El cardiólogo especialista en medicina integrativa, Fernando Basílico, aconseja detectar primero lo que sentimos, pensar en las consecuencias y después actuar, sin hacer daño a nadie
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Para vivir sanos y por más años, hay una fórmula que presenta la medicina integrativa, disciplina que combina la medicina científica con tratamientos alternativos. En este caso aconseja mantener la coherencia cardíaca, que se consigue alineando tres instancias, en este orden: primero sentir, luego pensar y finalmente actuar. De esta manera, une factores fisiológicos con otros relacionados con la psicología y la espiritualidad.
“Básicamente, se trata de generar armonía en todo el cuerpo, haciendo lo que uno siente, sin presiones. Los locos no se enferman porque no se reprimen, también los niños y los ancianos nos enseñan cómo hay que vivir sin prejuicios y con coherencia”, observó el cardiólogo especialista en medicina integrativa, Fernando Basílico.
El especialista disertó sobre Coherencia cardíaca en el segundo Congreso Internacional Origen, de Ciencia, Espiritualidad y Medicina, junto a una veintena de profesionales de distintas áreas, convocados por Ailin Bisi y Jochi Lezica, organizadores e impulsores de estas herramientas innovadoras. En ese ámbito, el cardiólogo sugirió realizar técnicas de respiración y meditación para regular la frecuencia cardíaca y lograr el bienestar.
A partir de sus investigaciones y comprobaciones con pacientes, Basílico aseguró que ha visto “ancianos de cien años que fuman, beben y comen a gusto y piacere manteniéndose felices y sanos, mientras otras personas mueren jóvenes” aún con cuidados. “Para sentirnos bien es necesario tener coherencia con lo que se siente. Si insistimos en sostener conflictos generamos enfermedad”, advirtió.
Mirado desde la parte científica, Basílico apuntó que el corazón, definido por la ciencia como una bomba eléctrica y muscular que impele sangre, es el que “marca el ritmo (de la vida) y va dando información al resto del cuerpo, con ondas, frecuencias, amplitud, patrones de interferencia parecidos a las señales de radio y televisión”.
“La información emocional encriptada en los campos electromagnéticos, al que llamamos aura y en el que algunos no creen, porque no se ve, se transmiten a nuestro alrededor e impactan en las personas, que decodifican las señales”, añadió. En ese sentido, rescató que los efectos de ese impacto, son “compatibles con sentimientos como amor, pasión, compasión, perdón, gratitud, coraje, valor, que se relacionan con la espiritualidad”.
En la relación ciencia y espíritu, la palabra corazón es muy significativa para este experto en cuanto a su función en la vida humana: “Deriva del latín cor y casi todas las lenguas romances denominan al corazón a partir de esta palabra (como coeur, en francés; coraçao, en portugués y cuore, en italiano), mientras que en sánscrito es hrid y se refiere al centro de la energía, representado por un ciervo que salta, como lo hace el corazón, en medio del pecho”.
“De cor también provienen palabras como concordancia, coraje, o expresiones como la de tener un gran corazón, o tener un corazón de piedra, no referidas a su tamaño o materia, sino a características de la personalidad de alguien. Del zón (de corazón) también rescató su facilidad de “sonar; porque es el único órgano que emite sonidos escuchables” al latir en nuestro cuerpo.
Así como “el corazón es el primer órgano que empieza a funcionar en la panza de la mujer a los veintiún días de su embarazo”, también es el último protagonista en el ciclo de la vida. “Mientras que el cerebro puede estar parado y la persona seguir viviendo, cuando el corazón se apaga se acaba todo”, distinguió.
No obstante, explicó que existe una “interacción entre el corazón y el cerebro, a través de los campos electromagnéticos, que debe ser armónica para lograr la coherencia”, por lo cual insistió en que debemos “detectar primero lo que sentimos, pensar en las consecuencias y después actuar, sin hacer daño a nadie”.
“Lo que logra la coherencia cardíaca en medio de esa armonía es que nuestro ADN y todas nuestras células entiendan que estamos en el camino correcto y esa es la base de la salud. Hay mil formas de corregir la salud, pero tenemos que entender que la persona coherente es más sana. No lo es el más inteligente, porque el razonamiento (que pasa por el cerebro) no siempre logra lo que buscamos”, sostuvo.
Al respecto, agregó: “Las personas que se animan a escuchar su corazón, a ponerle pasión a lo que hacen cotidianamente, a sentir la intuición, que no tiene un proceso de razonamiento, pero que son ideas que a veces son un pálpito, y ese pálpito se refiere al corazón, como cuando algo nos dice en el centro del pecho: esto es lo que debería o no debería hacer, esa es la manera de ser coherentes”.
“El noventa por ciento de nuestra población transcurre en la incoherencia, porque tiene su cuerpo electromagnético alterado, escuchando sólo a su cabeza y actúa más llevado por miedos y prejuicios”, lamentó.
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