Pequeñas y muchas de difícil acceso, aseguran exclusividad, aguas tibias y entornos idílicos; de la isla griega de Zante a las bahías bucólicas de Algarve, las arenas que deben estar en la lista de los viajeros exigentes
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Mientras de este lado del globo la nieve empieza a seducir en las pistas de esquí, en el Viejo Continente desempolvan el traje de baño y las proas enfilan hacia las playas más selectas, recluidas y magníficas que eligen los famosos. Con belleza suficiente para competir con el mágico Caribe o el selecto Pacífico, las arenas europeas seducen, además, con la cercanía de ciudades codiciadas y atractivas. Aquí la ruta perfecta para planificar el viaje o, al menos, soñar un rato.
La perla Jónica
Navagio (playa del Naufragio) es una de las calas más destacadas de toda Grecia. Debe su nombre a la nave enclavada en la arena que encalló allí en los años ‘80 y que nadie retiró, porque le dio identidad al lugar. Casi encerrada por los espigones naturales de piedra caliza, el bañista se siente en un espacio totalmente privado, abrazado por acantilados. Ubicada en la parte oriental de la isla griega de Zante, el único modo de llegar es con un barco taxi que concreta el trayecto desde el puerto de Vromi, el más cercano, o bien con una embarcación propia.
Aguas cristalinas no empiezan a definir a la playa. Su arena blanca es tan fina como el talco. No hay servicios a la vista. Si bien no hay dónde abastecerse para comer o beber algo, para quien llega con su pequeña embarcación, la sensación de estar extraviado en un sitio perdido del mundo es inigualable.
El visitante puede, además, recorrer uno de los lugares cercanos más fascinantes de la isla: las Grutas Azules, una serie de promontorios que forman una galería en la que se cuela el agua turquesa del mar Jónico.
La isla, por otra parte, es una excelente escala en un itinerario de paisajes magníficos y cierto anonimato. Zante está sembrada de pequeñas aldeas con encantadores puertos pesqueros.
En el recorrido el viajero encontrará pequeñas iglesias de estilo mediterráneo que merecen una visita. El templo bizantino de San Dionisio, situado junto al puerto, y la iglesia de Santa Mavra, con un interior precioso, son dos paradas obligadas.
Un inesperado castillo veneciano, además de la curiosidad de su arquitectura, ofrece la mejor vista panorámica de la ciudad.
Navagio es una de las playas más fotografiadas de toda Grecia.
En la Costa Azul
Hablar de la Costa Azul ya pone de buen humor. Que una playa logre competir entre las mejores del planeta, es un desafío singular. Sin embargo, Calanque d’En-Vau sale holgadamente airosa. Solo se llega a ella en barco o luego de una caminata de dos horas desde el puerto de Cassis. Las alternativas preferidas son los kayaks y canoas, que proponen una actividad para vincularse con la naturaleza del lugar, mientras se incorpora una actividad deportiva.
Se trata de una fina lámina costera del Macizo de los Calanques, al sur de Francia, cuyos 20 kilómetros de largo y 4 de ancho forman una asombrosa elevación montañosa frente al mar Mediterráneo.
Las calas encajonadas entre los acantilados regalan una sucesión de postales que parece no tener fin.
Integrada al Parque Nacional de Calanques, la playa de d’En-Vau está inserta en un entorno montañoso de gran riqueza natural, en un litoral abrupto que comienza en la ciudad de Marsella y llega hasta Cassis. Es una de las regiones costeras menos frecuentadas de la Costa Azul.
Se recomienda consultar las condiciones de acceso que varían de acuerdo a las condiciones meteorológicas y las mareas. También es aconsejable llegar temprano, cuando aún nadie invadió el espacio para adueñarse del pasaje que recuerda a un antiguo reinado secreto.
La piscina de Dios
Lampedusa se ha vuelto infelizmente célebre gracias al incesante arribo de refugiados provenientes de África.
Sin embargo, según los propios italianos, allí se esconde la más hermosa playa del mundo.
Se trata de la Isla de los Conejos, una formación baja y rocosa que ha sido destacada en anteriores ediciones de Traveller’s Choice de TripAdvisor. Consiste de una pequeña bahía con un islote en su corazón que a los viajeros les sugiere un auténtico paraíso en la tierra.
Lo cierto es que cuando baja la marea, la isla se enlaza a la tierra mediante un istmo y se puede llegar caminando por el agua ya que la profundidad mínima alcanza los 30 centímetros. Con la marea alta, se eleva a 150 cm.
Frente a esta zona de costa de Sicilia se constituyó la Reserva Natural Orientada de Lampedusa. La navegación y el buceo están prohibidos, y el baño en el mar solo se permite a quienes acceden a la playa por tierra entre las 8.30 y las 19.30.
Las arenas de la Isla de los Conejos son accesibles con apenas unos veinte minutos de caminata. Es el sitio perfecto para no ser visto.
De hecho, a pasos de allí, antes de acceder a la playa, escondida en un muy pequeño valle, se encuentra la casa en la que vivió Domenico Modugno. Era un enamorado de la zona, a tal punto que llamaba a la bahía “la piscina de Dios”.
Sobre la playa no hay servicios, solo un pequeño sitio en la ruta y baños al iniciar el descenso. Un pequeño kiosco alquila sombrillas, pero solo pueden utilizarse en una sección determinada de la costa.
A tener en cuenta: es mejor ir cuando sopla el mistral (del noroeste) y el mar está más claro y tranquilo. Si hay siroco (del sudeste) el agua, se enturbia con las corrientes.
