El Museo de la Felicidad, que abrió hace unos pocos meses en el barrio de Lavapiés, ayuda a identificar las cosas que hacen bien
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Primer requisito: mirar a cámara y sonreír. No alcanza con una mueca para abrir el molinete. La sonrisa debe parecer genuina. Recién entonces se habilitará la entrada al Museo de la Felicidad de Madrid, una de las flamantes inauguraciones que convoca a grandes y chicos a vivir más de 20 experiencias inmersivas.
La expectativa crece a medida que el recorrido avanza por las tres plantas del edificio diseñado para descubrir cómo, cuándo, dónde y por qué somos felices.
El MüF invita a poner el cuerpo para tirarse por toboganes que aterrizan en peloteros. Algo que para los chicos es tan habitual, quizás para los adultos represente una primera vez. Y de esto se trata, de gestos precursores de improntas felices. ¿Dónde se encuentran las personas más felices del planeta? ¿Qué hormonas son las responsables de nuestro estado anímico? ¿Por qué la música nos transmite emociones? Estas y otras preguntas encuentran sus respuestas.
A lo largo de 600 m2 se disponen máquinas de risa que contagian carcajadas, peluches gigantes que envuelven en abrazos a quienes quieran generar oxitocina –la hormona que se libera en momentos placenteros– y el laboratorio de felicidad. Aquí se impone desplegar los sentidos para reconocer aromas, escuchar sonidos, degustar golosinas y animarse a texturas ocultas que hay que descubrir.
Desde su apertura, en octubre, ya pasaron más de 30 mil visitantes por el museo ubicado en el barrio de Lavapiés, muy cerca del Museo Reina Sofía.
Durante una hora y media las actividades buscan un suspiro de alivio, una sensación placentera, varios momentos de alegría y algún instante fugaz de gratitud. En la Sala de Desestrés hay sacos de boxeo para desquitarse y liberarse de malas energías, además de burbujas para explotar. En la Discoteca se disponen auriculares que cuelgan del techo, entre paredes espejadas que reproducen sitios paradisíacos. Hay espacio suficiente para bailar sin parar. La playlist no falla: I Will Survive, de Gloria Gaynor y Don’t Stop Me Now, de Queen, sacuden cualquier esqueleto.
¿Sonríe la Mona Lisa?
Escudriñar el misterio de la sonrisa de La Gioconda es otro de los desafíos. Simétrica, con la mirada clavada en quien la mire, la Mona Lisa, de Leonardo Da Vinci, da la ilusión de que su boca se mueve hacia una sonrisa e invita a descubrir el enigma a través de espejos perpendiculares. ¿Es el lado derecho o el izquierdo el que sonríe? Es una de las postas más concurridas del MüF.
En otra instancia instagrameable el público puede expandir su sonrisa con una lupa gigante. Y gracias a un espejo ubicado estratégicamente, en la foto aparecerán ambos, quien sonríe y quien hace click.
Por otra parte, el Armario de la Verdad es una actividad individual e introspectiva a partir de preguntas relacionadas a los vínculos propios. Sin spoilear, la puerta-respuesta que se abre es una sorpresa gratificante, un guiño a la autoestima.
La realidad virtual también forma parte del recorrido, en este caso, las gafas VR sumergen en un viaje. Llamar a un ser querido y dejarle un mensaje cariñoso es otra de las experiencias que impulsan el bienestar. Expresarse, y llevar al papel lo que nos hace felices es un paso más para generar conciencia sobre qué y quiénes nos provocan felicidad.
Según uno de los tantos informes que acompañan el recorrido, el mapa que refleja el Informe Mundial de la Felicidad elaborado por Naciones Unidas posiciona a Finlandia, Dinamarca, Islandia y Países Bajos entre los países cuyos habitantes calificaron con buenas puntuaciones su calidad de vida. La Argentina se ubica de la mitad para abajo en esa lista, después de Nicaragua, Chipre, Croacia y Hungría. Los resultados se explican por las diferencias en renta per cápita, esperanza de vida, libertad de acción, seguridad y buen gobierno.
“La misión es que nuestros invitados salgan un poco más sabios, habiendo vivido experiencias con técnicas que luego pueden seguir utilizando en su vida, en el día a día. Las actividades reúnen dos requisitos imprescindibles: que sean entretenidas y a la vez didácticas. Pero también, que sean el puente para hacer cosas por primera vez, de esta forma nuestro cerebro se va a acordar de ese momento durante mucho tiempo”, señala Pablo Claver, el director del museo cuyo equipo se especializa en historia del arte.
Saltar es la última posta a la que se accede por una escalera para piscinas. Pero en vez de agua, hay colchonetas que amortiguan la caída y promueven el bienestar emocional. En el corazón de la movida madrileña, el MüF propone explorar las microacciones que nos hacen bien.
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