Un grupo de amigos apostó por lanzar al mercado una leche de almendras auténtica en un momento donde había poca oferta; la clave de la pasteurización en lotes pequeños
- 6 minutos de lectura'
Lucas, Federico y Lionel decidieron llevar la receta saludable que uno de ellos hacía en forma casera y compartía en la mesa familiar para que otras personas pudieran acceder a un producto natural que en ese momento tenía muy poca oferta en el mercado. Los tres vienen del mundo del rugby, se hicieron amigos en el Club San Cirano, de Villa Celina, donde practicaban ese deporte, y con esta idea en la cabeza decidieron dejar sus trabajos para meterse de lleno en este emprendimiento al que llamaron Green Food Makers.
La receta que da origen a su emprendimiento es una leche de almendras, una bebida que se popularizó en los últimos años con una oferta de lo más variada pero que, sin embargo, una década atrás era un considerada una rareza.
Así en 2015, Lucas Piacenti, ingeniero industrial (36 años), Federico Angelinetti, analista de sistemas (37) y Lionel Sauro, vinculado al sector comercial de grandes empresas (47), decidieron crear Green Food Makers. Los tres habían pasado por compañías de renombre y, cada uno por su cuenta, también había desarrollado distintos emprendimientos. Pero la clave de este proyecto en conjunto era algo distinto y se trataba de facilitar el acceso de esta leche vegetal al público en general.
“La primera tanda de producción que hicimos fue de tan sólo 40 botellitas de 500 ml. Hoy ya producimos 30 mil litros de bebidas por mes”, dice Angelinetti, socio fundador de la empresa de alimentos plant based, que hoy tiene una planta de producción propia en San Martín, en la Provincia de Buenos Aires. En pocos años, la compañía tuvo un gran crecimiento, gracias al trabajo de investigación que desarrollaron para extender la vida útil de este alimento, que empezaba a ser más y más demandado.
“En 2015, el mercado estaba muy virgen. En la Argentina no había nadie que hiciera leche de almendras con algún proceso para extenderle la vida útil. Pero nosotros decidimos encarar un proceso para pasteurizarla, lo que representó un gran desafío que nos llevó mucho tiempo”, explica Angelinetti. El emprendedor recuerda que, en ese momento, si la gente quería consumir leche de almendras debía encargarla en las casas dietéticas con anticipación, entonces el comerciante la pedía al productor que la hacía en su casa de manera informal y tenía que consumirse rápidamente porque no contaba con ningún proceso para que se conservara más tiempo. “No resultaba práctico para el consumidor que no tenía el alimento de forma accesible”, asegura.
El camino no fue sencillo porque, según cuenta el joven, los equipos para hacer el proceso de pasteurización eran muy grandes y costosos. “Nosotros necesitábamos un equipo a medida y dio la casualidad que uno de nuestros compañeros del club tiene una empresa de refrigeración industrial y con él pudimos hacer un pasteurizador a medida para lotes pequeños”, explica.
En una primera etapa pasaron meses y meses midiendo la cantidad de bacterias presentes en la leche, hasta que lograron bajarlas y extender la vida útil. Según el socio de Green Food Makers, en poco tiempo, la propuesta resultó un boom porque la gente empezó a tener en el punto de venta una leche vegetal que podía agarrar directamente de los refrigeradores de dietéticas y tiendas saludables y que se conservaba por más tiempo.
Tres amigos, tres ingredientes
Almendras, agua y un toque de sal marina. Esta es la receta de la leche de almendras que proponen los tres amigos y que representa su principal diferencial frente a otras marcas. “En 2018 empezaron a salir leches vegetales en cartón, y hoy habrá unos 15 jugadores en la categoría de leches vegetales. Pero nosotros tenemos un producto verdadero, partimos del fruto, compramos la almendra y ahí comienza todo el proceso, algo que no es tan común, porque muchas marcas parten de pasta de almendras. Por otra parte, tenemos tres ingredientes versus 12 a 15 ingredientes que tienen otros competidores”, advierte Angelinetti. Aclara además, que el insumo más costoso para la fabricación de estas leches es la almendra por lo que es habitual que se recurra a la pasta de este fruto para bajar los costos. “Usamos unos 100 gramos de almendras por litro, es decir un 10% de este ingrediente básico, cuando industrialmente se usan un 1% a 2%. Ese diferencial, que se ve rápidamente en la textura de la bebida, es el que la gente valora”, señala el emprendedor.
Otro punto que se destaca en este tipo de productos es el envase de vidrio, que se considera como el más seguro para la conservación de los alimentos. En cuanto al vencimiento, las leches vegetales de este emprendimiento duran 45 días con cadena de refrigerado.
Lectores de etiquetas
La marca empezó a vender en unos 20 locales y hoy llega a 600 en todo el país. Si bien tiene la intención de expandirse al exterior, Angelinetti reconoce que la exportación de productos refrigerados requiere pasos extra que demandan más tiempo. Sus primeros productos, que representan el core de su propuesta, son las leches de almendras sabor vainilla o chocolate, sin embargo, la compañía amplió el portfolio y hoy vende también leche de coco, dulce de leche de almendras y de coco, y presentó, recientemente, una crema vegetal a base de almendras apta para cocinar. Se trata de una marca vegana, libre de gluten, que también tiene una versión kosher, “no producimos nada a base de lácteos en nuestra planta”, sostiene el emprendedor.
“También lanzamos unos jugos saludables mediante un co-branding con otra marca, que elabora jugos exprimidos, con ellos logramos un producto que es mitad leche de almendras, mitad jugo exprimido, que van muy bien para desayunos o meriendas”, explica el emprendedor.
Sobre los desafíos que representa un proyecto independiente, considera que lo que les dio resultado desde un primer momento fue armar un buen equipo de trabajo y reinvertir todas las ganancias. “Durante los primeros tres o cuatro años no ganábamos plata sino que reinvertíamos en personal, en mudanza, en maquinaria. Hoy tenemos una planta propia en San Martín, a tres cuadras de Tecnópolis, y las oficinas comerciales en el barrio de Saavedra, en la ciudad de Buenos Aires”, cuenta.
Respecto del futuro del negocio anticipa que el mercado va hacia lo saludable, “las nuevas generaciones son más conscientes de lo que consumen y cada vez hay más lectores de etiquetas. La gente se fija en la cantidad de ingredientes y el tipo de alimentos que lleva a su mesa. Son personas que realmente se cuidan, que están informadas y que cuando agarran un producto de la góndola lo primero que hacen es dar vuelta el paquete”, finaliza.