El dilema con las elecciones políticas, el contexto social que tendremos en unos meses y cómo ese resultado podría afectarnos
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Necesitamos sentirnos bien. Es tan vital como alimentarse y descansar. Es necesario para el equilibrio personal y para la convivencia social cotidiana. Sentirse bien es una sensación que puede ser individual, como disfrutar un chocolate en la boca, o tribal, como festejar el triunfo de la selección en las calles del país, luego de la final frente a Francia, en Qatar.
La felicidad colectiva transitoria que generaron Messi y equipo durante el Mundial y los días posteriores fue un claro ejemplo del humor social que produce sentirse bien. Veamos, desde una mirada antropológica, qué nos pasa hoy en el contexto de las elecciones presidenciales.
Sentirse bien se relaciona, en términos temporales, con el futuro, con cómo imaginamos que será. Puede ser una sensación de un día, de semanas, de meses. Pero también de lapsos breves, en momentos que ocurren entre angustias o malestares. Un abrazo en un velatorio, un chiste en una situación incómoda, una linda noticia en un contexto adverso: nos dan energía y nos mantienen en pie. ¿De dónde viene esa energía? Del futuro. De cómo lo imaginamos desde la situación actual en la que estamos.
El dilema con las elecciones políticas es que generan incertidumbre respecto al contexto social que tendremos en unos meses, y cómo ese resultado podría condicionarnos. El imaginario que tenemos de ese futuro país, de ese futuro presidente, impacta en nosotros desde el momento que comenzaron las campañas electorales.
Recibimos a diario múltiples datos sobre propuestas legislativas, proyectos de país, programas sociales, información que va marcando nuestra expectativa de cómo será ese porvenir. Suele pensarse que esto condicionará principalmente los aspectos tangibles de la vida, como la estabilidad económica, el precio de los alimentos, las posibilidades de viajar, un mejor sueldo y similares. Pero la vida también tiene aspectos intangibles, somos una sutil combinación de elementos materiales e inmateriales. Esta misma información es a la vez condicionante de cómo vamos a sentirnos en ese futuro y cómo nos estamos sintiendo ahora respecto a esa expectativa.
La experiencia hacia lo que vendrá nos parece intangible, pero las sensaciones que nos produce la incertidumbre son vitales para comprender nuestras decisiones materiales.
Quienes abren el futuro son quienes producen sensación de bienestar, quienes frente al momento de tener que elegir para los próximos años, logran transmitir una mínima percepción de estabilidad, de certeza, de continuidad.
Digo que sentirse bien se relaciona con el futuro porque lo que experimentamos en el presente está vinculado a lo que va a ocurrir inmediatamente después. Las elecciones políticas que estamos transitando en la Argentina son un fenómeno social que nos permite comprender la cultura detrás de las decisiones individuales. En términos antropológicos, la política puede entenderse como la capacidad que tiene una cultura de crear futuro. La política abre el porvenir porque genera las condiciones que posibilitan gobernar y convivir en un contexto histórico-cultural.
Elegir para el futuro
Ahora bien, ¿se trata solo de elegir entre candidatos? ¿Se reduce todo a elegir caras, nombres, partidos, logos, colores, plataformas, propuestas? Las elecciones nos enfrentan a elegir futuro. A decidir entre modos de gobernar una nación, de articular el presente con la historia y con la agenda por venir. Esto implica optar entre modos de gestionar el tiempo, de tramitar en relación al pasado, al futuro y la presencia simultánea de ambos.
Hay muchas posibles interpretaciones a los resultados de las recientes elecciones PASO para presidente. Una de ellas es que la sociedad argentina necesita sentirse bien frente a la incertidumbre cotidiana. Percibir que abrirse al futuro es poder cambiar el malestar y descomprimir la incertidumbre. Sentir que votar no solo se trata de optar por candidatos, sino que puede movilizar una sensación de satisfacción de que algo hicimos para promover un cambio en nuestras vidas.
Retomando ideas de Ricoeur en su obra Ideología y utopía, es posible comprender que sentirnos bien en el contexto de una elección democrática, no solo se vincula a nuestras ideologías, sino también a las utopías. Sentirnos bien no solo nos conecta con nuestra tradición, creencias y memorias; también nos sentimos bien al conectar con nuestros sueños, anhelos y deseos, con aquello que imaginamos como un futuro mejor.
Sentirnos bien con nuestras decisiones cívicas y con nuestra cultura, requiere que podamos alcanzar, aunque sea transitoriamente, un balance entre la presencia del pasado y la del futuro.