nutren.
Ramiro Heredia, médico clínico del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), dijo que “el concepto de inmunonutrición se trata de aplicar a cualquier situación en la que se utiliza nutrientes en particular para modificar las respuestas inflamatorias o inmunitarias. La evidencia científica al respecto todavía está en revisión”.
“El estudio de la inmunonutrición también surge a partir de intentar mejorar la evolución de los pacientes luego de cirugías y en estado crítico, que a menudo requerirán un suministro exógeno de nutrientes a través de las vías parenteral (endovenosa) o enteral (por sondas en estómago o intestino). En algunos trabajos se ha visto que el adicionar a las fórmulas nutricionales usadas en pacientes críticos distintos nutrientes, como ciertos ácidos grasos, arginina y nucleótidos, podría reducir la incidencia de distintas complicaciones infecciosas”, agregó.
El poder de los alimentos
Desde el Departamento de Alimentación y Dietética del Hospital de Clínicas de la UBA, la nutricionista Stefanía Giselle Lazzaro indicó que “los alimentos están conformados por distintos nutrientes” y que algunos de ellos poseen mecanismos específicos que “actúan por distintas vías, inmunes e inflamatorias, y se los denomina inmunonutrientes”.
“Ya se han estudiado algunos nutrientes específicos responsables de la influencia sobre la activación de vías antiinflamatorias; entre los más conocidos, se encuentran los ácidos grasos Omega 3. En paralelo, se encuentran en investigación los prebióticos y probióticos, siendo insuficiente al momento la información disponible para brindar una recomendación exacta”, detalló Lazzaro. Y destacó: “No existe un único nutriente responsable de la inmunidad y siempre es necesario evaluar todo el contexto alimentario de la persona, englobado en un patrón de alimentación saludable”.
También cumplen una función muy importante en la inmunonutrición las vitaminas A, C y D; el hierro, el zinc, un amplio grupo de aminoácidos y el selenio, entre otros elementos claves.
“El Omega 3 –retomó Pozzer– tiene un alto grado de poder antiinflamatorio y se puede encontrar en pescados, mariscos, en nueces y maní (entre los más económicos dentro del grupo de frutos secos) y en semillas de lino y chía, entre otras”.
“El sistema inmune es una compleja red de células, tejidos, órganos y distintos tipos de moléculas, como los anticuerpos y citoquinas, que tiene como función defender al organismo de las infecciones por virus, bacterias, parásitos y hongos. A su vez, se encarga de eliminar toda célula que reconozca como extraña, por ejemplo, las células tumorales o cancerígenas: es el sistema inmune el encargado de protegernos contra el cáncer”, especificó Heredia.
“En ciertas situaciones, el sistema inmune reconoce como extrañas a moléculas que son inocuas para la mayoría de la población y genera una respuesta anormal contra estas, como sucede con las alergias o la enfermedad celíaca. Otras veces el cuerpo reacciona contra moléculas expresadas por las células humanas normalmente y genera una reacción contra estas, anormal. Ejemplo de esto son las enfermedades autoinmunes, como el lupus y la diabetes tipo 1″, añadió.
Heredia afirmó que nuestro sistema inmune “tiene una relación directa con nuestro estado nutricional”. La llamada “malnutrición”, dijo, se refiere a las carencias, los excesos y los desequilibrios de la ingesta calórica y de nutrientes de una persona y trae como consecuencia tres grandes grupos de afecciones:
1. La desnutrición
2. La malnutrición relacionada con los micronutrientes (carencia o exceso de vitaminas o minerales importantes)
3. El sobrepeso o la obesidad
“Todas estas condiciones están relacionadas con una inadecuada respuesta inmune, mayor inflamación sistémica crónica y, por consiguiente, mayor predisposición a las infecciones y al cáncer, y al mismo tiempo a dar una respuesta general menos favorable ante cualquier tipo de enfermedad. En tanto, una alimentación saludable ayuda mantener un estado nutricional adecuado, a que nuestro sistema inmune pueda hacer frente con eficiencia a los microorganismos, patógenos y células malignas con que se enfrenta”.
