Si bien pueden provocar daños en la piel, los rayos solares son vitales para el organismo porque ayudan a producir vitamina D, mejoran el ánimo y fortalecen el sistema cardiovascular
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Desde tiempos remotos y a lo largo de la historia, la humanidad entendió a la luz solar como un punto clave para el desarrollo de la vida. El culto al sol como deidad suprema en las antiguas civilizaciones como la egipcia, la azteca y la inca, entre otras; la helioterapia promovida por Hipócrates –también conocido como padre de la medicina en la antigua Grecia– para tratar diversas enfermedades; la práctica del Surya Namaskar –o saludo al sol– en el hinduismo; la cultura de los balnearios y las playas terapéuticas y la integración de la luz solar en la psicología moderna para combatir la ansiedad y la depresión y tratar afecciones como el trastorno afectivo estacional, son solo algunos de los ejemplos de cómo el humano manifiesta su necesidad de sol en el día a día.
En algún momento del relato, sin embargo, el sol pasó a ser visto como un posible enemigo de la salud al que hay que tenerle miedo por sus efectos nocivos a largo plazo. Las raíces de este giro narrativo son complejas y combinan avances científicos –principalmente, la relación entre la exposición al sol y el cáncer de piel–, cambios culturales y el auge de la vida urbana sedentaria.
Entonces, ¿es seguro tomar sol? ¿cómo hay que hacerlo para evitar daños? LA NACION consultó a expertos del campo médico para intentar dar una respuesta.
“Además de segura, la exposición solar es necesaria y muy beneficiosa. Ese, creo, es el principal concepto que hay que transmitir como médico”, asegura Marcelo Suárez, médico clínico especializado en conductas saludables (M.N. 73796). “Mejora el sistema inmunológico y la salud ósea, aumentando la síntesis de vitamina D. En otras palabras, es vital”.
Suárez explica que, a través de estímulos electromagnéticos expresados en espectros de luz –que empiezan siendo infrarrojos en el amanecer, y luego se transforman en ultravioletas A y B a medida que se acerca el mediodía–, el sol activa la liberación de distintas hormonas positivas. Entre ellas están la filagrina y el ácido urocánico: protectores naturales; la melanina: protectora, antioxidante, desintoxicante y quelante de metales pesados; el óxido nítrico: regulador de la presión; y la vitamina D, que juega un rol clave en la salud ósea y dental, la regulación del metabolismo del calcio y la inmunidad.
Celeste Pizarro, dermatóloga clínica y funcional coincide con Suárez en que el sol tiene innumerables beneficios en la salud, y que la falta de este puede tener consecuencias a nivel físico y psicológico. La experta comenta que una gran parte de la población y la mayoría de sus pacientes tienen déficit de vitamina D, basándose en que los valores normales deberían superar los 50 ng/mL. Un estudio publicado en el NIH, Vitamina D, una epidemia ignorada (2020), plantea que más de mil millones de personas en todo el mundo presentan deficiencia o insuficiencia de dicha hormona. Aunque Pizarro no lo atribuye exclusivamente a la falta de luz solar en el día a día –también tiene que ver con la alimentación, absorción intestinal y la ingesta de medicamentos– esta es definitivamente un factor.
Contra el fotoenvejecimiento
A pesar de reconocer los beneficios de la exposición solar en el organismo, Pizarro advierte que, sin cuidado y repetitivamente, el daño solar a nivel físico es posible y real. Entre las consecuencias de una exposición solar sin cuidado a largo plazo, la dermatóloga identifica el fotoenvejecimiento –es decir, arrugas, manchas y pérdida de elasticidad en la piel–, porque se lastiman las fibras de colágeno; y el daño del ADN que, en última instancia, puede derivar en cáncer de piel, señala.
