Ubicado en la intersección de Sanabria y José Pedro Varela, en Villa Devoto, fue restaurado y hoy escribe una nueva etapa de su historia centenaria
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Emblema de Villa Devoto, este bodegón porteño de ambiente familiar volvió a levantar sus persianas el 15 de enero. Al ingresar por la puerta, la mirada va directo a las paredes donde cuelgan cuadros, banderines y fotos e indefectiblemente hacia la gran repisa dispuesta detrás del antiquísimo mostrador donde reposan todo tipo de objetos, desde choperas, tazas, vasijas, botellas antiguas. En una de las paredes hay un sector dedicado a Diego Armando Maradona, el más célebre de sus clientes, con camisetas, cuadros y fotos de sus jugadas icónicas firmadas por él allí mismo.
Todo el lugar rebalsa de recuerdos no solo de los habitués más famosos sino también de los mismos vecinos quienes dejaban allí algunos de sus tesoros más preciados para que fueran exhibidos. “Los clientes mismos traían recuerdos de sus abuelos o de sus padres para que pusiéramos en la repisa o colgáramos de las paredes. Era típico que entraba un cliente y te decía que lo que estaba colgando era de su papá o de su abuela o abuelo”, cuenta Oscar Miguel Galarza, mozo histórico del café.
Recuerda María Victoria Lázzaro, actual gerenta, que durante los meses previos a la apertura, en momentos de búsqueda de personal, trabajaban con las persianas del local levantadas a la mitad y muchos vecinos que pasaban les preguntaban si aún conservaban las cosas que ellos habían traído hace muchos años. “Cuando llegamos estaba todo el salón desarmado, había una pila llena de todos los cuadros y recuerdos, separadas en cajas o por el piso. Había mucho deterioro, pero poco a poco, con un trabajo de hormiga, separamos lo que se podía recuperar, otro tanto se llevaron los mismos vecinos y algunos objetos están guardados”, explica.
“La gente muestra alegría por la reapertura y nos cuenta historias de todo tipo. Por ejemplo, una señora recordaba que sus papás habían festejado su casamiento aquí y otro señor que sus hijos habían venido con tan solo días”, agrega.
Para muchos de ellos, el Café de García era su segunda casa y ese sentimiento de pertenencia es lo que su nuevo dueño, Francisco Miranda, busca mantener no solo a partir de haber conservado su estructura y su estética sino también a través de sus platos.
El bar nació hacia 1927 y era parte de la casa familiar del matrimonio que conformaban Metodio y Carolina García. La misma tenía dos dormitorios, la cocina, un baño y en un sector aparte funcionaba el local y, bajo esta disposición, funcionó durante casi 60 años. “En 1987 lo reformaron y transformaron todo en salón, para esa altura, la familia ya había dejado de vivir allí”, cuenta el mozo.
Sin embargo, explica que, en 1968, la dueña se enfermó y decidieron alquilarlo. “Lo recuperaron nuevamente en 1983 y Metodio, en vida, les donó la esquina a sus dos hijos, Rubén y Hugo, con la condición de que trabajaran los juntos. Uno era maître y el otro taxista y así arrancaron el local nuevamente en 1987″, asegura Galarza.
No obstante, hace unos diez años falleció Rubén y su hermano quedó a cargo de todo. “El café cerró con la pandemia, reabrió, pero durante ese lapso falleció el hijo de Hugo y él tomó la decisión de cerrar en julio de 2022″, aclara.
La picada inolvidable
Si bien tradicionalmente era un café bar de minutas con algunos consagrados como el sándwich de lomo o el de jamón crudo y queso, el plato fuerte desde siempre fue la picada que se servía los jueves, viernes y sábados. “Era conocida por la cantidad de platos que servían, eran ocho tandas que terminaban con un postre, una copa de champagne, pan dulce y almendras”, asegura Galarza, que trabaja allí desde 1999.
Con la intención de continuar con aquella tradición, Lázzaro asegura que, en esta nueva etapa, la idea es mantener la esencia de lo que se servía antes. De manera que, la picada continúa como su plato estrella, pero con una propuesta actual, adaptada a las nuevas costumbres. “Ahora no son ocho pasos sino tres con opciones frías y calientes. Es todo abundante, vienen fiambres, tortilla, porotos pallares, calamares, berenjenas al escabeche. En cuanto a lo caliente, hay croquetas de hongos, panceta y papa, buñuelos de espinaca y ricota, salchichitas envueltas en panceta y glaseadas en vermú, papas fritas, rabas a la provenzal, entre otros”, detalla.
