Cerámica negra: cómo son las ollas de la artesana de Mina Clavero que usa la cocinera Narda Lepes
Mariana López es alfarera, decidió continuar con una tradición ancestral que aprendió de su abuela y luego de su padre, Don Atilio, uno de los artesanos más renombrados del valle de Traslasierra
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CAMINO DE LOS ARTESANOS, Mina Clavero.- Conoció a la alfarera Mariana López hace algunos años, y quedó fascinada con esas ollas de color negro, hechas a mano, sin torno ni moldes, y con la misma arcilla que la artesana va a buscar a la orilla de los ríos y los arroyos de Mina Clavero. “Estuve en una feria que se organizó en Mina Clavero que se llama Sabor Chuncano y ahí la conocí. Después de una clase me quedé mirando las piezas que hacía Mariana, y al principio pensé en preguntarle si podía comprarle lo que tenía arriba de la mesa, que eran algunas fuentes y ollas”, cuenta la cocinera Narda Lepes.
Pero antes de concretar esa transacción, a Narda le pareció que era una mejor idea visitar su taller. Al día siguiente, Mariana y su padre, el alfarero más renombrado del Camino de los Artesanos de Mina Clavero, Atilio López, recibieron a la cocinera en su casa, donde también tienen el taller. “Un lugar increíble al que no se llega tan fácilmente, pero que vale la pena conocer. Vi cómo trabajaban con la arcilla, todo el proceso que hacen en unas bañeras, los hornos, el sistema para que queden de ese color y el trabajo tremendo que lleva pulir las piezas, que se hace con un canto rodado. Quedé maravillada. Ese día le compramos algunas cosas y le encargué otras para Lokanta, el restaurante nuevo que está en Las Cañitas, donde toda la comida de la vitrina está servida en esas fuentes de cerámica negra. Ahora también le voy a encargar para El Japonés, otro restaurante que estamos por abrir, y vamos a usar cosas de ellos”, cuenta Narda, que entre algunos de los beneficios de utilizar las ollas artesanales de López para cocinar menciona la transmisión del calor. “Es pareja y mantiene ese calor por mucho más tiempo”, explica.
Mariana López tiene 46 años. Aprendió a trabajar con la arcilla negra desde que era chica, de la mano de su padre, Atilio López, que también hizo lo propio cuando apenas tenía 10 años y fue entonces su madre la que le pidió ayuda. “Es una tradición en la familia que viene desde mi bisabuela. Heredé la pasión y nunca me cuestioné ir por otro lado. Es un sentir, la alfarería tiene que ver con lo que soy y también es una responsabilidad que asumí como bisnieta de alfareros. No quiero que este saber ancestral se pierda y, por eso, quiero transmitir todo lo que aprendí”, confiesa Mariana, que además de vender sus piezas de cerámica negra da talleres para los turistas.
Talleres gratis para los turistas
En temporada alta y como política para fomentar el concepto de Turismo Raíz, la Secretaría de Turismo y Cultura de Mina Clavero decidió organizar excursiones gratis por el Camino de los Artesanos, con destino final en la casa de los López. Al grupo de visitantes se los recibe con un desayuno “estilo chuncano”, con mate cocido, peperina, pan y mermeladas caseras. Luego participan de una clase de cerámica y, si hay tiempo, se llevan la pieza que hicieron con sus propias manos ya horneada. “Necesitábamos volver a lo que siempre fueron los elementos de atracción más genuinos de la zona, los que interesaban al turismo ABC1, y son los que están más vinculados con nuestro acervo cultural. La cerámica negra es única en el país y la posibilidad de hacer una clase magistral con Mariana o Atilio es algo que los turistas no olvidan -señala Ariel Panella, al frente de la Secretaría de Turismo-. A pesar de la penetración de las redes sociales, no hay nada que sea más fuerte que el boca a boca, para bien o para mal, y por eso decidimos como municipio invertir en este tipo de actividades. Muchas veces los turistas se asombran de que la excursión y el traslado sea todo gratis, pero creemos que es un plus que hace la diferencia. Hemos escuchado a gente que sigue hablando y recomendando la excursión después de un año. Esa es la promoción más fuerte”, insiste Panella.