Desde el campo de la oncología, Luis Basbus, oncólogo clínico (M.N. 151088), explica que hay tres grupos de cáncer asociados con la exposición solar no controlada en horarios indebidos. “El de peor pronóstico es el melanoma, porque tiene capacidad de metástasis. Luego están el carcinoma basocelular y el espinocelular, que implican cirugías y tratamiento, pero son mucho menos agresivos”, indica.
Ambos destacan la importancia de estar atentos a signos tempranos de daño: manchas, cambios en lunares (de forma o color, cuando sangran o pican), aparición de nuevos lunares o alguna lesión que no cicatriza; y de realizar controles dermatológicos completos una vez al año o ante alguna posible alarma.
Basbus trae a colación un dato de la American Cancer Society: en los últimos años, la incidencia del cáncer de piel aumentó alrededor de un 1% (en la Argentina hay un subregsitro de datos relacionados con la enfermedad que no permite hacer una evaluación real). Lejos de tener un prospecto pesimista, el oncólogo subraya que, de la mano con este incremento negativo, hubo uno positivo: el de los controles dermatológicos, que permiten detectar signos de cáncer en etapas cada vez más tempranas; por otro lado, señala que también hubo una disminución en la tasa de mortalidad.
“El sol no es un demonio y lo necesitamos, pero su energía debe manejarse con cuidado”, adiverte Pizarro. “Lo importante es educar sobre un equilibrio para aprovechar sus beneficios y prevenir el daño: no pensar en una exposición al sol moderada, sino en poder disfrutar de la actividad al aire libre sin que el sol nos dañe”.
Con este fin, Pizarro, realiza una serie de sugerencias para exponerse al sol de una forma segura, como optar por tomarlo hasta las 10 de la mañana y después de las cuatro de la tarde y aplicar protector en los horarios no recomendados.
Recomendaciones para disfrutar sin riesgos
- Optar, en la medida de lo posible, por una exposición solar hasta las 10 de la mañana y después de las cuatro de la tarde. Suárez recomienda iniciar la exposición al sol con los primeros rayos del amanecer para “preparar” al cuerpo.
- Aplicar protector solar especialmente entre las 10 de la mañana y las cuatro de la tarde. Es el período más intenso de los rayos UVB, que llegan a la epidermis y generan un eritema visible (quemaduras). Los rayos UVA, por su parte, están presentes durante todo el día y son los que penetran en la dermis. Estos, explica Pizarro, tienen menos energía pero generan más daño molecular, contribuyendo a reacciones inflamatorias y alteraciones inmunológicas.
- Usar protector solar de amplio espectro (UVB y UVA) con FPS 30 o más, y aplicarlo 30 minutos antes de la exposición y renovarlo cada dos horas o después de nadar o transpirar.
Desde otro punto de vista médico, Suárez advierte que el uso de protectores solares no debería considerarse completamente inócuo. “Los protectores solares evitan que nos demos cuenta de que nos estamos quemando, por lo que seguimos bajo el sol sin estar preparados, en horarios en donde los rayos son más intensos”, explica y agrega que, en efecto cadena, las luces azules de las pantallas a las que luego nos exponemos, penetran con más profundidad y generan más daños sobre una piel ya sensibilizada. “No pretendamos estar 350 días en la oficina, con estrés, comiendo mal, quizás fumando y tomando alcohol, e ir 15 días a la playa y seguir con todos esos hábitos –menos el estrés–, exponiéndonos al sol todo el día sin consecuencias”.
Para el doctor es crucial prepararse para tomar sol: “Esto incluye nutrirnos bien, priorizar un sueño reparador, tener una hidratación adecuada y hacer ejercicio con frecuencia”, expresa Suárez. En este sentido, recomienda adoptar prácticas cotidianas como el grounding (contacto de la piel desnuda con superficies naturales) y consumir alimentos naturales, evitando los ultraprocesados.
