Un referente local en chamanismo cuenta de qué se trata esta forma de ver el mundo y de sanar el espíritu.
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Cuando a sus veinte años Gerardo Roemer entró por primera vez en contacto con el mundo espiritual a través de una sesión con un curandero de la etnia Huarpe, sintió que había algo ahí que apenas empezaba a intuir, pero lo convocaba con fuerza. Seguramente, dice, esta experiencia quedó latente en su memoria junto a las lecturas de juventud de los libros de Carlos Castaneda, que también lo marcaron.
Oriundo de Córdoba, su vida siguió diferentes rumbos -estudió Ciencias Políticas y trabajó en el mundo corporativo, en la industria aérea-, hasta que, más de veinte años después de esas primeras incursiones en el mundo espiritual, supo de la existencia de la Fundación de Estudios Chamánicos y decidió tomar un taller que dictaba allí Alicia Luengas Gates. A partir de ahí, su camino fue profundizándose cada vez más y Gerardo viajó a Estados Unidos, donde se formó con el antropólogo Michael Harner, fundador de la Fundación y creador de sus talleres.
Desde el 2002, Gerardo es docente senior y director de países de habla hispana de la Fundación de Estudios Chamánicos de Michael Harner en Argentina y docente en Fundación Columbia, donde enseña el programa de entrenamiento en chamanismo transcultural. De hecho la próxima semana dará un taller sobre el tema: será el 12 de octubre de 10 a 18 hs . Además, se dedica a brindar sesiones individuales de sanación espiritual chamánica con una agenda completa.
“La cosmovisión chamánica sustenta la práctica ética y efectiva del chamanismo, que es un conjunto de prácticas espirituales naturales que reconocen que todo está vivo, que reconocen que no estamos solos, y todo tiene un alma. El conocimiento experiencial de esta cosmovisión conduce a una profunda conciencia de la naturaleza sagrada de nuestro mundo y un despertar de la compasión.
Es una metodología que está destinada, entre tantas otras cosas, al alivio de la pena, del sufrimiento, a la curación de las enfermedades en un sentido espiritual, y a la búsqueda de conocimiento y orientación para la vida”, dice Gerardo Roemer con una sonrisa calma desde Córdoba, donde ha vuelto a vivir desde hace tiempo. Habla pausado y con tono paciente señala que desde que dejó la vida corporativa y dedica todo su tiempo al chamanismo se siente en su hogar.
Los cursos y talleres que dicta siguen las enseñanzas de Michael Harner, el antropólogo que logró crear y sistematizar una formación en chamanismo y curación chamánica y que ha acercado esta metodología al mundo occidental. Gerardo Roemer se refiere a Harner de modo afectuoso, y lo define como una especie de padre. Cuenta que el antropólogo puso el cuerpo a la investigación transcultural y se convirtió, además, en un gran curador.
“A través de sus estudios vio que hay formas de curación que son iguales en distintas partes del mundo, y que tienen que ver con atender la parte espiritual de lo que nos sucede”, eso que a veces, en el vértigo cotidiano, parece tan lejano o ajeno, por momentos. La metodología chamánica, explica Roemer, no entra en contradicción con ningún tipo de fe ni implica dejar de lado la medicina tradicional o la psicología, sino que se aboca a atender el aspecto espiritual de lo que nos sucede y requiere ser sanado.
Las prácticas chamánicas
¿Es el chamanismo compatible con la vida moderna? Por supuesto, dice Roemer, y señala que la conexión con el mundo espiritual está en nuestros genes, en nuestro organismo, de alguna manera, ya que todos venimos de una tradición que tiene en cuenta este aspecto de la vida. “El chamanismo parece algo muy exógeno a nuestra cultura, pero creo que todos estamos hablando de eso todo el tiempo en algún sentido. Se trata de una práctica que todos nuestros ancestros han hecho: la de atender el aspecto espiritual. En la experiencia de nuestros ancestros está la noción de que tenemos un alma, todo lo tiene. Podemos entrenar hacernos uno con el alma y el espiritu de todas las cosas de la naturaleza.
No se trata de aprender, sino de recordar, y creo que enriquecemos mucho nuestra vida si nos damos cuenta de que no estamos solos”, dice. Destaca una expresión común que suele escucharse para referirse al dolor por la muerte de un ser querido, por ejemplo: “se fue una parte de mi alma”. No es casual, dice, el uso de esta expresión, y cuenta que en chamanismo existe algo que se llama la recuperación de alma: “muchas veces, a partir de un trauma o situación particular, que puede ser desde un susto hasta una situación abusiva grave, podemos perder parte de nuestra alma. En términos más occidentales, hay algo en nosotros a nivel muy profundo, una fuerza interior a la que dejamos de tener acceso”, comenta, destacando cuán integrado está en todos nosotros ese mundo espiritual. A través de la práctica de sanación chamánica, se busca restaurar el equilibrio y acceder a esa energía.
¿Cómo acercarse a estas nociones? En la vida cotidiana, en principio, Roemer destaca la importancia de conectar con la naturaleza, estar presentes en ella. No importa, dice, si se trata solamente de un tiempo en vacaciones, o de breves estadías: sentir el contacto con las plantas, la tierra, el mar, la vida que hay en todo lo que nos rodea es fundamental para reconectar con estos saberes que viven en nosotros.
“Un chamán puede decir: “hoy me hice uno con el árbol”, y esto no es una metáfora, tiene que ver con la experiencia espirtual, psicológica, de hacerse uno con la madera, con las raíces, con sus hojas, y luego puede decir que al ser la raíz del árbol experimentó que estas se comunican con otras raíces, etcétera, o que experimentó las estaciones. Los chamanes tienen una forma muy poética de expresar, y tal vez dicen: “esto me enseñó la esperanza de que todo es cíclico, todo vuelve”.
Hacerse uno con el agua puede enseñar a soltar, a fluir. Así como hemos aprendido de las alas de los pájaros, de su aerodinamia para construir aviones, podemos inspirarnos en toda la hermosísima naturaleza que nos rodea, de muchas otras cosas. Todo nos puede hablar, y la forma en que la naturaleza resuelve sus asuntos puede ser una gran fuente de conocimiento”, apunta.
Explica que el método de entrenamiento chamánico de Harner es ideal porque va de a poco, paso a paso. Comienza con un taller presencial que enseña el ABC, las formas de viajar chamánicamente, de conocer estos espíritus. Algunos, dice, se acercan a este taller como una forma de autoconocimiento, mientras que otros lo hacen con la idea de formarse como sanadores. Habla de diferentes prácticas chamánicas como el trabajo chamánico con los sueños, la recuperación del alma mencionada anteriormente, o ceremonias como la práctica de muerte y resurrección, a la que define como un profundo reset, que ayuda a experimentar la sensación de muerte y renacimiento, y suele ser realizada por aprendices avanzados.
En cuanto a las sesiones de sanación que realiza, cuenta que lo primero que suele preguntar a quien se acerca es qué quiere curar. Si la persona pueda expresarlo, dice, esto significa que ya está lista para la curación espiritual. La cuestión es: “¿hay algún aspecto de eso que se desea curar que atañe a tu alma?”. La respuesta suele ser afirmativa. Esto, señala, no quiere decir que no sea necesario un tratamiento psicológico o médico, sino que se trata de sanar esa parte que atañe a espíritu. “A todos nos resulta familiar, porque lo llevamos en nuestro ADN, sólo tenemos que recordarlo”, afirma, casi como una invitación.