Paso a paso. Tiempo, paciencia y dedicación. Apurar los procesos no es algo viable cuando el trabajo es artesanal, y sobre eso habla Mariana López cuando comienza la charla en el taller. “Cuando querés acelerar alguno de los procesos no solo queda mal, sino que tenés que volver a cero y arrancar todo otra vez, con lo cual perdés el doble de tiempo y de trabajo”, dice López.
En una explicación muy resumida, todo comienza con la búsqueda de la materia prima, la arcilla negra, que se encuentra en vetas de unos 30 centímetros en la orilla de los ríos de Mina Clavero. “No todas sirven, pero ya las conocemos y vamos seleccionando. Se saca la arcilla y se la lleva al taller y el primer paso es ponerla a secar. Después la molemos bien y la pasamos a un piletón con agua donde queda estacionada por varios días. Mientras tanto, hay que ir moviéndola, así como hago con este bate para mezclar el cemento”, describe Mariana mientras revuelve la arcilla.
Cuando está ciento por ciento disuelta, sin grumos, queda como un barro líquido. “Y ahí la llevamos a unas bañeras que están en desnivel y van pasando de una a otra, como un colador para sacarle todas las impurezas. Cuando la arcilla decantó se la pasa a una pileta de ladrillos, porque el ladrillo le va chupando la humedad y así va tomando consistencia -explica la artesana-. Después de unos días, cuando ya tiene un aspecto cremoso, se amasa bien. Tiene que quedar como una pasta maleable, clave para después poder trabajar sin problemas. La guardamos en bolsas de nylon y ya está lista para usar”.
Pulido con canto rodado
La primavera y el verano son las épocas ideales para recolectar la mayor cantidad de arcilla posible, procesarla y hacer acopio, porque cuando llega el invierno con las bajas temperaturas, la arcilla se congela. Y extraerla de la orilla de los ríos es mucho más difícil. “La técnica es la que usaban mi bisabuela y mi abuela Alcira también. Moldeamos todo a partir de chorizos de arcilla y la técnica de pellizcos, y así vamos dándole forma a la pieza que queremos hacer. Cuando está seca, la pieza se talla, se lija, se la pasa un trapo húmedo y se pule con un canto rodado; las mismas piedras que también sacamos de los ríos”, explica Mariana.
El horno de barro, una obra de Don Atilio, llega a más de 950 grados de temperatura. Más o menos calor para la cocción depende del tipo de pieza y su tamaño. Después llega la etapa del color. “Cuando sale del horno queda marrón y si la queremos negra nuevamente la enfriamos con un proceso de ahumado con guano de caballo molido. Con ese mismo calor con el que la pieza salió del horno y al cubrirla con el guano, hace que se prenda fuego, y ese mismo humo es el que se impregna y le devuelve el color”, concluye la alfarera.
No solo los turistas llegan al taller. Según confiesa Mariana, también van los cocineros de la zona a comprar las ollas, las fuentes y las cazuelas para servir los platos típicos de la cocina de Traslasierra. “En 2019, Narda nos invitó a la feria Masticar, un evento hermoso donde también conocimos a muchos otros chefs. En 2020, lamentablemente se suspendió por la pandemia. Pero ojalá podamos volver”, se entusiasma.
En la casa de los López, Mariana usa para cocinar las mismas ollas que utilizaba su bisabuela. “Son duras, y al menos que se caigan no se rompen. Transmiten el calor de forma pareja y duran años y años”, dice con orgullo Mariana. Una olla de arcilla negra, de unos 4 litros, cuesta entre 5000 y 6000 pesos. “Las de acero inoxidable pueden costar 12.000 pesos y las de la marca que volvió a estar de moda y todo el mundo quiere [por las Essen] cuestan como 30.000 pesos. Me parece que nuestro precio es razonable”, dice con modestia.
Hoy, el taller de Don Atilio recibe nuevas visitas. El equipo de Cocineros Argentinos llegará a Mina Clavero para hacer el programa desde allí. El escenario natural será el famoso balneario Nido del Águila, y las ollas que van a utilizar son las de la familia López.
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