Beneficios para el organismo
Tanto los especialistas consultados, como una variedad de estudios científicos sostienen que la exposición al sol tiene múltiples beneficios, entre los cuales se encuentran los siguientes:
- Producción de vitamina D: Esencial para el organismo, ya que facilita la absorción de calcio y fósforo, contribuyendo al desarrollo y mantenimiento de huesos y dientes saludables. De acuerdo a investigaciones publicadas en el National Institute of Health de Estados Unidos (NIH), esta hormona juega un papel crucial en la función muscular y en el fortalecimiento del sistema inmune, ayudando a proteger contra infecciones y enfermedades autoinmunes, entre otros beneficios.
- Regulación de los ritmos circadianos: Al influir en la producción de melatonina, la luz solar ayuda a regular los ciclos de sueño-vigilia. Un estudio publicado en el NIH encontró que la luz natural desempeña un papel crucial en la sincronización del reloj biológico interno.
- Efectos positivos en el sistema hormonal: Pizarro sostiene que, especialmente en personas con resistencia a la insulina, hipotiroidismo y síndrome de ovario poliquistico, la exposición al sol tiene efectos positivos.
- Ayuda a equilibrar el estado de ánimo: Pizarro explica que la exposición a la luz natural está vinculada con una mayor producción de serotonina, un neurotransmisor que mejora el estado de ánimo y combate la depresión. La síntesis de la vitamina D y una buena calidad de sueño también juegan un rol clave en el bienestar psicológico.
- Mejora de condiciones dermatológicas: La fototerapia puede aliviar síntomas de psoriasis y eczema, según estudios varios publicados en el NIH, en los que se analizaron los efectos inmunomoduladores de los rayos UVB en tratamientos supervisados.
- Fortalecimiento de sistema cardiovascular: Por último, Pizarro explica que la exposición al sol tiene efectos positivos sobre la presión arterial, al liberar óxido nítrico en la piel, lo que aumenta la vasodilatación, mejora la circulación y, en consecuencia, disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Variables que inciden
En materia de cuidados según el tipo de piel, Pizarro señala que las pieles claras tienen mayor riesgo de quemaduras y cáncer de piel; mientras que las pieles más oscuras, aunque no son inmunes al daño, tienen una protección natural mayor. “Las pieles que no se broncean no tienen suficiente protección en sus células frente a los rayos UV”, explica la dermatóloga especialista en cáncer de piel. Basbus expresa que la incidencia de tener melanoma en algún momento de la vida es aproximádamente de 1 en 38 personas en la población con piel blanca y ojos claros; 1 en 170 en la población latina y 1 en 1000 en la población negra.
Ambos coinciden en que la predisposición genética y los antecedentes familiares de cáncer de piel juegan un papel fundamental en la susceptibilidad. “Estas personas deberían extremar los cuidados, lo cual no significa que no puedan exponerse al sol”, dice Basbus.
Al hablar de los pacientes oncológicos bajo radio o quimioterapia, el experto argumenta que el tipo de cuidados a tomar siempre va a depender del tipo de tratamiento, pero que la premisa general es que la exposición solar está permitida, siempre y cuando sea con protector de por medio y en el horario apropiado. “Hay drogas que son fotosensibilizantes, que hacen que la piel sea más susceptible a lesiones solares. En estos casos hay que usar protección, por lo menos, factor 50, no hacer una exposición directa al sol demasiado prolongada y evitar exponer las áreas irradiadas”, indica. Además, comenta que, desde un punto de vista oncológico, una exposición al sol con cuidado puede mejorar el sistema inmunológico.
Suárez define al sol como el “director de orquesta” del organismo humano. “Las células de la piel y los ojos son los músicos; los tejidos, órganos, sistemas y aparatos, son los instrumentos. Todos tienen la capacidad de tocar una maravillosa melodía llamada salud, pero con una condición: tienen que recibir el alimento adecuado, desestrés, ejercicio, hidratación y descanso. De esa forma podrán exponerse al sol sin generar daños”, ilustra el doctor. “Existe un miedo generalizado al sol por la desinformación que hay al respecto. Lo cierto es que es imprescindible exponernos inteligentemente a él”, concluye.
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