El fin del año puede provocar emociones opuestas: alegría para algunos y estrés para otros; este contraste tiene raíces tanto en la genética como en la epigenética
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Las Fiestas son un terreno fértil para emociones intensas. Mientras algunos esperan con ansias las reuniones, los brindis y los balances de Año Nuevo, otros enfrentan esta época más abrumados que entusiasmados. Si bien la ecuación tiene un componente contextual y aleatorio, la ciencia sugiere que la genética y la epigenética podrían jugar un rol clave en estas diferencias.
Gabriel Ércoli, médico genetista (M.N. 142.115), explica que hay dos genes clave que inciden en esta regulación emocional: el COMT y el SLC6A4. ”Todos tenemos los dos y, a su vez, dos versiones de cada uno: una materna y otra paterna”, indica. El COMT, por un lado, produce una enzima que descompone neurotransmisores relacionados con el estrés como la dopamina. “Algunas variaciones en este gen pueden hacer que algunas personas reaccionen de manera más intensa a situaciones desafiantes”, señala. Por otro lado, el SLC6A4, relacionado con el transporte de serotonina, está implicado en la regulación de la ansiedad. “Algunas de sus variantes pueden predisponer a una mayor sensibilidad emocional, aumentando la probabilidad de sentirse abrumado en contextos como las reuniones festivas”.
Como segundo factor influyente en la forma de transitar los festejos de fin de año, Ércoli habla de la epigenética, que refiere a cómo las experiencias personales y los factores ambientales pueden modificar la expresión de los genes. Los cambios que se generan en estos, que pueden ser temporales o permanentes, moldean las respuestas a distintos estímulos. “Las experiencias de cuidado temprano en la vida pueden influir en la expresión de genes relacionados con la regulación del estrés y, por ende, en la respuesta emocional en situaciones como las Fiestas de fin de año”, explica.
Ércoli sugiere que las personas que experimentaron adversidad temprana o falta de cuidado parental muestran mayor metilación del gen NR3C1, lo que reduce su capacidad para regular el cortisol. Esto las hace más propensas a respuestas exageradas al estrés en situaciones de alta carga emocional, como las Fiestas de fin de año, que suelen incluir factores como demandas sociales, expectativas culturales o conflictos familiares. “Para estas personas, las Fiestas pueden ser percibidas como una amenaza emocional, activando respuestas de estrés exacerbadas como ansiedad o irritabilidad”, cuenta. “Aquellos con menor metilación en este gen, gracias a experiencias positivas tempranas, van a poder enfrentar las mismas situaciones con mayor resiliencia y calma”.
Quiénes son genéticamente más propensos a agotarse durante las Fiestas
Considerando combinaciones de variantes genéticas y su interacción con el ambiente, Ércoli elaboró una lista de tipos de personas con una mayor predisposición al agobio durante las Fiestas; sugiriendo, a su vez, prácticas o terapias para tratar los síntomas. “Son perfiles basados en mecanismos subyacentes, aunque no son agrupamientos rígidos ni parámetros únicos o excluyentes”, aclara.
1. Personas con alta sensibilidad emocional
- Rasgos genéticos relevantes: Variantes en el gen 5-HTTLPR (transportador de serotonina, versión “corta”) y polimorfismos en BDNF asociados con menor resiliencia emocional.
- Características: Tienden a experimentar emociones intensas y prolongadas frente a estímulos sociales o emocionales. Pueden sentirse fácilmente sobrepasados por expectativas familiares o conflictos.
- Posible intervención: Prácticas de mindfulness o terapias para manejo emocional, como la terapia cognitivo-conductual.
2. Personas con mayor reactividad al estrés
- Rasgos genéticos relevantes: Variantes en FKBP5 y CRHR1, que pueden provocar una hiperactivación del eje Hipotálamo-hipofisario-adrenal que crea un circuito de retroalimentación hormonal que activa y regula la reacción del cuerpo al estrés y alteraciones en COMT que dificultan la regulación de dopamina. frente al estrés.
- Características: Responden con mayor intensidad fisiológica al estrés (por ejemplo, aumento de cortisol). Pueden sentirse abrumados por la planificación, compromisos o situaciones sociales.
- Posible intervención: Técnicas de manejo del estrés, como el yoga.
3. Personas con vulnerabilidad a cierta desregulación del estado de ánimo
- Rasgos genéticos relevantes: Polimorfismos en genes relacionados con el transporte de serotonina y dopamina (como SLC6A4 y DRD4) y variantes en MAOA, que afectan la degradación de neurotransmisores.
- Características: Fluctuaciones en el estado de ánimo, especialmente cuando hay estrés acumulado. Pueden asociar las fiestas con recuerdos negativos, amplificando la carga emocional.
- Posible intervención: Apoyo psicológico previo a las Fiestas, farmacoterapia en casos necesarios.
