De moda en los últimos tiempos, esta terapia propone descubrir y cortar con los problemas no resueltos de nuestros antepasados, que pueden transmitirse de generación en generación
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Si un zulú estuviera esperando la llegada de un tío tercero, el malhumorado, probablemente diría: “Ya está quemando el cuerno otra vez”, un dicho que se refiere al olor acre de un cuerno de ganado que se quema en el fuego comunal. Para el tío segundo, el que se queja de los males que lo agobian, podría esgrimir un “tienes que afrontar tus responsabilidades con firmeza, pues ningún elefante jamás ha hallado demasiado pesada su propia trompa”.
El 16 de diciembre de 1925, una familia católica de Baden, en Alemania, recibía a Anton Hellinger. Apenas con 10 años se transformó en pupilo de una escuela de la orden de los jesuitas. Según contó ya siendo adulto, fue la profunda fe de su familia y del sitio que lo acogió desde muy pequeño, lo que logró abstraerlos de la locura nazi de su infancia. Aquella entidad lo ordenó sacerdote y lo envió a misionar a África. Con estudios de filosofía, teología y educación, trabajó durante 16 años como misionero entre los zulúes. Allí, su presencia fue de mutuo aprendizaje. No solo percibió que la cultura oral, sobre todo la destinada a la enseñanza, como la de los proverbios, estaba curiosamente vinculada a pasajes de la Biblia, sino que se dejó imbuir por la particular dinámica de grupos de la comunidad. Llegó a coordinar el trabajo de 150 escuelas en una diócesis local.
Cuando abandonó la práctica religiosa, se transformó en psicoanalista. Adoptó el apócope de su segundo nombre y comenzó a llamarse Bert. Por entonces, ya había experimentado terapias de distintos tipos, incluso disruptivas como análisis transaccional, hipnoterapia ericksoniana y programación neurolingüística. Con la experiencia y la madurez profesional, retomó parte de sus aprendizajes zulúes y con ciertos aspectos de su modo de entender las relaciones. Le había quedado registro de una ceremonia particular que utilizaban para entenderse entre sí. En la tradición zulú, los antepasados son sagrados y curar las heridas ancestrales es una clave para fortalecer los lazos familiares.
Durante todo su tiempo conviviendo con ellos vio muchas veces a los miembros de una familia hablar entre sí con franqueza, sin ser agresivos ni frustrarse, diciéndose con respeto sus sensaciones de una manera asertiva. No era la forma en la que había crecido y tampoco el modo en que observó en terapia que sus pacientes estaban acostumbrados a manejarse.
Entender qué para saber cómo
Con todo ese conocimiento encima, reportó un nuevo método que comenzó a utilizar en su propio consultorio, aunque dedicó el resto de su vida a investigar cómo la construcción de los vínculos familiares influyen en la identidad personal de cada individuo. Así llegó una nueva manera de analizar el presente, a través de los antepasados. Nació de ese modo la constelación familiar (Familien-Stellen, según Bert Hellinger).
Esta alternativa ha ganado miles de adeptos en todo el mundo y se utiliza en muchos ámbitos diferentes: psicoterapia, consultoría organizacional y de gestión, educación, medicina, justicia, asesoramiento de vida y educación y asistencia vital en el sentido más amplio. El Instituto Hellinger de Alemania, del que estuvo a cargo hasta su muerte, ocurrida en 2019, está hoy en manos de su segunda esposa, Sophie Hellinger. Allí definen esta técnica como “un entrenamiento para la vida”. Ella fundó Hellinger Schule, una entidad dedicada a capacitar y certificar a profesionales de todo el mundo.
“Las constelaciones familiares son un enfoque corporal que explora las dinámicas ocultas y los patrones dentro de un sistema familiar para lograr resolución –explica Silvia Reit, coaching de vida y especialista en psicoterapia de trauma–. Nuestras experiencias y desafíos actuales pueden verse influenciados por problemas no resueltos de nuestros antepasados, los que se transmiten de generación en generación”.
Patricio Ramos es facilitador en constelaciones familiares, certificado en el Centro Integral de la materia ATHY, autor de uno de los pocos libros que expone un recorrido completo sobre esta terapia. Pone especial acento en el concepto de sistema: “Así como cada astro ocupa su lugar en el sistema estelar y cada órgano de nuestro cuerpo físico tiene el suyo en su sistema, lo mismo ocurre en nuestro sistema familiar. Cada uno de nosotros se apropia de un lugar en los distintos sistemas a los que pertenecemos. Lo que hagamos o no indefectiblemente va a afectar a todo el grupo”.
Discípula de Sophie Hellinger, Marina Toledo, fundadora del Instituto Hellinger en Canadá, sugiere que esta práctica es “un proceso muy poderoso centrado en la solución que revela enredos inconscientes que tenemos con nuestra familia de origen y que nos están afectando hoy. Una vez que estas dinámicas ocultas llegan a nuestra conciencia, se modifican, sentimos una sensación de liberación de los problemas que nos estaban frenando antes”.