Alimentos y factores que influyen positivamente
Los profesionales consultados coinciden en que los factores claves para mantener un cuerpo saludable dependen de una adecuada ingesta de legumbres, frutas y verduras, ricas en minerales y vitaminas, y un menor consumo (o eliminación) de los alimentos ultraprocesados.
De acuerdo con Pozzer, los ultraprocesados “nos perjudican porque son alimentos a los que la industria alimentaria agregó sodio, jarabe de glucosa, conservantes, estabilizantes, colorantes, entre otras sustancias, haciendo que pierda su calidad de alimento y pase a ser un producto. Teniendo en cuenta la frecuencia de consumo, puede afectar nuestro sistema inmunitario; hay que reducirla o, si es posible, suprimirla”.
Lazzaro coincidió y advirtió que el consumo de ultraprocesados expone al organismo a un mayor riesgo “por su alto nivel en calorías y bajo valor nutricional debido a sus elevados niveles de grasas, azúcares y sal”. También señaló que “el consumo excesivo de carnes rojas grasas y/o cereales refinados (con mayor molienda y menor calidad nutricional) se relacionan con una mayor inflamación, incrementando el desarrollo de enfermedades crónicas”.
“Hoy en día, existe un alto consumo de estos alimentos, por lo que es imprescindible el cambio de hábitos a fin de mejorar la inmunidad y la salud en general. La guía de un profesional especializado en nutrición es crucial para facilitar ese camino”, reflexionó.
En tanto, los nutrientes imprescindibles para el sistema inmunológicos son:
- La vitamina A es fundamental para la integridad de las membranas mucosas, como las de nuestro aparato respiratorio y tubo digestivo, una barrera natural y eficiente contra las infecciones, así como para la maduración de los glóbulos blancos –y de los linfocitos en particular– producidos en la médula ósea.
- El complejo de vitaminas B (B6, B9 o ácido fólico, B12), también importante para la síntesis y maduración de los glóbulos rojos y blancos, al ayudar en la síntesis de ADN.
- Se estudia al zinc y a la vitamina C (ácido ascórbico) por los efectos para la prevención y el tratamiento de las enfermedades virales. Se supone que el zinc aumenta capacidad de las células polimorfonucleares para combatir las infecciones, mientras que el ácido ascórbico es un antioxidante que puede desempeñar un papel en la respuesta inmune. La evidencia limitada sugiere que altas dosis de ácido ascórbico y zinc pueden reducir la duración de los síntomas del resfriado común y disminuir la gravedad de los mismos. Se encuentra en semillas de calabaza y girasol, en los huevos, en la espinaca, en el pepino, en distintos cereales integrales (como avena y arroz integral), entre otros.
- La vitamina C, además, es una de los factores básicos que ayuda a mantener los componentes de la inmunidad innata y adaptativa; cuando escasean, el sistema inmunológico se deprime. A su vez, su déficit produce escorbuto, una enfermedad que se caracteriza por trastornos en la coagulación que predisponen a sangrados, así como a la pérdida de la integridad de las membranas mucosas.
- La vitamina D suele actuar en forma conjunta con la vitamina A. Estudios in vitro mostraron que la vitamina D disminuye la proliferación de células cancerosas, aunque esto no se ha podido probar aún en humanos. Respecto de las células del sistema inmune, la vitamina D tiene efectos en la mayoría de estas.
- La vitamina E es un potente antioxidante que permite proteger a las membranas celulares contra el daño generado por los radicales libres. Se cree que tiene también importantes funciones en la respuesta inmunitaria.
- El hierro se puede incorporar a través de la carne, hojas verdes y legumbres, entre otras formas. Hay carnes como el hígado que contienen un gran valor nutricional y mantiene, en general, un costo más accesible que otros cortes. La sugerencia que hace Pozzer es tratar de incorporarlo como alternativa a través de salsas o en forma de paté luego de haber sido procesado.
Por último, entre los factores que influyen positivamente en nuestros sistemas inmunes, Heredia destacó el ejercicio regular, el consumo moderado de alcohol, no fumar y la dieta variada y saludable.
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