Dormir mejor: qué es la ortosomnia, una obsesión que deriva en una parafernalia alrededor del sueño
El tiempo total de sueño ha aumentado en las dos últimas décadas, según la encuesta anual del gobierno federal sobre cómo emplean su tiempo los estadounidenses.
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NUEVA YORK.– Derek Antosiek se considera una especie de experto del sueño. Se ha puesto cinta adhesiva en la boca, abierto las fosas nasales con dilatadores y sellado los oídos con tapones. Probó un ventilador que bombea aire fresco bajo las sábanas y colocó colchones separados para él y su mujer, uno al lado del otro, para que los movimientos de ella no le molesten. Probó también lámparas de fototerapia, monitores de calidad del aire, rastreadores del sueño y gafas de luz azul.
Con cada nuevo experimento, el objetivo era el mismo: acercarse al sueño perfecto.
Tras décadas en las que los estadounidenses seguían el mantra de que ya iban a dormir cuando estuviesen muertos, muchos se dieron cuenta de la importancia de un buen descanso nocturno. El tiempo total de sueño aumentó en las dos últimas décadas y aún más en los últimos años, según la encuesta anual del gobierno federal sobre cómo emplean su tiempo los habitantes de Estados Unidos.
“La corriente está cambiando”, afirmó Matthew Walker, profesor de neurociencia y psicología en la Universidad de California, campus Berkeley, y director de un centro del sueño en la escuela. “La gente, especialmente la generación Z, reclamó su derecho a una noche completa de sueño y lo hizo sin avergonzarse”, agregó.
Aunque las actitudes sobre el sueño cambiaron, los expertos dicen que las recomendaciones básicas siguen siendo las mismas: al menos siete horas, más o menos a la misma hora, con el menor número posible de interrupciones. Lo que es diferente es el número de personas para las que el sueño se convirtió en una fijación. En internet, estas personas –a veces denominadas sleepmaxxers– muestran con orgullo los extremos a los que llegan en busca de un sueño mejor.
Los videos prometen soluciones a problemas que los durmientes ni sabían que tenían. Una entusiasta recomendó una almohada ajustable para reducir la presión facial. Otra se grabó mientras se despertaba con el pelo recogido en un gorro y una correa en la mandíbula, y apenas podía hablar después de taparse la boca con cinta adhesiva. Luego se lo quitó todo en lo que se conoció en internet como un “morning shed”. Presumir de acostarse temprano se convirtió en una especie de triunfo en las redes sociales, tanto como documentar unas lujosas vacaciones.
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Hoy en día, para los curiosos del sueño, existen cintas bucales (pensadas para favorecer la respiración por la nariz), expansores nasales (que supuestamente reducen los ronquidos), cintas nasales (para abrir las fosas nasales) y correas para la mandíbula (que se colocan alrededor de la cabeza y mantienen la boca firmemente cerrada). También hay brumas para la almohada, aerosoles de magnesio para los pies y el coctel viral que promete ayudar a dormir: una mezcla de jugo de cereza, refresco prebiótico y magnesio en polvo.
Asimismo hay tecnología de alta gama, como el ventilador que probó Antosiek, que puede costar cerca de 600 dólares, y líneas enteras de dispositivos para dormir –algunos de los cuales cuestan casi 1000 dólares– que registran y miden la calidad del sueño. Hay un reloj despertador sunrise (amanecer) que, según sus creadores, despierta a la gente según su ritmo circadiano natural. Para los verdaderos entusiastas, hay incluso un sistema de colchón de 4049 dólares que ajusta la temperatura, detecta los ronquidos y vibra cuando es hora de despertarse.
Destacados científicos del sueño se vieron envueltos en una industria del sueño multimillonaria y en auge. Después de que Walker publicara en 2017 el exitoso libro Por qué dormimos, la empresa de seguimiento del sueño Oura lo incorporó como asesor médico.
Pero a medida que aumentó el interés por el sueño, algunos médicos y académicos notaron que la gente se preocupa por obtener un descanso nocturno perfecto. En 2017, investigadores del Rush Medical College y de la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern introdujeron una palabra, ortosomnia, para describir a quien busca tratamiento por problemas de sueño autodiagnosticados como resultado de su uso de rastreadores de sueño y otros dispositivos ponibles.
En The Journal of Clinical Sleep Medicine, los investigadores escribieron que les preocupaban los efectos de una “búsqueda perfeccionista del sueño ideal”, comparando lo que veían con la ortorexia, una fijación obsesiva con la alimentación sana.
No todos los sleepmaxxers desarrollan ortosomnia, por supuesto. Pero a Milena Pavlova, directora médica del Centro de Pruebas del Sueño del Brigham and Women’s Faulkner Hospital de Boston, le preocupa que la gente se centre demasiado en la hora de acostarse.
“El sueño es un proceso pasivo –sostuvo–. Hay que protegerlo, no forzarlo, ni ‘maximizarlo’”.
La maximización del sueño se generaliza
Antosiek, un joven de 31 años que vive en Michigan, empezó a tomarse el sueño en serio hace unos años, al darse cuenta de que nunca había superado los malos hábitos que adquirió a los 20, como beber demasiado los fines de semana y trasnochar.
Buscando información en internet, se topó con una pequeña pero dedicada comunidad llamada Sleep Hackers en el muro de mensajes Reddit, formada por personas que comparten regularmente consejos y expresan su frustración por sus propios problemas de sueño.