Muchas veces, pese a realizar un intenso trabajo con distintos abordajes terapéuticos, no se logra desentrañar el origen de esas dificultades. Algo que suele resultar frustrante porque parece que se ha probado todo y nada cambia. “No todo va a aparecer en las constelaciones familiares –indica Ramos–, soy ferviente impulsor del trabajo interdisciplinario. Pero sí puede ser una herramienta complementaria al proceso personal de cada individuo, que nos permite acceder a información de nuestro sistema familiar. Las constelaciones familiares intentan volver visible lo invisible”.
Una de las características principales de las constelaciones familiares es su universalidad. Son aplicables a cualquier persona, del mundo.
¿Algún antepasado participó en una guerra, emigró o sufrió una injusticia? ¿Alguien fue excluido de la familia, tratado como la “oveja negra”? ¿Alguna persona murió joven o durante el parto? ¿Alguien perdió una herencia? Estos son algunos posibles traumas no resueltos que pueden ser heredados de los padres y antepasados. De niños, por amor y lealtad a quienes antecedieron, es posible que se asuman inconscientemente. El trabajo sistémico, según ha explicado Bert Hellinger en el desarrollo de su propia terapia, se ocupa de historias y acontecimientos familiares que apenas son percibidos por la personalidad: hechos y semisecretos que de alguna manera todavía influyen en la calidad de vida y en las elecciones del alma.
Lo que sí y lo que no
Una constelación es una manera de conectarse con el alma familiar, una conciencia que incluye a todos los seres vivos, muertos y no nacidos en el sistema de parentesco. “Esta metodología es poderosa y efectiva –aporta Reit– porque no se realiza con la mente, sino que funciona a un nivel mucho más profundo. Ayuda a crear una nueva imagen a nivel del alma. De algún modo se intenta dejarle a los antepasados lo que les pertenece, abriendo espacio en nuestra vida”.
María Rita C. (44) perdió a su papá siendo una niña. Atravesó una adolescencia difícil y durante 20 años tuvo 6 parejas diferentes que terminaron todas en engaño. Con el reloj biológico a pleno y la desazón de entrar en la madurez sin ganas de empezar una nueva pareja llegó a constelar por recomendación de su psicóloga. “Fue una experiencia larga y bastante cuesta arriba. Hubo mucho que investigar y descubrí una infidelidad paterna que estuvo oculta toda mi vida. Una condición adormecida que me marcó apenas habiendo tenido una leve noción de los sucesos”, recuerda.
¿Cuándo hacer una constelación familiar? “Cuando no se puede avanzar más con el mismo problema o pregunta y es algo que se ha abordado sucesivamente a través de diferentes disciplinas”, afirma Toledo. Ante la imposibilidad de progresar, es importante descubrir de dónde proviene ese problema. “Como ninguna otra terapia aborda el abanico familiar en el mismo sentido que las constelaciones, puede ser que aquí pueda integrarse todo lo que los antepasados nos han marcado”, sigue Toledo.
El proceso de constelación familiar puede abrir los ojos ante preguntas sobre relaciones, educación, enfermedad, sentimientos o pensamientos inexplicables, adicciones, conflictos, depresión, disturbios persistentes y problemas relacionados con el trabajo, entre otros. Complementa y puede potenciar el trabajo individual que cada persona esté realizando en otras disciplinas.
¿Qué cambia cuando se constela? “Nuestra mirada –dice Ramos–. Entonces, todo cambia. Una de las grandes cualidades es el hecho de sortear la mente, acallarla por unos instantes y adentrarnos en un nuevo escenario, donde las imágenes y los movimientos que se van sucediendo mientras se despliegan las constelaciones permiten abrir nuestros corazones y poco a poco ir reconociendo lo esencial”.
El proceso
Gervasio G. (52) siempre se sintió insatisfecho. Emprendedor exitoso, con un negocio próspero y una economía acomodada, es padre de una familia numerosa y tiene una pareja que lleva casi 30 años. “Pero no lograba ver todo eso que sí tenía –explica–, solo aspiraba a un poco más, buscando algo, pero no sabía bien qué”. Muchos años de terapia tratando de dilucidar qué era ese hueco, hasta que una charla de ocasión con un desconocido en un viaje en avión le abrió la idea de constelar. “Hablé mucho con mi mamá y mis dos tías –recuerda–. Fue una de ellas la que me confirmó que fui el cuarto embarazo de mi madre. Mis otros tres hermanos no llegaron a cumplir un día de vida. No solo fue revelador para mí, sino que fue una reconstrucción interesante conversarlo con mi madre que, a pesar de ser un cascabel aún hoy, siempre tuvo un lado de mucha tristeza que yo no lograba entender. Ahora está ella en plan de constelar”.
