Su consumo es imprescindible y como el organismo no lo fabrica por su cuenta, se debe incorporar a partir de la ingesta de alimentos específicos
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La alimentación saludable es uno de los pilares claves de un estilo de vida en equilibrio y asegurar el correcto funcionamento del organismo. En este camino, el imperativo es una dieta variada, rica en vitaminas, minerales, proteínas e incluso grasas, una palabra temida ya que se la suele asociar con efectos negativos en la salud cardíaca.
Sin embargo, no todas las grasas se forman por igual y existen grasas saludables esenciales para darle energía al cuerpo. Entre ellos figuran los ácidos grasos Omega-3, altamente recomendados por los profesionales de la salud.
Partidaria de un estilo de vida saludable, Juliana Awada, ex primera dama, confesó en su libro “Raíces”, lanzado al mercado en octubre de este año, que consume suplementos de Omega-3, además de un protector hepático a base de cúrcuma y N-acetil-cisteína, un antioxidante, con el fin de reforzar sus enzimas digestivas y generar energía.
“Dado que mayoritariamente comemos productos y no alimentos, perdimos la capacidad de obtener energía de ellos, y lo que comemos se guarda y acumula en forma de grasa, ensuciando nuestro hígado”, aclara la Dra. Leinado en el libro Raíces. De ella, Awada aprendió a reconocer las grasas saludables, “una gran fuente de energía, indispensable para la producción de membranas celulares, neuronas y hormonas”, cuenta.
Analía Yamaguchi, médica clínica especialista en Nutrición del Hospital Italiano, explica que el Omega-3 es un tipo de grasa poliinsaturada y esencial que el cuerpo no produce por su cuenta y por ello la debe conseguir a partir del consumo de distintos alimentos o suplementos. Pero, ¿qué lo hace especial?
Se trata de un nutriente necesario para el organismo ya que forma parte de las membranas celulares de todo el cuerpo: le da estructura a los tejidos, lo mantiene vital y optimiza los procesos del metabolismo. Un informe de la Universidad de Harvard señala que las funciones más importantes del Omega-3 son las de proteger y potenciar la acción neuronal, además de la visión, al formar parte de la retina del ojo. A su vez, colabora en la fabricación de la hormona encargada de regular la coagulación de sangre y de generar la contracción y relajación de las paredes arteriales. Por último, compone la sustancia antiinflamatoria “eicosanoides”, que ayuda a prevenir las enfermedades cardíacas, los infartos, el lupus, la artritis reumatoidea y el cáncer.
En una investigación realizada por el Grupo Italiano para el Estudio de la Supervivencia en el Infarto de Miocardio y publicada en un informe de la Universidad de Harvard, se les administró una cápsula de un gramo de Omega-3 a personas que ya habían sufrido un infarto. La condición era tomarla una vez al día durante tres años, y el resultado arrojó que estaban menos propensas a volver a tener un infarto, a diferencia de aquellos a los que se les suministró un placebo.
Dentro de la familia de ácidos grasos, son tres los principales. Estela Mazzei, licenciada en Nutrición, comenta que el docosahexaenoico (DHA) y el eicosapentaenoico (EPA) se encuentran en las ostras y en los pescados, principalmente en el salmón, las anchoas, la caballa, el atún, los mejillones y la sardina, cuya dosis diaria recomendada es de una porción.
“El ácido alfa-linolénico (ALA) está presente en los aceites vegetales de chía y lino, o en sus semillas que deben consumirse molidas, además de en las nueces. La porción recomendada de estas últimas es de un puñado, y de una cucharada en el caso de la chia y el lino”, detalla la nutricionista.
El Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos (NIH por sus siglas en inglés), estima que la ingesta diaria del ácido ALA para adultos sanos debe ser de aproximadamente 1,6 gramos para hombres y 1,1 gramos para las mujeres. En cuanto a los ácidos EPA y DHA, aún no existen recomendaciones exactas.
Mazzei afirma que una deficiencia de Omega-3 puede ocasionar problemas cutáneos, por ejemplo, que la piel se ponga áspera o que aparezcan sarpullidos. “Como las células no funcionarán de manera óptima, la persona queda predispuesta a contraer enfermedades”, señala la especialista y aclara que su índice se mide a través de un análisis de sangre que estudia las membranas de los glóbulos rojos.
Este ácido graso forma parte de la familia de los macronutrientes (un grupo de sustancias que también está integrado por las proteínas y los carbohidratos) y cuya función principal es proporcionar la energía necesaria al organismo como también reparar y construir las estructuras celulares y así, regular las funciones metabólicas. Por ello, es recomendado para personas de todos los grupos etarios, pero sobre todo para las mujeres embarazadas, bebés y niños en pleno crecimiento.