Empoderar a la persona para recuperarse de una lesión y rehabilitar el cuerpo con fuerza y movimiento son fundamentales
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Cuando uno se rompe un ligamento o se fractura un hueso queda lógicamente vulnerable y dependiente del veredicto del médico. ¿Hacer reposo o moverse? ¿Operarse o no? Pocas veces, o las menos, prestamos atención a lo que resuena en nuestro interior como posible camino de recuperación.
Esto cree Francisco Zamboni, un kinesiólogo de 34 años (licenciado de la Fundación Barceló) que abrió post pandemia su consultorio (Load it), en zona norte que crece a un ritmo exponencial. ¿Cuál es su secreto? Quizá el hecho de trabajar con una filosofía diferente a la más tradicional, que tiene como premisa empoderar a la persona. Sostiene -casi como una máxima-, que debemos restarle poder a la medicina para entregárselo al individuo. “La capacidad de recuperarnos y vivir bien está dentro nuestro. No afuera”, afirma. “El éxito depende de cada uno. De nuestra constancia y disciplina para rehabilitar el cuerpo con ejercicios de fuerza y movimiento. Chau electrodos, ultrasonido, medicamentos, o RPG. La recuperación se alcanza con terapias activas”, insiste.
Sin restarle valor a las cirugías (necesarias en muchos casos), cuestiona creencias: “¿Te duele la espalda? Largá los antiinflamatorios y caminá. Despedí el hielo, la almohadilla eléctrica o el árnica. De ahí no saldremos resolviendo nuestro dolor a largo plazo”, explica. Para él, la calle está llena de ideas falsas. Tales como adjudicar a nuestra anatomía el hecho de tener una pierna más corta o la columna desviada. “Cuando pensamos así, lo más fácil es salir a comprar un remedio, una plantilla o una pomada. No funciona la píldora o el quirófano para todo. Al final del día es nuestra voluntad quien se pone de manifiesto en nuestro estado de salud”, advierte.
Esto experimentó Teodelina Wilkinson, una mujer de 53 que llegó a Load it con un ligamento cruzado de rodilla roto, mucho miedo, cierta inestabilidad y la duda de operarse o no. La respuesta del especialista, fue una pregunta desafiante: ¿La decisión de la cirugía recae sólo en el médico o vos también tenés algo que decir al respecto? Pensalo y mientras tanto deja el magneto, levántate de la cama y caminá diez cuadras por día”. La frase quedó picando en Teodelina, quien decidió darle una oportunidad al tratamiento. “Funcionó. Me di cuenta de que curarme dependía de mí. No me operé porque estaba dispuesta a trabajar a fondo para evitarlo y gracias a Dios el traumatólogo coincidió. Recuperé mi tenis y me siento fuerte física y mentalmente. Eso sí: continué con el yoga y la elongación. En eso no seguí el consejo de Francisco”, cuenta.
Gustavo Sanz, kinesiólogo graduado en terapia física (Universidad del Salvador) y Licenciado kinesiología (UBA), tiene otro punto de vista respecto de la eficacia de las terapias pasivas. “Pongamos el caso de un deportista profesional que padece lesiones musculotendinosas (desgarros, tendinitis) o articulares (sinovitis) durante una competencia internacional. Las prácticas con equipos de fisioterapia realizadas en forma intensiva le permiten reponerse rápidamente y estar presente por ejemplo, en un mundial, olimpíada o evento como la Copa Davis, donde se requiere una recuperación rápida y eficaz”.
Le da la impresión de que Zamboni trabaja fundamentalmente con personas sanas o deportistas de alto rendimiento que buscan primordialmente una recuperación motora.
Medicina integral y personalizada
Dentro del universo de pacientes de Zamboni (que van desde jugadores de fútbol o rugby profesionales, hasta adolescentes de 14 años o adultos mayores de 80), no todos comparten al cien por cien sus ideas por momentos “radicales”. Pero la mayoría percibe algo diferencial: que el objetivo de los seis kinesiólogos del equipo, va más allá de curar una lesión en particular. Eso seguro. Pero, además, experimentan el genuino interés por ayudarlos a comprender por qué llegaron hasta ahí y qué pueden hacer para solucionar su problema de raíz en el largo plazo. Que para ellos se sintetiza fundamentalmente en comprometerse con tres acciones: realizar un comprometido entrenamiento de fuerza involucrando todos los músculos del cuerpo, hacerlo descalzo y con peso libre; y moverse todo lo que uno pueda durante el día.