Cuando se trabaja en una constelación, quien desea hacer la terapia, enunciará brevemente el problema en el que quiere trabajar, sin entrar en su historia sobre por qué o cómo sucedió. “Se le pedirá que elija representantes de miembros de la familia o aspectos del problema y los coloque espacialmente en relación entre sí según lo que le parezca correcto”, completa Toledo. Recrear ese esquema de familia puede realizarse de dos formas: de modo grupal o individual.
En el primer caso, lo habitual son uno o dos encuentros al mes, donde el conjunto de personas desconocidas se reúne y cada uno puede hacer su propia constelación. Un facilitador selecciona a alguien del grupo para que represente a cierto miembro importante de la familia y todos trabajan juntos interpretando personajes y representando dinámicas familiares conocidas. “Aunque los grupos están formados por completos desconocidos, los participantes pueden representar los roles de una manera realista”, indica Reit.
Para las sesiones individuales, se suelen establecer huellas de pies, marcas o siluetas alrededor de quien inicia la terapia para crear la constelación. Cada par de señales representa un miembro de la familia, una emoción o una situación difícil. “Todas esas señales en el suelo representan una visualización del subconsciente de quien constela y, una vez que estén en su posición, puede empezar a pensar en cómo se conecta con las diferentes partes de la historia”.
Durante el desarrollo de la terapia –afirma Silvie Hellinger– comenzarán a experimentar sentimientos, sensaciones o impulsos que provienen del esquema familiar de quien se encuentra constelando. De ese modo son vehículos para dejar fluir con lo que emerge”.
Esto es muy útil para iluminar dinámicas ocultas con las se está enredado y avanzar.
Silvie Hellinger agrega: “A menudo hay una gran diferencia en lo que una persona expresa como su problema y lo que en verdad lo es. Normalmente la raíz está en otro lugar del que suponemos. Sin embargo, la solución también está dentro del problema”.
En el medio trabaja el facilitador, una figura clave para ayudar a conducir el relato y para generar las preguntas precisas. Al cerrar, el constelante repite algunos mantras curativos.
¿Qué se puede esperar? Los especialistas coinciden: hay que dejarse llevar por los sucesos, estar abierto a nuevas miradas, a dejar pasar la experiencia y olvidarse de tener razón o de reconfirmar lo que ya se sabe. Para Toledo “puede ser una herramienta poderosa para el crecimiento personal, la resolución de conflictos y la búsqueda de nuevas perspectivas”. Un mundo nuevo para viejos dilemas.
Respuestas a las dudas habituales
¿Cuánto tiempo se tarda en hacer un encuentro para constelar en grupo?
Entre media hora y una hora y media.
¿Con qué frecuencia se hacen los encuentros?
El proceso requiere tiempo. Hay que dejar decantar la información que aparece. Sería ideal tomarse un mes entre los diferentes encuentros al comenzar, aunque mientras tanto es posible sumarse como observador o representante en las constelaciones de otros compañeros del grupo.
¿Y cuando no se sabe mucho de la familia?
No importa, porque toda la información que se necesita está dentro de quien desea constelar. La información necesaria surgirá en el proceso.
¿Es peligroso constelar?
No, si el facilitador está bien formado y sabe lo que hace. Si no es así, una constelación puede tener un efecto erróneo, pero no peligroso.
Empezar a trabajar solo
Aunque no es sencillo, para husmear en esta disciplina es posible comenzar a analizar un tema familiar. ¿Cómo? Marine Sélénée, facilitadora de constelaciones familiares en Nueva York y autora de Destinos conectados, destinos separados, propone:
- Iniciar el camino con el árbol genealógico. Ayudará a ver los patrones que influyen hoy y a entender que no comenzaron ahora.
- Ramas incompletas. Se pueden colocar huellas donde haya ausencias. En esos huecos se podría decir: “No sé qué sucedió porque no conozco su historia. Pero lo que sé ahora es que he estado sufriendo por eso y quiero reconocerlo”.
- Sumar información. Fechas de nacimiento y muerte, eventos importantes (graduaciones, matrimonio, abuso, cambios de carrera).
- Buscar patrones o repeticiones. Fechas compartidas, ciertos trastornos, eventos traumáticos en edades similares o parientes que fueron excluidos de la familia por las mismas razones. Puede dar pistas sobre la energía de la familia.
- Encerrar en un círculo. El evento más traumático o el que más lo impacte al verlo. En otro abarcar el hecho que ofrezca más fuerza.
- Dejar pasar los pensamientos. Observar el árbol genealógico con amor. Agradecer a cada miembro, uno por uno, por ser parte del propio sistema familiar.
- Responder con los ojos cerrados. ¿Cuál es la primera imagen que surge al pensar en el propio árbol genealógico? ¿Qué adjetivo describe a la familia?