Se trata de una técnica corporal que busca despertar la conciencia, poniendo escucha y atención en zonas y tejidos de nuestro cuerpo en pos de recobrar la vitalidad
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Una técnica nacida en 1926 en Dinamarca que consiste en la reeducación del tacto, tomando a la piel como el medio para obtener equilibrio entre el cuerpo y el mundo exterior.
Cuando el padre de Gerda Alexander (1908–1994) se empoderaba en el anochecer de Colonia, Alemania, como aficionado afanoso del piano, solía sentarla sobre él porque consideraba que las vibraciones que llegaban a su cuerpo la mantendrían serena. Involucrada en la música desde pequeña, Gerda sufrió de fiebre reumática en la adolescencia. Ya se había trasladado a Copenhague en 1929 y había experimentado con una técnica famosa por entonces denominada rítmica, que vinculaba la música con los sonidos internos del cuerpo en movimiento.
Gracias a esta disciplina había ganado en conciencia corporal, un atributo que la ayudó con su dolencia, una enfermedad que afecta al corazón.
Su aflicción por conseguir economía de actividad, combinada con su sensibilidad física, la llevaron a explorar un modo de estar atenta a sus movimientos, de tal manera que estuvieran en sintonía con su tono físico y sus necesidades.
Primero para sí misma, y luego para otros, desarrolló una formación para entrenar en el modo personal de moverse y estar en el propio cuerpo. Llamó a esta disciplina eutonía que, con el tiempo ganó en valoración de sus potenciales terapéuticos.
Alexander fue la fundadora de la primera escuela de esta práctica en Copenhague en 1940.
“Se trata de una técnica corporal que busca despertar la conciencia, poniendo escucha y atención en zonas y tejidos de nuestro cuerpo en pos de recobrar la vitalidad, el justo tono o armonía en el equilibrio de tensiones que nos atraviesan permanentemente y poder recuperar calidad de vida en el movimiento, en la quietud, en el estar cotidiano”, explica Olivia Houssay, experta argentina en el desarrollo de esta disciplina.
Los especialistas coinciden en que la eutonía trabaja sobre los cimientos físicos. Propone escuchar en silencio para ir tocando fibras que nos lleven a preguntarnos sobre cómo y desde dónde nos movemos.
Por esto quien la practica a veces se acerca atravesado por una tensión física o contractura que puede desencadenar una llave a preguntas cuyas respuestas pueden llevar a decisiones y cambios de hábitos en lo cotidiano.
A nivel fisiológico trabaja sobre el sistema vegetativo, una variable sumamente beneficiosa para la salud ya que por el estilo de vida citadino y la aceleración del tiempo, la inmediatez que nos atraviesa hoy, permite conectarnos con el tiempo del cuerpo, de nuestro sistema autónomo, en particular el parasimpático, es decir el que regula las funciones de descanso, disminuye la actividad de los órganos y facilita caminos restaurativos de los procesos vitales. “Se regeneran no solamente los tejidos, sino que se despeja nuestra mente o, más correctamente, se ocupa su justo lugar”, explica Houssay.
La tensión puede ser una solución
Estamos acostumbrados a considerar que cuanto más relajados estamos alcanzamos mejores estándares de calidad de vida, pero para la eutonía, esta premisa no es tan correcta.
Cuando Alexander buscaba el nombre adecuado para la práctica se proponía asociarla con la relajación, pero no era ese su fin, ya que si bien cuando desciende el tono hay una distensión, lo que se busca es su fluctuación, no solo es estar sosegados, sino la organización o la economía de las fuerzas para obtener el mayor rendimiento con la energía justa. “Si se quiere levantar peso, por ejemplo, no se puede estar 100% relajado, sino más bien organizado desde los ejes óseos y los músculos necesarios para esa acción”, informa Houssay.
La toma de autoconciencia es central en la eutonía y se aprende en clases bajo la guía de un eutonista, quien se forma durante 4 ó 5 años.
En la clase se propone la exploración y reconocimiento de los tejidos de nuestro cuerpo a través de recursos clásicos de la disciplina, como toque, contacto consciente, conciencia ósea y de la piel, espacio interno, movimiento eutónico, entre otros. “Es otro modo de dialogar con nosotros mismos, de rescatar la importancia del contacto con el suelo, tanto en los momentos de movimiento como en los inventarios de quietud que son importantes para desactivar tensiones crónicas profundas que pueden estar fijadas en el cuerpo”, completa Houssay.
No hay un rango de edad limitante para acceder a la práctica. En lo cotidiano, los eutonistas recomiendan darse tiempo de “pasar por el suelo”: estirarse, desperezarse o simplemente acostarse en el piso. “No quedarse demasiado tiempo en una misma posición. Trabajar los pies cotidianamente, ya que son nuestra base y permiten liberar grandes tensiones”, continúa Houssay.
Es una terapia ideal para trabajar el dolor articular, la artrosis y la artritis, las enfermedades vinculares de contacto, vértigos, enfermedades crónicas, cefaleas y migrañas. Dolencias que en general se vinculan a la rigidez. La eutonía propone sacarnos de nuestros automatismos, es decir, el hacer mecánico en el movimiento del cuerpo. Entrar consciente o inconscientemente en el sedentarismo puede hacer perder el equilibrio físico. Acostumbrados a vivir con tensiones que limitan el potencial físico, intelectual, emocional y creativo, se restringe la capacidad de movernos.
La eutonía ayuda, porque desanda patrones conocidos y nos lleva hacia una búsqueda de exploración como un bebé que se encuentra, sorprende, pregunta, y emociona con la existencia.
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