“Al morirse la ruta, se murió Ama Gozua”, dice una de las dueñas del mítico restaurante
"Al morirse la ruta, se murió Ama Gozua", confiesa con tristeza Graciela Camino, de 66 años, una de las dueñas del mítico restaurante de la localidad bonaerense de Maipú. A un costado de la ruta 2, su principal fuente de ingreso eran los turistas que paraban para almorzar el "menú típico" que se convirtió en un clásico del viaje a la costa.
"La ruta está vacía, no pasa nadie y no se puede trabajar más", agrega Camino. Desde el 20 de marzo, cuando se decretó la cuarentena, están cerrados. "No pudimos aguantar más", confirma. El restaurante era familiar, pero tenía cuatro empleados. Quedaron sin trabajo.
En su cuenta de Instagram comunicaron la decisión del cierre."Tuvimos que publicar para vender y pagar deudas. No nos quedó otra", cuenta Esteban Ercoreca, nieto de don Guillermo, el vasco que tuvo la visión, en 1968, de ofrecer platos caseros y abundantes a los viajeros. Comenzó en el local donde funcionaba una gomería, fue progresando y pudo poner el restaurante, una esquina que se transformó en parada obligada.
"Trabajábamos mucho los fines de semana largo, había una espera de 40 minutos para entrar -cuenta Ercoreca-. Era un menú simple y rápido que le servía a la gente de la ruta". Chorizo y morcilla de producción propia, medallones de cerdo, con papas fritas y huevo. Flan casero. "Y en 20 minutos ya estabas de vuelta en la ruta", agrega.
La noticia paralizó a todos los vecinos y a una legión de clientes que se expresaron en las redes sociales. Tristeza y bronca.
"Estos lugares deberían hallar un camino de salvación, son pequeñas y medianas empresas generadoras de trabajo genuino y riqueza económica y cultural para los pueblos", afirma Giancarlo Golé, de 62 años, quien pasó gran parte de su vida en Maipú. "Lamentablemente, con la noticia de ayer, solo seremos testimonios pasivos del lento degrado de un mundo azotado por esta pandemia. Los efectos socioeconómicos más indeseados y catastróficos de la cuarentena", confiesa Golé.
Tres turnos
"Nunca pensábamos que la cuarentena iba a durar tanto", sentencia Graciela. La falta de actividad turística fue detonante. "Nuestro campo es el turismo, sin turismo, no tenemos trabajo", sostiene. A 274 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, parar en "Ama Gozua" (significa mamá dulce en vasco) fue un clásico. "Teníamos tres turnos, nos iba muy bien", afirma Ercoreca.
"No podemos depender de Maipú, que es una ciudad chica", dice Graciela. El delivery no fue una opción. "Tampoco nos sirve abrir con menos mesas porque no nos cierran los números", confirma. Desde marzo, las deudas comenzaron a acumularse. "Fue una suma de factores, pero si no nos entra un peso, no podemos mantener el restaurante", enfatiza.
Maipú es una localidad conocida como la Ciudad de la Amistad, a solo 126 kilómetros de Mar del Plata. Tiene 8000 habitantes, su principal actividad es la agrícola y la cría de ganado bovino. El tren que va hacia la ciudad balnearia para allí. Desde que comenzó la pandemia se mantuvo en buenas condiciones epidemiológicas: al 13 de septiembre está en Fase 4. Tiene 17 casos activos, 4 recuperados, 26 en estudio y 198 personas aisladas.
"El problema más grave es que el gobierno no nos da un horizonte", afirma Graciela. A la realidad de ver la ruta vacía, no hay datos acerca de cómo será la temporada de verano. "Nos gustaría saber porque todos estos lugares vivimos del turismo", confiesa. Los empleados del restaurante entendieron la situación. "Algunos dicen que se van a reinventar; son muy buenas personas, le agradecemos por todo", agrega Graciela.
"Ama Gozua" espera un comprador y tiene sus puertas cerradas. La situación golpeó fuerte a la familia. "Hace 52 años que estamos abiertos, pasamos todas las crisis, pero esta es muy larga", reconoce Graciela. "Nosotros trabajamos como mozas, hacíamos de todo, era nuestra vida", asegura. El recuerdo del salón lleno la emociona. "Venían todos los artistas". Enumera: Moria Casán, Gerardo Sofovich, Guillermo Coppola, Viggo Mortensen.
"A nosotros nos sirve que nuestros clientes hayan quedado con un buen recuerdo". Así resume Graciela el sentimiento que se vive en el interior de la familia. Sus sillas, mesas, cafeteras y todo el mobiliario está a la venta. "Es muy triste, nos ilusionamos con volver a vender nuestros chorizos y morcillas", se esperanza. La ruta vacía le devuelve una respuesta incierta. "Nuestro golpe de gracia, fue la falta de turismo", concluye.
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