4. Personas con desregulación circadiana
- Rasgos genéticos relevantes: Variantes en PER3 o CLOCK relacionadas con sensibilidad a cambios en los ritmos circadianos (ciclos de sueño y vigilia).
- Características: Mayor susceptibilidad al cambio de rutina, menor tiempo de luz o alteraciones en el sueño. Pueden sentirse irritables o cansados, lo que amplifica su percepción del estrés.
- Posible intervención: Fototerapia, mantener rutinas regulares de sueño incluso durante las fiestas.
5. Personas con predisposición social o epigenética
- Factores relevantes: Experiencias previas de estrés infantil o trauma, mediadas por modificaciones epigenéticas en genes que regulan el eje Hipotálamo-hipofisario-adrenal (como NR3C1).
- Características: Las Fiestas activan recuerdos asociados con conflictos familiares o expectativas sociales, lo que les genera agobio.
- Posible intervención: Terapia enfocada en resolver patrones familiares y manejo de expectativas.
El estrés de diciembre y la presión por cumplir
Desde el campo de la psicología, Valentina Agüero, terapeuta especializada en conductismo (M.N. 74.578), sostiene que el estrés es un lugar común llegado el último mes del año. “El estrés es una respuesta natural que se genera en nuestro organismo cuando percibimos una situación amenazante, ya sea que la misma exista o no. Solemos asociar la etapa de fin de año con muchos compromisos, tareas pendientes y balances reflexivos que pueden activar esta respuesta”, apunta.
Agüero explica que durante esta época -que alcanza su clímax en diciembre- se juntan el cierre de año académico (con los niños más tiempo en casa), los exámenes finales, un posible aumento de la carga laboral y la organización de la cena de Año Nuevo con el fin de evitar que nadie se ofenda. La especialista además señala que todo esto se exacerba en un país como Argentina, en el que abundan las reuniones sociales y “despedidas”, que a veces pueden implicar el abandono de hábitos saludables. La psicóloga repara en el hecho de que la reflexión, típica de esta parte del año, puede traer consigo sentimientos y pensamientos displacenteros, asociados a experiencias negativas, pérdidas y logros no cumplidos, entre otros disparadores. “Todo esto contribuye a un sentimiento comunitario de estrés, o agobio”, pondera.
Coincide con ella Cynthia Zaiatz, neuropsicóloga (M.N. 60105) y jefa del departamento de Salud Mental del Sanatorio Modelo de Caseros, quien hace énfasis en que la cuestión de las metas no cumplidas adquiere un peso especial a fin de año. “Con el final cerca empiezan los balances. Se analizan los resultados de los procesos que se dieron durante el año: qué cosas estuvieron bien, qué cosas estuvieron mal, los objetivos que no se pudieron lograr”, comenta. “Lo que más veo son situaciones de decaimiento por ver planes que no se pudieron concretar”.
El factor final y un ciclo que se repite
Por otro lado, Zaiatz identifica el factor final -presente implícita y explícitamente durante el último mes del año- como una realidad que supone un cansancio y esfuerzo extra. “Hay un estrés acumulado que explota en diciembre. Se ve en la calle, en cómo maneja la gente, en cómo camina la gente. Todos los pacientes están agotados, alterados y quieren que el año termine ya”, observa la experta. “Uno llega con lo último que le queda de fuerzas y, como al final de una carrera, el tramo final cuesta más”.
Y en enero, todo cambia. La psicóloga sostiene que el caos de fin de año es tan intenso y, de alguna manera, sostenible, porque dura poco, porque en enero hay una suerte de reseteo. “Que empiece otro año es como una reposición de energía: genera una luz de esperanza, de nuevas oportunidades y nuevos logros”, plantea Zaiatz. “Es siempre el mismo ciclo: un diciembre de estrés total y un enero de recarga absoluta, como si nos hubieran dado una dosis fuerte de bienestar”.
A pesar de las influencias genéticas y epigenéticas y la atmósfera de tiempo de descuento y estrés generalizados, los entrevistados coinciden en que sí existen herramientas y prácticas que pueden servir para contrarrestar los efectos nocivos asociados con las fiestas de fin de año. “Nuestras reacciones no están completamente predeterminadas. Siempre hay margen para modificar nuestras respuestas”, sostiene Ércoli. “El ejercicio, la meditación y un entorno de apoyo pueden mitigar los efectos negativos”.
Por su parte, Agüero sugiere “reducir la sensación de demanda y probar decir que no”. “Dividir las tareas complejas en pasos pequeños, delegar responsabilidades y resistirse a demandas laborales o sociales que puedan ser evitadas”. Al mismo tiempo, la especialista recomienda la práctica de la atención plena para centrarse más en el presente, y priorizar las verdaderas actividades de disfrute. Por último, Zaiatz alienta a tener una actitud superadora y optimista con foco en el futuro y no en el pasado. “Establecer nuevos objetivos que pueden suceder, en lugar de angustiarse por lo que no sucedió”.
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