El reconocido fisioterapista inglés, Adam Meakins, dirá en línea con esta idea que, no importa cuál ejercicio elijas para rehabilitar, lo importante es que escojas el entrenamiento por sobre todas las cosas (fisioterapia, por ejemplo). Pues la mejora de condición física general es la que resuelve el problema. No un ejercicio en particular.
Sanz no está tan de acuerdo. “Hay que ser cuidadoso a la hora de indicar un movimiento a un paciente de alto rendimiento en el estadio agudo de una cirugía de hombro, por ejemplo, donde se reparan por artroscopia lesiones cartilaginosas, ligamentos o tendones. La movilización pasiva que realiza el kinesiólogo es la aconsejable para no alterar dicha reparación. Mientras que un movimiento activo del paciente en ese período puede dañar el proceso de cicatrización.”
A su vez Sanz, a diferencia de Zamboni, cree que “Hay tantas especialidades en kinesiología como en medicina. Una especialización permite un mayor conocimiento y desarrollo de métodos específicos para la recuperación de un trauma o una patología. Hay múltiples ramas; especialistas en ortopedia y traumatología, neurología , respiratorio, cardiovascular, deportología, pediatría, vestibular, piso pélvico, etc. En cada una de ellas se desarrollan diferentes técnicas que permiten una mayor eficacia en los resultados”.
Zamboni descree del sistema masivo colapsado, donde el especialista receta 20 sesiones de kinesiología para abordar un traumatismo específico. “No funciona. Debemos apostar por una medicina integral. Que quien trate problemas de rodilla sepa de pie y cadera. Muchas veces ese tipo de lesiones tiene que ver con un limitado movimiento del tobillo o un derrumbe en el arco del pie por el uso excesivo de plantillas. Y nadie habla de eso. Todo tiene que ver con todo. No somos una rodilla. Lo que mejora una patología en particular es la articulación sana de todos los segmentos; el cuerpo funcionando bien como un sistema. Somos una unidad. La idea de compartimentarlo no le está dando resultado a la gente”, asegura Zamboni en sintonía con el inglés Meakins.
Movimiento y más movimiento
Su método de trabajo, a veces cuestionado por colegas, es poco convencional. Su consultorio también. En lugar de una serie de cabinas separadas por cortinas donde, personas recostadas en camillas realizan pasivamente ejercicios isométricos utilizando magnetos u electrodos, lo suyo es un gimnasio de alto rendimiento. No hay un profesional para cinco pacientes. La sesión de 50 minutos no es barata, pero sí personalizada. Quien entra, ejercita descalzo (“al mejorar los apoyos mejoras todas las articulaciones de tu cuerpo”, afirma), asistido por alguien que le corrige la postura al milímetro, graduando el uso del peso. Al finalizar la hora, se han trabajado casi todos los músculos del organismo, aunque la persona haya llegado por una dolencia específica de hombro.
“Casi todos los problemas tienen que ver con la falta de movilidad, pues la biología del hombre está hecha para moverse. Y paradójicamente a muchos profesionales les gusta acostar a la gente. Yo también lo hice al principio hasta que lo entendí”, confiesa.
Greg Lehman, terapista canadiense introduce un concepto nuevo en línea con este pensamiento. En su curso denominado movimiento optimista (movement optimist) plantea la eficacia de generar amplitud y libertad de movimientos en los procesos de rehabilitación. Para él no hay movimientos prohibidos (del tipo “no levantes peso”, “no te agaches”), sino un proceso de adaptación que lleva tiempo. Pero que funciona.
Por eso Zamboni, no duda en poner en movimiento hasta los pacientes con daños severos. Eso sí: es exigente con cada uno. Su equipo admite gente capaz de sostener el esfuerzo (al menos 12 sesiones mensuales), y estar dispuesta a un cambio de hábitos. “No hacemos magia. Y no mentimos. El proceso de rehabilitación puede ser lento. Y hay que prestar atención al conjunto. Muchas veces no logramos los objetivos planteados, y esto suele tener que ver con que, el paciente a pesar de entrenar cuatro veces por semana, lleva una vida sedentaria las 164 horas restantes de esos siete días, lo cual boicotea la recuperación definitiva”.
Y no se cansa de explicar que, si uno quiere curarse, no debe tomar atajos y preguntarse seriamente: ¿Cuánto me muevo en el día? ¿Uso las escaleras en vez del ascensor; voy a mi trabajo caminando o me subo a un colectivo por 15 cuadras? ¿Cómo duermo? ¿Qué como? ¿Cuánto tiempo pierdo en WhatsApp o Instagram? ¿Qué dicen mis pensamientos? “A veces las respuestas están en estos detalles” afirma y repite otra de sus máximas que se convirtió en el título del libro que editó en 2020: La comodidad, mata. Hay que combatir una y otra vez nuestro cerebro perezoso.