Pronto se convirtió en moderador del foro y sus hábitos cambiaron. Empezó a tratar de obtener lo que él consideraba “la cantidad adecuada de luz en los momentos adecuados” del día, y a utilizar varios aparatos y rastreadores del sueño. Uno de ellos era un Oura Ring, un dispositivo de seguimiento del sueño que se ajustaba a su dedo y le proporcionaba una puntuación diaria del sueño entre cero y cien. La puntuación significaba mucho para él. Las noches que le costaba dormirse, era duro consigo mismo y temía los resultados de la mañana siguiente, pues sabía que afectarían a sus posibilidades de obtener una puntuación “óptima” de 85 o más.
Para muchos devotos del sueño, su fascinación por los trucos para dormir sigue siendo un pasatiempo inofensivo. Mayte Myers, de 27 años, quien se acuesta con una correa en la mandíbula y cinta adhesiva en la boca, expresó que el elaborado ritual de la hora de dormir le daba algo que esperar: “Sinceramente, es como una manta con peso para la cara”.
Del mismo modo, Maureen Osei, una joven de 24 años de Carolina del Norte, se pone cinta en la boca, cinta en la nariz, un gorro y una cinta en la mandíbula antes de acostarse.
“Es como si no pudiera hacer otra cosa que dormirme, porque es muy incómodo. No me voy a poner a mirar las redes sociales con la correa de la barbilla puesta, ¿viste?”, explicó.
Sin embargo, a otros les salió el tiro por la culata. Sarah El Kattan, una joven de 26 años que vive en Frankfurt, nunca pensó demasiado en el sueño. Fue a finales de 2021 cuando empezó a centrarse en optimizar su salud tras escuchar un popular podcast sobre salud. Luego leyó el libro de Walker y su atención se centró en el sueño. Entonces, admitió, se le encendió una especie de interruptor en la cabeza. De repente, la perspectiva de irse a dormir comenzó a provocarle ansiedad y empezó a mostrar síntomas físicos.
“Empezó con palpitaciones”, indicó El Kattan. Cuanto más pensaba en dormir, peor le iba. Por la noche, sabía que cada minuto que pasaba era otro minuto de sueño perdido y sus pensamientos obsesivos creaban un círculo vicioso que la mantenía despierta aún más tiempo.
Walker dijo que había oído hablar de otras personas que tenían problemas de sueño después de leer su libro. Sugirió a esas personas que dejaran de centrarse en el sueño. “No escuchen mi podcast, no lean el libro, no hagan nada de eso”, sostuvo Walker, y les recomendó que, en su lugar, buscaran ayuda de un profesional.
“Me obsesioné mucho”
En general, los expertos en la materia dicen que el nuevo enfoque cultural sobre el sueño es un cambio bienvenido. No descartan de plano ningún truco o dispositivo, siempre y cuando se actúe con seguridad. “Todo le funciona a alguien”, sintetizó Leah Irish, profesora asociada de psicología de la Universidad Estatal de Dakota del Norte, quien estudia el sueño.
El ritual mismo de prepararse para dormir, por ejemplo, rociándose los pies con magnesio, puede ser más importante que los efectos en sí, una señal para el cerebro de que es hora de relajarse.
Pero las afirmaciones de que una herramienta funciona son a menudo discutibles. Incluso los investigadores del sueño con un pie en la industria pueden admitirlo. “Probablemente, ninguna de ellas te ayudará a dormir mejor”, consideró Vanessa Hill, científica especializada en el comportamiento del sueño del Appleton Institute, un instituto de investigación sobre salud y bienestar de la CQUniversity de Australia, quien trabajó como consultora para la aplicación Samsung Health y la empresa de colchones Purple. “Lo más importante es estar cómodo. Así que si algunas de estas cosas te ayudan a sentirte más cómodo, estupendo”, sumó.
Aunque pequeños estudios descubrieron que una cinta adhesiva en la boca puede ser beneficiosa para quienes padecen apnea del sueño leve, su efecto en personas que no tienen problemas respiratorios es menos conocido y los estudios más rigurosos hallaron pocas pruebas de que el magnesio tenga un efecto en la calidad del sueño.
En algunos casos, existen riesgos. La cinta bucal puede reducir la cantidad de oxígeno que se inspira si se obstruye la nariz y las correas para la mandíbula pueden causar dolor de mandíbula, advirtió Walker. Para quien tenga problemas graves de sueño, es mejor consultar primero a un médico.
Además, los trucos virales y los nuevos inventos no sustituyen a las reglas del sueño de probada eficacia, como acostarse y levantarse a la misma hora todos los días, reducir el consumo de alcohol y dedicar tiempo a relajarse. El Kattan empezó a dormir mejor, por ejemplo, cuando dejó de consumir cafeína y fue más amable consigo misma.
En el caso de Antosiek, los tapones para los oídos, la cinta adhesiva bucal y el dilatador nasal le ayudaron, dijo. Pero el ventilador de la cama no hizo mucho, y el anillo Oura empeoró las cosas. “Me despertaba e inmediatamente miraba mi marcador y me preguntaba si había dormido bien”, recordó.
Ya pasado un tiempo, Antosiek puede admitir ahora que probablemente dejó que las cosas se le fueran de las manos. “Me obsesioné mucho, quizá hasta un punto enfermizo”, reflexionó.
Shyamal Patel, vicepresidente científico de Oura, señaló que Oura Ring no fue “diseñado con la idea de maximizar la interacción con el marcador” y sugirió que quien se obsesione con los datos del sueño se tome un descanso del seguimiento.
Antosiek fue un paso más allá: decidió dejar de utilizar el producto. Dijo que no cree haber desarrollado nunca ortosomnia, pero que entiende que la gente lleve demasiado lejos la maximización del sueño.
Hoy en día, con despertarse descansado y alerta le alcanza.
Por Kate Lindsay
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