La importancia de ser consciente de los movimientos para evitar consecuencias graves a largo plazo
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No hablamos de internet, ni de redes sociales, ni de chats, sino de la conexión cuerpo mente tan olvidada en los tiempos actuales. El cuerpo se convierte así en un gran desconocido, que cargamos, que llevamos de aquí para allá, que soporta nuestro estrés y suele pasarnos “factura”. Pero esta disociación no es natural y nos trae muchos malestares, por eso cada vez se difunden más actividades físicas que tienen como eje a la conciencia corporal.
Danza, stretching, pilates, Eutonía -disciplina que se basa en el conocimiento del cuerpo-, o Feldenkrais -que promueve la toma de conciencia a través del movimiento-, yoga, se entrecruzan y retroalimentan y todas tienen en común que promueven la vuelta de la mente sobre el cuerpo para que éste no nos resulte ajeno.
Tener una conciencia del cuerpo es tomar dimensión de la estructura que habitamos. Para Isadora Rossi, licenciada en Expresión Corporal de la UNA (Universidad Nacional de las Artes) y profesora de pilates, se trata de elegir conectarnos con nuestro cuerpo de un modo coherente, vivo y presente. “Es tener dimensión de la constante mutabilidad que transita el cuerpo, es conectar el imaginario del mismo con la realidad corporal y postural, es tener dimensión del espacio personal y social”, aclara Rossi, quien dirige el taller Isadora Conciencia Corporal. Esta conciencia nos conecta con el entorno y nos permite ganar confianza, tranquilidad y sensación de bienestar. Para Rossi, no es un camino sencillo, y en los tiempos actuales donde se busca lo inmediato, no nos hacemos el tiempo para transitar este recorrido. “La escisión con el propio cuerpo está presente en los tiempos que corren”, advierte.
Escuchar el cuerpo
¿Te tomás el tiempo de escucharlo? Según la licenciada en expresión corporal, la mayoría de las dolencias persistentes, crónicas, que con el tiempo suelen transformarse en patologías, pueden comenzar en movimientos recurrentes en nuestra rutina cotidiana, esos que se hacen tan habituales que dejamos de percibirlos.
Si bien la necesidad de conciencia corporal comenzó a ser tenida en cuenta por muchas personas, otras prefieren tomarse un medicamento para aliviar el dolor en lugar de renunciar a disciplinas que contienen una dinámica más agresiva al cuerpo. “El dolor es una consecuencia, un aviso tardío de que algo viene desequilibrado hace tiempo”, sostiene. Poder identificarlo a través de la conciencia corporal representa una herramienta poderosa. Sin embargo, es un recorrido incómodo, porque hay que atravesar los malestares, limitaciones y frustraciones en cuanto a la movilidad. “A la vez nos trae gozo, porque podemos coordinar intención con movimiento y ampliar los rangos del mismo y cuando se logra se experimentan grandes cambios posturales”, subraya.
En efecto, para Aníbal Scharovsky, kinesiólogo y fisiatra (M.N. 15179), cuanto mayor conciencia corporal tengo va a ser más eficaz y eficiente mi modo de moverme. “Voy a usar los músculos que realmente preciso sin movimientos parásitos que me agoten. Va a ser más fluida mi expresividad y voy a disfrutar más de mi corporalidad”, explica.
Según Scharovsky, quien además se desempeña como osteópata y director de la formación en Yogaterapia, hay dos aspectos fundamentales en la conciencia corporal y uno tiene que ver con la imagen corporal, que es cómo siento mi cuerpo, y, por otro lado, el esquema corporal que es cómo es. “Estas dos nociones nunca son exactas”, señala. Y recurre a un ejemplo claro para describir la disociación entre esquema e imagen corporal como es la anorexia, enfermedad en la que una persona que está muriendo de desnutrición se ve gorda en el espejo. “Es un ejemplo triste que nos ayuda a entenderlo. La conciencia corporal es, en cierto modo, el acortamiento de esta distancia entre los conceptos de imagen y esquema”, dice.
Cómo trabajar la conciencia corporal
En sí, practicar alguna disciplina que trabaje sobre la conciencia corporal otorga una mayor disponibilidad muscular, articular y en consecuencia una mejor dimensión espacial. En su experiencia con alumnos, Rossi observó que en las personas mayores estas prácticas ayudan con el tema de las caídas, se sienten más seguras y les brinda un buen ánimo. Y en personas jóvenes o de mediana edad, colabora a “bajar un cambio” y a optimizar sus posturas cotidianas. “Muchas veces se dan cuenta cuál es la postura habitual que les genera la tensión que habitan y entonces tienen la posibilidad de erradicar la molestia o dolor”, sostiene.
“Suelen dejar de tomar medicamentos para aliviar dolores musculares porque, o bien los erradican o bien logran manejar a voluntad su cuerpo”, dice. Como en este tipo de actividades se trabajan con registros corporales permanentes se modifica el esquema corporal y su imaginario. Por otra parte, se ganan movilidades que o no se exploraron en otro momento o se recuperan si se perdieron.
La falta de conciencia corporal nos lleva a perder el estado de bienestar y tiene efectos negativos a largo plazo. “Son comunes los dolores crónicos, depender de analgésicos, perder movilidad, además tiene consecuencias en el ánimo y humor y promueve al desarrollo de patologías posturales”, dice Rossi. “Aumenta la posibilidad de sufrir lesiones durante la práctica deportiva, disminuye nuestro rendimiento y nos vuelve pesados. Activamos músculos de más o de menos, pero en ambos casos es como operar una grúa o un auto sin tablero de comando ni espejos y con los vidrios empañados”, agrega Scharovsky.
Ya sea en una clase que combina yoga o pilates, en una sesión de stretching o de danza, o cualquiera sea la actividad que elijamos para conseguir una mayor conciencia corporal, los resultados serán sumamente positivos, el proceso de conexión entre mente y cuerpo solo puede traernos bienestar. “Busquemos realizar conciencia corporal para aprender este lenguaje tan complejo, hermoso y necesario que es hallar habitarse de la mejor manera posible”, finaliza Rossi.
Consejos para agendar
- Explorar muchos tipos de gimnasias y maestros hasta encontrar allí donde siento que mi cuerpo aprende
- Cambiar la idea de domesticar al cuerpo con sufrimiento para que sea como yo quiero que sea. No hay que domarlo, hay que amarlo, aprenderlo y, de a poco, ayudarlo a aprender cosas nuevas. Abrazar quién soy y qué puedo en vez de esforzarme para ser otro
- Reducir todo lo posible los niveles de ansiedad en la práctica ya que es enemiga directa de la conciencia y del aprendizaje. Y para esto, la respiración es nuestra mejor aliada y maestra
- No apurarnos en hacerlo perfecto. La velocidad es nociva para el proceso y lo perfecto es inalcanzable
- Si permanecemos muchas horas en una misma posición, procuremos, salirnos de ella moviéndonos cada tanto, dándole movilidad a la columna, cadera y cabeza
- Es bueno salir a caminar, airearse a diario y no permanecer con la vista fija en pantalla mucho tiempo seguido
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