El reducto incluido en el croquis original del Centro Cívico de Bariloche que funcionó solo unos años y ahora buscan recuperar
Una gestora cultural, junto con descendientes de Ernesto de Estrada y los primeros concesionarios, impulsa la reapertura de la confitería
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SAN CARLOS DE BARILOCHE.– “El edificio para la Aduana y Réditos contará en su planta baja con un gran salón de té, de donde se contemplará una magnífica vista sobre el lago”, ideó a mediados de la década de 1930 el arquitecto Ernesto de Estrada (1909-1998), artífice del emblemático Centro Cívico de esta ciudad. Además de quedar plasmado en los croquis originales del conjunto arquitectónico, ese “salón confitería” funcionó durante algunos años en la década de 1940: más de 80 años después, hoy un proyecto busca reabrir el espacio para que vuelva a cobijar actividades socioculturales.
“Además de la municipalidad, el correo, la comisaría y otras instituciones, originalmente se concibió un juzgado de paz donde hoy están el Museo de la Patagonia y la sala de exposiciones Chonex. Las personas se casaban en el juzgado y hacían la fiesta de casamiento en la Biblioteca Sarmiento, que tenía la sala de eventos donde ahora funciona el teatro. Faltaba la pata gastronómica en el proyecto. ‘El viejo’ diseñó entonces la confitería, de unos 120 m2: se ingresaba por la galería del primer piso, que tenía más movimiento, y resultaba un espacio de encuentro”, cuenta el arquitecto Gonzalo de Estrada (69), hijo del creador del Centro Cívico y presidente de la comisión directiva de la Biblioteca Popular Sarmiento.
Ese ambiente de reunión local, con sus cuatro ventanales hacia el lago, su chimenea encendida, su orquesta sonando y sus tertulias, inspiró y movilizó a Graciela Novellino (62), una gestora cultural que se formó en la Universidad Nacional de Mar del Plata y que vive en Bariloche desde 1991.
“Por mi formación y también por interés personal, siempre veo espacios patrimoniales donde no pasa nada y en los que me gustaría generar vida cultural. Fue ese concepto el que animó mi proyecto Espacio de Culturas, que presenté en 2021 y nuevamente este año en el municipio y la subsecretaría de Cultura de Bariloche. La propuesta prevé restituir el espacio de encuentro que la confitería representaba originalmente. La idea es recuperar ese lugar donde hoy funcionan las oficinas del Tribunal de Contralor municipal y refuncionalizarlo”, explica Novellino.
Rastreo histórico
Antes de concebir su proyecto, la gestora cultural hizo un rastreo histórico del espacio y pudo confirmar que la confitería estuvo abierta durante al menos dos años en la década de 1940. Una de las grandes “informantes” que tuvo Novellino en estos últimos meses es Joaquina “Quina” Chic (92), que solía frecuentar la confitería junto con su madre los domingos a la tarde. “Quina tiene una memoria increíble y los encuentros con ella han sido muy emocionantes. La escuché por primera vez en un ciclo de charlas que organizó la Biblioteca Sarmiento durante la pandemia: allí contaba que iba a la confitería y que el lugar tenía una tarima para bailar y unas 20 mesas. Cuando pudimos vernos, me esperaba en su casa con los nombres de quienes podían darme más datos de la confitería señalados en la guía telefónica. También recordaba a todos los fotógrafos sociales de aquella época, como Pozzi, Porcel de Peralta y Vallmitjana”, detalla.
Aunque las fotos antiguas de Bariloche y sus principales atractivos abundan, no aparecía la prueba visual de la existencia de la confitería del Centro Cívico. A Novellino todavía la emociona recordar el momento en que recibió por WhatsApp la imagen sepia en la que se ve a Ernst Pfister, su esposa Lisa y sus tres hijos: detrás de ellos, los cuatro ventanales y el cartel de la confitería Jockey Club. Nacidos en Suiza, Ernst y Lisa se hicieron cargo de la concesión de la confitería en la década de 1940. Antes de radicarse en la Patagonia, Ernst había trabajado durante muchos años en diversos hoteles de St. Moritz, Montreux, Sevilla y Casablanca.
Los Pfister manejaron el flamante espacio en el Centro Cívico de Bariloche durante dos o tres años. Durante ese tiempo, sus tres hijos –Bubby, Carlos y Jorge– fueron retratados en distintos momentos mientras jugaban en la puerta de la confitería o sobre las barrancas que dan al lago Nahuel Huapi. Ese pequeño álbum de fotos que resultaron un tesoro para Novellino fue aportado por Bubby, radicado en San Martín de los Andes.
A fines de junio de este año, Bubby viajó a Bariloche para intercambiar historias con Quina y con Buyi Duport, hijo del pianista Eddy Duport, que solía presentarse en la confitería. Junto con Novellino y Estrada, también LA NACION pudo participar de esos encuentros en los que fluían las historias de antaño. Quina y Bubby lograron incluso ingresar al espacio en el que funcionó la confitería, el mismo que pisaron de chicos. Si bien el lugar ha sido modificado parcialmente para albergar oficinas, los protagonistas se emocionaron a cada paso, al reconocer la escalera, el piso cerámico, las paredes revestidas en madera y la antigua chimenea.
Usos y mudanza
Por motivos que todavía se desconocen (todo indica que Parques Nacionales solicitó el lugar para otros fines), la confitería luego se trasladó a pocos metros, a un local sobre la calle Mitre. Tampoco duró allí mucho tiempo.
Novellino pudo también reconstruir que en el ámbito de la confitería en el Centro Cívico después funcionó una sala de exposiciones y venta de obras, que dirigía el artista plástico Emilio Saraco: “Me reuní hace un tiempo con Beatriz Merlino de Alaniz (91), sobrina de Saraco. Ella vivió durante unos años con su mamá y su hermana en lo que era la antesala de la cocina de la confitería. Incluso se cambió allí antes de casarse”, dice.
Y agrega: “La intención es hacer visible que este espacio fue concebido por el arquitecto Ernesto de Estrada en el proyecto original como una confitería. Creo que no hay que desaprovechar estos lugares históricos con vista al lago. En este Espacio de Culturas podrían ofrecerse ciclos de charlas de diversas temáticas. El lugar podría volverse un lugar de referencia tanto para el público local como para los turistas, se puede armar un circuito cultural a reparo del clima (uno de los grandes obstáculos en Bariloche). Incluso puede conectarse con la sala de exposiciones Emilio Frey, que está al lado, como se pensó originalmente. No hay espacios con plazas secas en el mundo que no tengan un café donde suceden cosas”.
Existen antecedentes de traslados de oficinas en el Centro Cívico, como sucedió con el juzgado de paz, el correo y la Aduana. Como el complejo arquitectónico barilochense es Monumento Histórico Nacional, cualquier modificación o refuncionalización debe ser avalada por la Comisión Nacional de Monumentos, Bienes y Lugares Históricos.
A través de vivencias como las de Quina, Bubby, Buyi y Beatriz, cierta nostalgia de aquella confitería que existió de manera efímera se entrelaza hoy, por un lado, con el interés de conservar un patrimonio histórico y, por el otro, con la necesidad de contar con un nuevo rincón en el que la vida social y cultural fluya libremente. Y en el que la orquesta vuelva a sonar de cara al lago.
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