Límites y crianza: por qué es importante dar tiempo para crecer y el rol de los adultos frente a una sociedad que no espera
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Los buenos límites organizan, ordenan y van dando tiempo a la maduración, al enriquecimiento de los recursos y al fortalecimiento de niños y adolescentes: “todavía no”, “cuando seas más grande”, “no tenés edad para eso”, “ya te va a tocar” son frases que los chicos detestan, pero los adultos a cargo los conocemos y sabemos para qué temas van estando listos y para cuáles tenemos que seguir diciendo que no.
Y ahí estamos los padres y madres como el guardia de la entrada: aceptando algunos pedidos pero también frenando, filtrando, postergando, ordenando, encauzando, idealmente con la ayuda y el apoyo de las instituciones escolares y las familias de la comunidad, donde contamos con muchos adultos con experiencia y conocimientos.
Si decimos que sí antes de tiempo se acorta la niñez, la latencia, o la adolescencia y eso tiene consecuencias serias. Niñez y latencia son ese largo período de despreocupación durante el cual los chicos juegan, aprenden, hacen amigos, practican deportes, bajo la mirada protectora y los cuidados de padres y otros adultos. Además de pasarla bien van aprendiendo recursos para ir manejando el estrés, procesar sus dificultades, fortaleciéndose y enriqueciendo su caja de herramientas para enfrentar la vida y sus vicisitudes. Y lo mismo ocurre con la adolescencia, un período de preparación para la adultez, durante el cual siguen enriqueciendo sus recursos personales y vislumbran lo interesante de crecer y convertirse en adultos con plenos derechos.
¿Cuál es el apuro? Los bebés descubren el mundo a medida que se les va presentando, mientras los adultos les ponemos una puerta en la escalera para que no puedan bajarla cuando todavía no saben hacerlo. Cada edad y cada etapa de maduración tienen “puertas” que sirven para protegerlos: si son demasiado pocas los abandonamos dejándolos librados a su suerte y a sus decisiones. Si en cambio nos excedemos en nuestros no y en la sobreprotección no los preparamos para la vida y a menudo, asfixiados por esa “cancha de juego” tan chiquita, los chicos se escapan, mienten…o se someten, pero no se preparan para la vida.
Es fundamental trabajar en equipo con nuestra comunidad, y empezar a hacerlo con nuestros hijos chiquitos, para que nos fortalezcamos entre nosotros, nos pasemos información y datos, reflexionemos y acordemos buscando lo mejor para nuestros hijos en cada etapa.
En el mundo actual con acceso a todo tan facilitado por las nuevas tecnologías es fundamental que aunemos criterios y no demos permisos que nuestros chicos no pueden manejar ni dejemos al alcance de sus mano materiales que no están capacitados para procesar.
Hoy compite contra nuestro buen criterio la presión de la sociedad, de las pantallas y las redes que los tientan a cada paso sin considerar si lo que ofrecen a los chicos es bueno para ellos y/o están preparados para hacerlo, entenderlo, usarlo y procesarlo.
Sin apurar
La sociedad de consumo no piensa en el beneficio de los menores sino en vender, y ya vimos en estos años infinidad de ejemplos, como la dramática disminución del juego libre, la introducción de teléfonos celulares a edades cada vez más temprana, y este año en particular el aumento de la cosmeticorexia, de la ludopatía, de la pornografía al alcance de todos. Y también en muchos otros temas, como la invitación a sumarse a modas –disfrazadas de ciencia– de alimentación o de estilo de vida.
Un ejemplo que se hizo visible en los últimos tiempos son los libros que se repartieron en las bibliotecas de escuelas secundarias de la provincia de Buenos Aires. Independientemente de su calidad literaria, varios eran libros para adultos con contenido sexual explícito, cuya lectura puede llevar a los chicos a tener trastornos de ansiedad, pánico, pesadillas o acciones impulsivas, si los leen antes de que sus cerebros estén listos para metabolizar ese contenido.
¿No hubo adultos que los leyeran antes para saber si eran adecuados para adolescentes? ¿Lo sabían pero era un negocio tan redituable que prefirieron mirar para otro lado? ¿Quizás es una de muchas formas encontradas para dañar las mentes de esos adolescentes, de modo que no logren madurar, integrarse y convertirse en personas de bien?
No cabe duda de que apurar los temas significa que los chicos tiene menos tiempo para formarse como personas y que tienen que afrontarlos sin estar preparados.
¿Qué nos pasa a los adultos? ¿Nos olvidamos de que tuvimos que hacer fuerza para crecer, mostrar nuestra idoneidad para cada tema, esforzarnos para alcanzar nuestros objetivos? No solo no deberíamos abrirles las puertas antes de que los veamos preparados sino tampoco antes de que lo deseen y lo anhelen con todas sus fuerzas.
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