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Hemos crecido con la idea de que las bacterias son malas. Incluso en medicina circuló, hasta no hace mucho, el viejo dogma de que “la única bacteria buena, es la bacteria muerta”. Los sinónimos que se han usado para referirse a las bacterias no han sido más amigables: gérmenes, microbios, microorganismos. Por supuesto que existen bacterias malas, que causan enfermedades o deterioran alimentos, pero a su vez somos el hogar de millones de bacterias que están en íntima simbiosis con nosotros y sin las cuales no podríamos vivir: la microbiota.
Si bien transitamos toda nuestra vida con un único corazón, un único cerebro y un par de pulmones y riñones, la familia de bacterias que habita nuestro cuerpo es dinámica, variable. Eliminamos bacterias cada vez que vamos de cuerpo al baño , alimentamos nuestras bacterias intestinales cuando ingerimos alimentos ricos en fibras como las legumbres, las verduras y las frutas, pero a su vez podemos sumar bacterias amigas a través de ciertos alimentos. El yogur es uno de ellos. El yogur es un alimento que se obtiene por la fermentación de la leche con dos bacterias específicas, llamadas Strepotococcus Thermophilus y Lactobacillus Bulgaricus.
En ciertos casos, el yogur puede contener otros microorganismos, los llamados “probióticos”, estos tienen nombres menos conocidos como Bifidobacterium, o Lactobacillus casei. A este punto es importante destacar que las bacterias del género Bifidobacterium son las más prevalentes en el intestino de un niño sano en sus primeros tres años de vida.
Todas estas bacterias son amigables, por varias razones. Por un lado, porque han demostrado ser seguras: no pueden causar infecciones ni enfermedades. Por otro lado, porque las bacterias del yogur hacen de la leche un alimento más digerible y más rico. La leche posee un azúcar natural, la lactosa. Durante la fermentación de la leche para su transformación en yogur, las bacterias del yogur consumen parte de la lactosa, por lo que un yogur es más tolerado y digerible que la leche para las personas que tienen intolerencia a la lactosa. Además, las bacterias del yogur siguen “trabajando” sobre la lactosa durante su paso por el intestino, por lo que llega al intestino menos lactosa que la que había en el yogur antes de ser consumido, porque estas bacterias la siguen consumiendo mientras digerimos el yogur. Un verdadero trabajo en equipo.
Las bacterias del yogur son amigables también porque al consumir la lactosa generan ácido láctico, una sustancia que tiene efectos antiinflamatorios en el intestino. Las bacterias del yogur, y en especial los probióticos, quienes tienen mayor capacidad que las dos bacterias del yogur para sobrevivir al paso por el estómago, llegan al intestino, donde las esperan muchísimas células de nuestro sistema inmunitario. Esa interacción, ese intercambio de información, entre los probióticos y las células de nuestro sistema inmune, es lo que se traduce en un aumento de nuestras defensas, nuestra capacidad de hacerle frente a infecciones intestinales, pero también de nuestro sistema respiratorio o de la piel, ya que lo que sucede en el intestino, no queda en el intestino….
*El autor es Doctor en Química. Docente de la Universidad nacional del Litoral e Investigador independiente del CONICET, especializado en productos lácteos, bacterias lácticas y bacterias probióticas.
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