Esto mismo experimentó Tito Avalos (72), quien llegó al consultorio en pandemia con múltiples dolores de espalda y rodilla habiendo dejado de correr 30 años atrás. Este adulto tenaz, que increíblemente completó en 2022 el cruce de los Andes (100 kms en 3 días), comparte su experiencia así: “Soy alcohólico, soy fumador, soy sedentario, soy cómodo. Soy fanático de las milanesas con papas fritas y del asado, soy hipertenso y soy dueño de la verdad. Soy todo eso y tuve que dejar de serlo porque me estaba matando. Francisco (alias Sapo) me contó otro cuento, y en lugar de acostarme en una camilla me hizo caminar. Me preguntó dónde me dolía, me motivó a moverme y me convenció de que la comodidad me estaba aniquilando. Desde ese día, arranqué un viaje diferente. Empecé a preguntarme cómo quería llegar. ¿Disfrutando el paisaje y cumpliendo sueños? ¿O conducido en una silla de ruedas y colocado al sol? Luego de tres años de trabajo, soy consciente de cómo cambié: no tengo panza ni dolores. Y lo más sorprendente: ¡pude volver a tener músculo a los 70! Estoy lleno de energía y trabajo con más concentración que cuando tenía 55″.
Escucha y observación
Al leer las páginas de su libro, uno se entera de que en su camino de crecimiento profesional (se formó fundamentalmente en EE.UU.), fueron decisivas dos actitudes: la primera, tomar riesgos y desafiarse a cambiar cada vez que se encontraba en una zona de confort. Y la segunda: aprender a escuchar al paciente. “Observarlo e interrogarlo en profundidad. El dolor es multifactorial. No todo son resonancias y radiografías. Hay que prestar más atención a los hábitos y la historia del paciente. Aún con la misma lesión, lo que le sirve a Matías puedo no serle útil a Miguel. Entender qué necesita el otro, y desde donde está padeciendo, es crucial para acompañarlo”, subraya.
Esta misma filosofía comparte Meakins, quien señala la importancia de fomentar la interacción por encima de la intervención. “Escucha más, habla menos”, repite entre sus conocidos 10 mandamientos.
Este intento por bucear en la vida del otro, hace que muchos de quienes terminan el plan de recuperación en Load it, quieran continuar con rutinas de entrenamiento. Lo viven como una prioridad. Tomás Fiorito, (abogado 52), que llegó hace algunos años por un fuerte dolor lumbar es uno. Y lo explica de este modo: “Sigo yendo dos veces por semana porque me siento parte de una tribu que me alienta a permanecer en este camino de bienestar que cambió mi modo de vivir. Tengo claro que a mis 70 quiero ser un abuelo capaz de jugar al tenis con sus nietos y no un jovato panzudo que se tira en un sillón a mirar televisión el domingo a la tarde”.
Una imagen clara. Y un mensaje contundente por parte de todos los especialistas consultados. Para llegar bien mañana, hay que trabajar duro hoy. Prevenir y no curar. Porque posiblemente sea muy cierto que, la pereza y la comodidad nos terminen matando.
Receta
- Practicá grounding.
- Identificá los procesos automáticos que te conducen al sedentarismo.
- Forzá reuniones en otro lado para salir de tu oficina.
- Contabilizá tus pasos para llegar a 10.000 por día.
- Hacete cargo de tu dolor. Depende de vos salir de ahí.
- Realizá ejercicios de fuerza con peso libre: es el tratamiento con mayor evidencia científica para mejorar tus parámetros clínicos a largo plazo.
- Date la oportunidad de volver a empezar y entrenar sin importar la edad.
- Vendé el monopatín eléctrico.
Ejercitación de fuerza
- Correr después de los 50 parece ser nocivo para las rodillas, la columna o las caderas. Pero si se hace de manera responsable, progresivamente y acompañado de un entrenamiento de fuerza es una de las actividades más beneficiosas para la lucha contra la diabetes, el cáncer y las enfermedades cardíacas.
- El 55 % de las personas tiene más de 10 episodios de dolor lumbar en su vida. El 23% de los adultos lo padecen de manera crónica. Es la razón más común de pérdida de horas de trabajo y productividad. El entrenamiento es el antídoto más eficaz para combatirla.
- En adultos mayores, es el ejercicio con mayor evidencia para generar salud física (revierte los factores de envejecimiento en el músculo esquelético) y mental (disminuye la depresión, mejora la autopercepción física y la capacidad cognitiva).
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