Eso sí: dice que comen tres personas y pican cuatro. “Hay mucha gente que viene en grupos grandes y que la pide como una entrada a platos principales”, aclara.
El barrio celebra la vuelta de la picada que ahora se sirve de lunes a lunes a toda hora, “ya sea un martes a las diez de la mañana o un viernes a las once de la noche, no hay horario”, dice la gerente.
La carta se amplió con nuevas opciones que tienen gran aceptación. Lázzaro advierte que les costó llegar a la carta definitiva ya que esta fue cambiando a medida que los clientes les daban una devolución.
“Tratamos de modernizarla y hoy se incluyen más platos de bodegón como los cornalitos, gambas al ajillo, el lomo García con tres pimientas y papas españolas, milanesas de lomo con fideos a la manteca, entraña grillada con papas y ensalada de rúcula”, describe.
También incluyeron algunos platos homenaje como el Ojo Diego Armando, un sabroso ojo de bife grillado con papas rotas, huevo sobre morrón asado y chimichurri de menta. O la ensalada Carolina y Metodio, en honor a sus fundadores, que incluye un mix de verdes, discos de calabaza grillada, parmesano, pollo a la plancha, tomates secos, vinagreta y mostaza Dijon. Otro clásico de antaño que volvió para quedarse es el café en vasito, “los gastronómicos estamos acostumbrados al café en jarrito, pero acá vienen a pedirlo en vasito, que era como se servía antes”, aclara.
Uno más
Con algunas reformas, el café luce como era antes, la gran barra y la caja registradora permanecen y la estantería también se mantiene a pesar de que pasó por algunas refacciones.
Las principales modificaciones se hicieron en la cocina, que hoy es bien amplia para estar a la altura de la nueva propuesta y que se extendió sobre lo que era el baño de las mujeres, el de los hombres, el patio y un taller pequeño. También se abrió un sector de fiambres a la vista donde los comensales pueden mirar cómo se prepara la famosa picada que se arma en el momento.
“Además, abrimos e integramos un salón que estaba apartado y ya no están las mesas de billar”, cuenta la gerente. “Los vecinos que jugaban nos preguntan cuándo van a volver las mesas e incluso nos piden que las colguemos a modo de decoración, pero no las tenemos porque cuando nosotros llegamos ya se habían vendido”, advierte.
A Galarza le viene la imagen de las mesas de billar que estaban todo el día activas. “Había un pizarrón en el que las personas se anotaban y los primeros cuatro anotados ocupaban una y los cuatro siguientes la otra. Era algo típico sentarse y mirar cómo jugaban mientras tomaban café. O cuando los jugadores terminaban se sentaban en una mesa y cada uno invitaba una ronda de café. También había una mesa de ajedrez que se usaba un montón”, dice.
Declarado Bar Notable y sitio de interés cultural en 1999, cruzaron su puerta numerosas personalidades de la cultura, el deporte y artistas, entre otros Horacio Ferrer, Quique Pesoa, Pepe Eliaschev, Víctor Hugo Morales, Alfredo Leuco, Fernando Bravo y Graciela Borges. El café también fue protagonista de algunas escenas de la película No te mueras sin decirme a dónde vas, del director argentino Eliseo Subiela.
Con respecto de los famosos que concurrían al café, Galarza sostiene que no importa quién fuera, “cuando entraban por la puerta eran uno más”. Y comenta que un día llegó Francis Ford Coppola, el prestigioso el director de la saga El Padrino, quien tenía reservada una mesa en un sector especial.
“No le gustó porque estaba muy encerrado entonces se sentó en una mesa cerca de la ventana, el salón estaba lleno y, recuerdo que un cliente se acerca a decirme quién era, pero yo lo seguí atendiendo como si nada. Nadie se acercó ni lo molestó. Comió lo más bien, se sacó fotos con los dueños, una de ellas aún está colgada”, cuenta.
“Cuando se fue, se dio vuelta en la entrada y, automáticamente, toda la gente se paró y lo aplaudió”, rememora.
Café, bodegón, familia, con lo de antes y lo de ahora es un lugar que el barrio siente haber recuperado. “La idea es mantener el ambiente de antes”, asegura la gerente.
Y explica que la intención es tener una relación de confianza con quienes concurren tal como sucedía entonces. “Queremos que el cliente que sabemos que era habitué se sienta de la misma manera que cuando estaban los García”, finaliza.
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