El año pasado se promulgó la norma de promoción de alimentación saludable de Argentina, cuál será su impacto
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El proyecto de etiquetado frontal surgió en un contexto de altas tasas de prevalencia de exceso de peso y de enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes, ciertos cánceres, entre otras dolencias.
Su principal objetivo fue garantizar el derecho a la salud y a una alimentación adecuada a través de la promoción de alimentación saludable y de la información, advertir a consumidores y consumidoras sobre excesos de nutrientes críticos, y prevenir la malnutrición en la población y la reducción de enfermedades crónicas no transmisibles.
Los sistemas de etiquetado frontal de alimentos son una estrategia de política alimentaria que se ha estado implementado como herramienta para brindar a consumidoras y consumidores información verídica, simple y rápida de interpretar.
La Argentina es el sexto país de América en implementar un modelo de etiquetado frontal. Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay han aprobado previamente la utilización de etiquetados, como también otros países de diferentes continentes. Sin embargo, no todos los países del mundo utilizan el mismo modelo.
Parte del debate técnico ha estado enfocado en el tipo de modelo gráfico a utilizar y en cuál sería el punto de corte para clasificar a los alimentos. Algunos modelos clasifican a los productos de manera dicotómica (alto o bajo) y otros clasifican en más de dos grupos (con tres o más niveles de calidad).
Por otro lado, algunos sistemas toman en cuenta solo los nutrientes que se deben limitar por su relación con el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles, pero existen otros sistemas que contemplan también el aporte de nutrientes que tienen un efecto protector frente a de dichas enfermedades.
La ley aprobada en la Argentina establece la implementación de un etiquetado de advertencias con sellos en forma de octógono de color negro, con la leyenda “Alto en…” en los envases de alimentos cuando los productos comestibles excedan un umbral específico de contenido de azúcar, grasas, sodio y calorías.
El criterio para clasificar qué productos llevarán este sello se basa en un modelo propuesto por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que contempla solamente el exceso de nutrientes críticos y evalúa la cantidad de dichos nutrientes en función de la energía (calorías). A esto se lo denomina “umbral móvil”, porque la cantidad permitida de cada nutriente será proporcional al contenido de energía de cada alimento.
El modelo propuesto en Argentina aplica solamente sobre alimentos “procesados y ultra procesados”; sin embargo, este conjunto de alimentos representa no más del 25% de las calorías de la dieta de la población. El elevado consumo de preparaciones caseras, productos de panadería, carnes e ingredientes como azúcar y sal explican la mayor parte de los excesos en la ingesta de nutrientes críticos y no se verían afectados por la ley de etiquetado, por lo tanto, no se puede asegurar que la ley tenga un impacto significativo en una mejora de la dieta de los argentinos.
Además, el umbral móvil toma en realidad el criterio que la OMS estableció para dietas diarias de las personas y lo traslada a alimentos. Menos de 10% de la energía consumida en el día debería ser aportada por grasas saturadas, no más de 10% deben provenir de azúcares libres, las grasas trans no deben aportar más de 1% de la energía y el consumo de sodio por kcal consumida no debería superar 1 mg.
Esta manera de evaluar el contenido de nutrientes no contempla una realidad: no todos los alimentos tienen la misma presencia en los consumos de las personas, y por ello, no deberían tener el mismo límite aquellos alimentos que se consumen frecuentemente en alta cantidad que aquellos que solamente consumimos ocasionalmente.
Por otro lado, el sistema dicotómico imposibilita la diferenciación de calidad de alimentos dentro de una misma categoría señalizando de igual manera a un alimento que se excede levemente del umbral límite que a otro que lo excede en cantidades más elevadas, y el foco puesto solo en nutrientes críticos genera que algunos alimentos de buen perfil nutricional se vean penalizados. Un claro ejemplo de esto es el yogur. En el mercado podemos encontrar algunos con 7 gramos de azúcar agregada (menos de 2 cucharaditas) y otros que tienen 12 o 15%, pero todos llevarán el mismo sello de advertencia de exceso en azúcar.
Si la comparación se realiza entre distintas categorías, también encontramos que algunos alimentos con mucho más azúcar añadido que un yogur, como algunas galletitas o golosinas y que pueden alcanzar los 20 gramos tendrán la misma señalización.
Teniendo en cuenta que gran parte de nutrientes críticos consumidos por la población son aportados por alimentos no procesados que quedan exentos de un etiquetado frontal, la ley de alimentación saludable tal como se ha reglamentado no garantiza que aumente el consumo de alimentos que tienen un efecto protector frente al desarrollo de enfermedades crónicas y que actualmente se encuentran deficitarios en la dieta promedio argentina, como las frutas, verduras, legumbres, granos y cereales integrales y lácteos.
La reglamentación publicada recientemente establece un cronograma de dos etapas para la implementación del etiquetado por parte de las empresas. Al corto plazo con umbrales más flexibles y la última que alcanza los umbrales del modelo de OPS antes mencionado. De ser necesarias ciertas reformas, el poder ejecutivo tiene la facultad de modificar el reglamento publicado, siempre y cuando no se modifique el espíritu de la ley, la cual ya define la fuente de la cual se establecen los umbrales y el uso de un modelo dicotómico.
Para que una transformación de hábitos alimentarios que sea posible será necesario que se realicen acciones de educación alimentaria para que los consumidores cuenten con información completa y no solo con foco en los nutrientes críticos, para que de esta manera se prioricen los alimentos en función del perfil de nutrientes, con bajo aporte de grasas saturadas y azúcar agregado y prefiriendo aquellos que aportan proteínas de alto valor biológico, vitaminas, minerales, fibra y probióticos.
La autora es Licenciada en Nutrición (UBA). Diplomada en diseño de gobiernos locales para la infancia y la familia (UCA). Investigadora y docente universitaria.
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