Otro dato a recordar es que, en el verano, el acceso a la playa se suele regular con reservas en línea.
Exotismo balear
La Mallorca que visita la realeza cada año; la Ibiza de la vanguardia y la moda; la Menorca de los millonarios ingleses y sus casas de verano. Las tres mayores de las Islas Baleares siempre arden en verano. Sin embargo, la hermanita menor, Formentera, no tiene nada que envidiarles. Su día a día tranquilo y cansino, la esencia pueblerina que conserva y lo impresionante de sus paisajes, se combinan de manera extraordinaria para poder pasar desapercibido sin perder ni un ápice de los lujos de las Baleares y el exotismo de sus costas.
Un paseo por una costa de 4 kilómetros es lo que espera en la playa Migjorn. La región alterna los balnearios de arena con calas de formación rocosa. Partiendo desde el oeste se enfilan Es Mal Pas, Es Ca Marí, Racó Fondo, Codol Foradat, Es Valencians, Es Arenals y Es Copinar.
Una pasarela bordea toda la costa y permite acceder a cualquiera de ellas. Este collar que integran todos los pequeños recodos que forman Migjorn son visitados por los locales, pero nunca hay demasiada gente, aunque desborda de restaurantes y sitios de alojamiento.
Los formenterenses aseguran que es el sitio más cercano al Caribe de Europa.
Es ideal para visitar con niños porque la temperatura es muy agradable, pero, además, la profundidad es escasa aún adentrándose en el agua.
Diez en una
Portugal es la nueva estrella turística pospandemia. Algarve se ha convertido en el destino de celebridades en el verano. Aún se encuentra fuera del radar de la masa de turistas, y su espíritu descontracturado permite a los famosos pasar desapercibidos.
Allí se esconde una de las más hermosas playas de Europa: Praia da Marinha, entre Portimão y Albufeira. La integran una serie de bahías bucólicas y tranquilas que se cobijan entre las rocas.
Se ha convertido en el sitio perfecto para las producciones fotográficas de moda y lujo.
Un grupo de acantilados acuna la arena que baña el océano. Pulidos por la erosión de años, presentan una serie de pozos naturales, arcos inesperados que caen al mar y cuevas con aguas turquesas. La arcada más célebre, imagen ícono de esta playa, mide más de 50 metros de altura.
Anémonas, erizos, estrellas de mar y gambas son algunas de las bellezas submarinas que se descubren en sus aguas.
Se accede desde el estacionamiento por una escalera de una centena de peldaños. Solo la primera cala cuenta con servicios, de modo que para ir a las demás, es preciso llevar lo necesario.
La más linda es la tercera, a la que se llega a pie, atravesando algunos de los arcos y cuevas, siempre sobre el agua.
Es necesario tener en cuenta los movimientos de mareas para no quedarse atrapado en alguna de las calas.
Agosto no es un buen mes para visitar el lugar: suele estar atestado.
El toque inglés
Mientras los británicos pueblan las costas del Mediterráneo y compran propiedades que utilizan sólo durante sus vacaciones de verano, Inglaterra guarda algunas playas secretas dignas de competir en cualquier ránking.
Aún cuando no convoque de manera masiva a los turistas clásicos de sol y mar tibio, es un destino que se vuelve mágico en esta época del año y que invita, sobre todo, a quienes aman la naturaleza.
Al sudoeste de la isla, justo sobre el Canal de la Mancha, se extiende el condado de Dorset. El sitio se ha vuelto célebre gracias a la Costa Jurásica declarada Patrimonio de la Humanidad.
Cerca de West Lulworth se encuentra Durdle Dor. Una formación que se eleva sobre una playa única, con un arco perfecto que parece tallado a mano y que se asienta con una de sus bases en la tierra y la otra sumergida en el mar.
Los especialistas afirman que ese cincelado se debió al efecto incesante de la marea y, por consiguiente, estiman que en unos años colapsará.
Durante el verano se pueden comprar refrescos y helados en el kiosco que se instala en el ingreso.
Las arenas croatas
Croacia es otro destino cada vez más de moda. Sus costas tienen todos los sabores y gustos que un turista adinerado y exigente puede desear.
La Playa Zlatni Rat (Cuerno de Oro) en Bol, Isla de Brac, la más cercana llegando desde Split en la costa Dálmata, es una de las mejores.
En el puerto de Split se puede tomar un ferry (no se necesita reservar boletos porque tiene numerosas frecuencias diarias con una hora de diferencia, el trayecto demora 50 minutos) que la une con Supetar, un pequeño pueblo pesquero. Durante el verano también se presta un servicio de catamaranes que parten del mismo origen pero llegan a Bol.
Brac está sembrada por media docena de pequeños asentamientos que incluyen Supetar, Splitska, Postire, Sutivan, Milna y la propia Bol. También se puede hacer un trekking (o subir en auto) hasta la cima del monte Vidova Gora, el más elevado de la isla, desde donde las vistas de Zlatni Ra son impagables.
Desde Bol para acceder a la célebre playa se puede ir caminando (son 3 kilómetros) o tomar el tren turístico. Las celebridades que llegan en sus propios yates pueden ingresar hasta el extremo.
También desde allí se puede partir en ferry a la llamada Ibiza croata: la Isla de Hvar.
La particular forma de triángulo isósceles de Zlatni Rat penetra más de trescientos metros en el mar, y al ser su perímetro enteramente de playa, los viajeros cuentan con un espacio de arena de inusual amplitud. El windsurf y el snorkel son dos de los atractivos preferidos, aunque muchos turistas llegan simplemente para deleitarse con el maravilloso escenario natural.
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