Es posible que en algún momento de la vida haya que enfrentarse al fracaso antes de lograr un triunfo
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En un mundo pleno de incertidumbre, podemos contar con algunas certezas. Una de las más grandes es que vamos a fracasar. En algún momento de la vida tropezaremos y seguramente nos frustraremos. Un nuevo libro aborda este tema en busca de resignificar el fantasma del fracaso y verlo, en cambio, como un paso necesario y vital en el camino a los objetivos. Cómo fracasar con absoluto, rotundo y total éxito (Conecta), de Hernán Schuster, combina teoría, filosofía e historias reales de figuras que fracasaron antes de triunfar.
Participé en este libro. Hernán me convocó para ser parte de un capítulo bien práctico, donde brinda una caja de herramientas con hábitos y conductas que pueden ayudar a convertirse en personas más presentes y menos ansiosas, capaces de analizar mejor los pasos a seguir. Traté de echar luz sobre cómo el entrenamiento puede ayudar a lidiar con el fracaso y la frustración.
Es vital la conexión entre ejercicio y estado de ánimo: ponerse en movimiento aumenta las endorfinas, los neurotransmisores que nos hacen sentir bien. “Y así, del mismo modo que el fracaso es como una vacuna que nos hace sentir mal, pero a la larga nos protege; ejercitarse es algo que no nos gusta en el momento, pero que produce efectos muy saludables más tarde”, apunta el autor.
Al entrenar aumentamos los niveles de serotonina y dopamina, neurotransmisores que favorecen el bienestar y contrarrestan el efecto del cortisol, la hormona del estrés. Esto genera un cambio importante en la conducta, porque nos potencia y resetea el cerebro.
El ejercicio también ayuda a descargar tensiones y frustraciones. Y requiere concentración en algo puntual, funcionando como una suerte de meditación activa que permite salir del círculo vicioso de pensamientos negativos. “Al volver al tema que nos preocupa después, es probable que tengamos mucha más claridad y perspectiva”.
En fitness existe el dicho no pain, no gain (sin dolor no hay ganancia). Se refiere a que es inevitable que el cuerpo empiece a doler. Se producen microdesgarros que el organismo luego se ocupa de sanar, y así es como van creciendo los músculos. Según Schuster, esta analogía es perfecta para combinar con el fracaso: los mayores éxitos y crecimientos llegan después de los dolores y tropiezos. Nuestro aprendizaje se da con la perspectiva y la claridad posterior al momento de la crisis.
Coach, trainer y escritor
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