Dallas: a 20 años del asesinato que lo llevó a la decadencia, se vendió la emblemática esquina de San Isidro
Ubicado en una zona exclusiva del barrio de Martínez, el edificio hoy se encuentra en estado de abandono
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Rodeada por casas con frentes con árboles frondosos, de estructuras imponentes y jardines perfumados, la esquina de Avenida del Libertador y General Alvear, en el barrio de Martínez, en el partido de San Isidro, contrasta con su entorno. Como una mancha, el inmueble que supo ser el mítico restaurante Dallas y luego Las Olas Boulevard, hoy es un espacio derruido, grafiteado y oscuro. Si bien las versiones de los vecinos sobre su situación actual son muchas y muy variadas, desde la municipalidad de San Isidro confirmaron que se vendió a un “empresario gastronómico” que propiciará un cambio en el lugar.
“Este inmueble [por el exrestaurante] se vendió hace ya un par de años, antes de la pandemia. Sin embargo, la municipalidad no interviene hasta que no se pida la habilitación para funcionar. Si bien todavía no hay un pedido concreto, se sabe que se vendió a un empresario gastronómico”, señaló a LA NACION una fuente del municipio.
La propiedad que perteneció a los hermanos Conzi abrió formalmente sus puertas en 2000 y fue uno de los íconos gastronómicos de San Isidro, que congregaba a personalidades de la farándula, la política y el mundo empresarial. Su estilo, bajo el nombre Dallas, imitaba al de Kansas, con una impronta culinaria en la que predominaba la comida norteamericana. De hecho, en su fachada todavía se puede leer parte de su oferta gastronómica: “Ribs, woks, burgers, chips”. Sin embargo, un hecho criminal que involucró a Horacio Conzi, uno de los hermanos propietarios del inmueble, fue el origen de la debacle del lugar.
“En 2019 dejó de funcionar, y en 2021 la municipalidad hizo una baja de oficio”, informaron desde la Municipalidad de San Isidro.
Emplazado en un punto neurálgico del barrio de Martínez, sobre la Avenida del Libertador, y a tres cuadras de la costanera que da al Río de la Plata, los vecinos del lugar coinciden en que es “una lástima” que se desaproveche un espacio de estas características.
“Hace muchos años que el inmueble está abandonado. La verdad es que cuando funcionaba Las Olas Boulevard era otra imagen, muy distinta. Es una de las esquinas más lindas de la Avenida del Libertador y hoy en día está totalmente desperdiciada. Desde acá se ve cómo a la noche la gente cruza de vereda para no pasar por ahí, está muy feo y no hay iluminación. Es una lástima”, comentó Alan Godoy, vecino del barrio, mientras disfrutaba de una gaseosa en el bar Mad Pasta House, ubicado justo enfrente del exrestaurante.
Sobre la posibilidad de que se instale un nuevo emprendimiento, Godoy opinó: “Estaría bueno que se renueve el inmueble para tener más movimiento gastronómico. Estimularía mucho la zona”.
“El lugar está feo, sucio y oscuro. No me gusta pasar por ahí porque siento que es peligroso”, sumó Silvia, que vive en una casa de dos plantas y ladrillo a la vista a menos de media cuadra del lugar.
Pablo Del Valle, que vive en la misma manzana en la que está ubicada la propiedad que perteneció a los Conzi, dijo que por muchos años los vecinos hicieron reclamos a la municipalidad de San Isidro para que se limpie y se resguarde la seguridad en el lugar: “Es un foco de inseguridad, y es súper sucio, hay muchas ratas. Pasás por ahí y hay un olor horrible. El espacio está abandonado, todo pintado, está muy feo. Pusieron a una persona de seguridad pero a veces está y otras no”, comentó.
Del Valle, además, detalló la versión que a él le llegó acerca del futuro destino del inmueble: “Hay dos construcciones con oficinas justo al lado. La primera construcción se terminó y está sin alquilar, hay una segunda que todavía está en obra, y yo tenía entendido que los mismos que compraron esas propiedades fueron quienes adquirieron Las Olas y que era el próximo espacio que se remodelaría”, precisó.
Claudia, vecina de Beccar que caminaba distendida por la vereda del exrestaurante, dijo que le “inquieta” no saber qué va a pasar con el edificio: “Me encantaría que se haga algo, hay muchos locales y nuevos emprendimientos que se están construyendo en el barrio, pero acá hay poca higiene y es una lástima que en esta zona semejante construcción quede totalmente en desuso”.
Respecto de la propiedad del inmueble, Claudia señaló: “Por comentarios de vecinos se decía hace ya casi un año que lo había comprado una constructora que tenía en mente un proyecto. Se habló de oficinas o un patio de comidas con diferentes restaurantes adentro, pero nunca más se vio movimiento, así que no se sabe en qué quedó”.
Auge y debacle
En pleno esplendor de “Dallas” inició una furiosa debacle la noche del 16 de enero de 2003, cuando uno de sus dueños, Horacio Conzi, fue protagonista de un crimen que lo condenó a 24 años y 9 meses de cárcel.
La víctima fue Marcos Schenone, un joven que se encontraba en el restaurante y que, luego de salir del lugar y subirse a un remís con dos mujeres, fue baleado por Conzi, que los persiguió en una moto. El móvil del homicidio, según se constató en la causa, fue el rechazo por parte de una de las mujeres que se fue con Schenone, a una propuesta de Conzi, que pretendía iniciar una relación amorosa con ella.
Cerca de la Catedral de San Isidro, el asesino disparó 14 balazos contra el auto en el que viajaba la víctima. En los fundamentos de la sentencia, los jueces sostuvieron que “Conzi actuó con desprecio hacia la vida humana, debido a que disparó contra el remís en el que viajaban varias personas, sin siquiera conocer a algunas de ellas, a lo que debe sumarse la nimiedad del móvil que lo llevó a actuar como lo hizo. Empleó munición KRD, prohibida, del tipo que perfora chalecos antibalas y vació el cargador del arma; factores, en conjunto, que dejan traslucir que se trata de un individuo portador de una personalidad al extremo peligrosa, que no mostró el mínimo arrepentimiento por la conducta que desplegó”.
Luego de este hecho, el restaurante se transformó en “Las Olas Boulevard” con el afán de dejar atrás el nombre que lo vinculaba con el crimen. Sin embargo, las personas no pudieron disociar el asesinato con el espacio gastronómico y el lugar dejó de tener la concurrencia que ostentó durante sus inicios.
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