Según estudios, el 81% de los argentinos se autopercibe en situación de overworking, es decir, que admite la recarga laboral, el exceso de trabajo
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En tiempos vertiginosos donde la incertidumbre pica en punta, los niveles de presión en contextos laborales desdibujan las fronteras del bienestar emocional. Todavía estamos procesando el shock postraumático que nos dejó la pandemia, un tsunami que salpicó fuerte y diseminó altas dosis de vulnerabilidad.
En este contexto conocer qué habilidades hay que desarrollar para no quedarse afuera es clave, genera ansiedad y una gestión de energía extraordinaria.
Por otra parte, la sobreadaptación a los distintos formatos que oscilaron del home office al híbrido y al presencial, nos exige un reacomodamiento incesante con una mochila cargada de exigencias de todo tipo. Los líderes de las organizaciones también sufren aún los coletazos del desconcierto generalizado. Y la vuelta a la presencialidad avanza, pero con libertad y flexibilidad.
La sobreexigencia no solo laboral sino también familiar se ve en los estudios. La última investigación realizada en julio por Trendsity junto a Heineken detectó que el 81% de los argentinos se autopercibe en situación de overworking, es decir, que admite la recarga laboral, el exceso de trabajo.
Estamos frente a la presencia de un alerta roja: con tres reuniones más por día que las que se tomaban en la pre pandemia, y pendientes para resolver en casa que terminan ocupando el 70 por ciento del tiempo de los fines de semana, se diluyen las fronteras entre días hábiles y fines de semana, sobre todo en trabajadores híbridos que son los que más aumentaron su carga.
Otro dato alarmante es que se redujeron las horas dedicadas al ocio: el 40% de los encuestados reconoció que acotaron sus salidas culturales, recreativas y deportivas por lo menos en cinco horas por semana en comparación a los tiempos pre pandémicos.
Con 8 de cada 10 trabajadores que perciben no poder alcanzar el work life-balance necesario para garantizar el bienestar personal dentro y fuera de la oficina, se ponen en marcha las iniciativas concretas para mitigar los efectos de la quemazón mental.
Un ejemplo es la campaña publicitaria de Heineken, The Closer, que invita a usar un destapador con tecnología Bluetooth que desconecta los dispositivos al abrir una cerveza. La iniciativa busca favorecer la conexión entre amigos a partir de una herramienta creativa en un mundo en el que ya no existen, como antes, los hitos que fijaban el fin del horario de trabajo y el comienzo del tiempo para dedicarle al ocio o a la familia. El tiempo se diluye y las fronteras se desvanecen.
Los líderes están tomando nota de la situación y, a prueba y error, buscan soluciones que promuevan el bienestar y contribuyan a atravesar este momento de tensión.
Por un lado, muchos favorecen espacios de after office que generan intercambios cara a cara entre colaboradores. Otros buscan actividades recreativas, salidas a entornos naturales y hasta atención psicológica.
De acuerdo a los resultados de la investigación, el burn out enciende las alarmas y las situaciones más preocupantes se perciben entre los trabajadores jóvenes que adoptaron la modalidad híbrida y que en general ocupan puestos jerárquicos.
En definitiva, el impacto negativo sobre la capacidad de disfrute y desconexión impone la necesidad de gestionar los tiempos, stockear energía para cortar con las tareas y renovar el aire.
La autora es CEO de Trendsity, consultora de investigación y tendencias, y presidenta de la Sociedad Argentina de Investigadores de Marketing y Opinión (Saimo)
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