Tanto en las paredes urbanas como en la naturaleza, esta actividad trabaja sobre la coordinación, la fuerza, la superación personal y el manejo de la respiración
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Muchos empiezan para sacarse el miedo a la altura, otros por cambiar de rutina o para vincularse a través de una actividad que no implique una competencia con los demás. La escalada deportiva tiene lugar para todos: el único requisito para iniciarse son las ganas de empujar el límite personal cada vez más alto, salirse de la zona de confort, dejar de lado el miedo y la frustración.
En pleno auge y con amplio desarrollo en los últimos 20 años, consiste en trepar y recorrer rutas de escalada que presentan distintas dificultades, pero no se compite con nadie.
Surgida como una evolución del montañismo, se popularizó con el surgimiento de los muros de escalada en las ciudades, un ambiente más codificado y estable para desarrollar la actividad y luego salir a los ambientes naturales. En cualquier caso, su entrenamiento acarrea numerosos beneficios para la salud física y mental.
“Trabajamos mucho sobre la superación personal, dejando de lado la frustración, el manejo de la respiración, la calma, aprender a escucharse a uno mismo. También se aprende mucho mirando escalar a otras personas”, afirma Sebastián Cerrato, director de Campus de Escalada, una escuela que funciona dentro del Centro Asturiano de Buenos Aires, en Vicente López.
Agrega que en el contacto con otros aparece el emergente social de la actividad, donde compartir y hablar de las experiencias aporta mucho a quienes lo practican.
“En el aspecto físico, se trabaja mucho sobre la coordinación, fuerza y flexibilidad. Este trabajo integral tanto del cuerpo como la mente hace que la práctica de la escalada nos aporte una excelente forma física para la vida diaria y un estado de salud mental fuerte”, continúa Cerrato, a cargo de uno de los muros más grandes del país, con más de 10 metros de altura y 800 m2 para escalar y más de siete mil tomas y apliques con variadas formas.
Para iniciarse en la práctica no se necesita más que acercarse al muro de escalada más cercano con ropa cómoda y ganas de probar una experiencia distinta. “Desde los 4 o 5 años hasta los 60 o más, siempre se puede aprender. Lo importante es intentarlo y compartir el disfrute con quienes nos acompañan. No hay piso ni techo. Solo se necesita el control cervical y el desarrollo motriz cercano a los 4 o 5 años, el único piso para empezar en la vertical”, apunta Cerrato.
Desafío personal
En un curso básico se aprenden nociones sobre el equipo necesario para escalar, asegurar al compañero, descender desde lo alto de una pared, distintos recursos técnicos para progresar de manera vertical u horizontal y conceptos de seguridad. La conexión con uno mismo, el trabajo en equipo, el respeto por la naturaleza y el desafío de superar objetivos propios y colectivos son algunos de los elementos que se ponen en juego durante esta práctica cada vez más accesible a muchas personas. La clave es disfrutar del proceso, de los avances paulatinos y de compartir la práctica con otros.
“Como cualquier deporte que demanda destreza física y mental, el entrenamiento de la escalada contribuye a mantener una buena salud cardiovascular y un buen tono muscular, especialmente en el tren superior e inferior, el grupo de músculos que se utilizan mayoritariamente durante su práctica”, señala por su parte Rodrigo Ricaurte, médico funcional y médico de montaña y rescate.
Respecto de los cuidados antes de comenzar, según Ricaurte es fundamental tener un buen estado físico y mental: “Lo físico va a depender de un buen tono y elasticidad muscular, ya que para escalar se requiere bastante destreza. También es recomendable tener un peso acorde para la edad y la altura, realizar un entrenamiento mínimo indispensable del tren inferior y superior, fuerza prensil y equilibrio. En todo caso, siempre es recomendable hacer un curso con un profesional entrenado o un guía para aprender las medidas de seguridad básicas”.
Más allá de la práctica en los muros de escalada, los cursos de iniciación pueden complementarse con salidas para escalar en roca en distintos puntos del país, desde Buenos Aires, Mendoza, Bariloche y Córdoba.
“Estas primeras salidas son de un nivel básico y puede participar cualquier persona con o sin experiencia. En general se realizan algún fin de semana. Nosotros vamos a Sierra de la Vigilancia, cerca de Balcarce. También visitamos lugares de Córdoba o Arenales, en Mendoza, con accesos muy directos desde la ruta. También vamos a destinos como El Chaltén, Piedra Parada o Bariloche, donde se puede escalar y realizar trekking de varios días”, explica Cerrato.
Y concluye: “Después de la pandemia se acercó mucha gente al deporte, sobre todo a los muros en espacios abiertos al aire libre y ventilados. Como nunca antes, la pospandemia hace que trabajemos los miedos, la frustración, el contacto con el otro, los desafíos y la posibilidad de reinventarse. También impulsó a la escalada por su fuerte trabajo sobre la superación y el contacto con la naturaleza”.
En cualquier caso, las salidas sirven para poner en práctica las posturas y técnicas de agarres en la roca natural, las mismas maniobras que ya se aprendieron en el muro, siempre en itinerarios de dificultad baja o intermedia para adaptarse y disfrutar del esfuerzo. El desafío es siempre con uno mismo y se trata de empujar el límite personal cada vez más alto.
Ingreso al mundo olímpico
La escalada deportiva dio sus primeros pasos en el escenario olímpico en los Juegos de la Juventud de 2018, en Buenos Aires, y debutó en los Juegos de Tokio 2020, uniéndose así al programa como nuevo deporte que tuvo continuidad en París 2024 con tres disciplinas: búlder, velocidad y dificultad. En búlder, los atletas escalan muros de 4,5 metros de altura sin cuerdas en un tiempo limitado y en el menor número de intentos posible. La disciplina velocidad es una carrera contrarreloj en rondas eliminatorias de uno contra uno, donde se escalan muros de 15 metros de altura y cinco grados de inclinación en menos de seis segundos para los hombres y menos de siete segundos, para las mujeres.
En la disciplina de dificultad, el desafío consiste en escalar lo más alto posible una pared de más de 15 metros de altura en seis minutos, sin conocer la ruta con antelación. A medida que avanza la prueba, las rutas a escalar son cada vez más complejas y desafían las habilidades físicas y mentales de los atletas.
El primer objetivo consiste en sortear el tramo o pared que se tiene enfrente y no frustrarse en el intento.
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