Baby-Led Weaning: las ventajas y los riesgos de la nueva tendencia en la que el bebé elige y controla lo que come
La alimentación complementaria abre un mundo nuevo en casa, que demanda tiempo, organización y paciencia; en este capítulo, la pediatra Melisa Jurozdicki nos ayuda a explorar una actividad sensorial desde el inicio y a atenuar los miedos más comunes
El mundo de la alimentación complementaria, que suele ocurrir a los seis meses de un bebé, abre un mundo nuevo, una etapa de juego y de exploración tan amplio que algunas familias celebran con entusiasmo y otras miran con escepticismo y cierto desconcierto.
En ambos casos, es importante tener presente que si bien se trata de un momento único en la vida de los más chiquitos, porque va asociado a su crecimiento y desarrollo, hoy existen distintas maneras, no excluyentes, de abordarlo. “No hay una sola forma de hacer las cosas, hay un montón. Todos tenemos nuestra impronta, incluso nuestra cultura, que se refleja en lo que comemos”, asegura la pediatra Melisa Jurozdicki (@pediatra.mel), especializada en nutrición infantil y selectividad alimentaria, en el sexto capítulo de “Primerizos, ¿y ahora qué?”, el ciclo interactivo y audiovisual de LA NACION + Huggies, Nutrilon y Swiss Medical.
En los últimos años métodos como el Baby-Led Weaning (BLW) o premisas que interpretan a la alimentación como una actividad sensorial empezaron a ganar terreno en detrimento de otras prácticas, como el consumo de ultraprocesados, dentro del menú diario. “Es muy difícil cambiar el paradigma, pero hay que intentar volver a lo natural, a lo nutritivo, a lo que sí los va a hacer crecer bien y les va a hacer mejor. También es una oportunidad para incorporar estos alimentos a la mesa familiar. Es un trabajo que todos tenemos que hacer, aunque sea un poco”, plantea la especialista, al tiempo que remarca que está comprobado que los buenos hábitos, que se adquieren a edades tempranas, pueden sostenerse por el resto de la vida.
-Nos vas a ayudar a entender qué implica la alimentación complementaria, a experimentar, a ver qué pasa. Este es un mundo muy importante en la vida de un bebé, de una familia...
-Cada vez se sabe más que mientras más tempranamente los bebés adquieran buenos hábitos después podrán sostenerlos por el resto de la vida. Eso también trae un poco de presión. Hoy por hoy hay tanta información... Es importante también que las familias puedan relajarse, disfrutar y tener mucha paciencia.
-El pediatra nos da la señal, la luz verde que indica que el bebé ya puede empezar a comer. ¿Cómo arrancamos? ¿A qué edad suele ocurrir este proceso?
-Tener buena información, que sea lo más actualizada posible, eso siempre nos ayuda un montón a tener seguridad en ese momento y luego paciencia. Saber que va a ser importante que explore, que le ofrezcamos los alimentos, y no frustrarnos cuando los bebés no se llevan la comida a la boca. No todos arrancan de la misma forma, pero igual están pasando un montón de cosas. Empezamos aproximadamente a los seis meses y, al principio, es tocar, conocer un mundo nuevo. Cuanto más variado y completo sea, mejor. Siempre es bueno recordar que la leche que ellos tomen, ya sea materna o de fórmula, sigue siendo el alimento más importante, por eso la alimentación es complementaria, no la reemplaza enseguida.
-¿Por qué la comida es una actividad sensorial?
-Pensamos que comemos con la boca y nada más y, en realidad, hay un montón de sentidos implicados a tener en cuenta. Inclusive, antes de los sentidos, el bebé tiene que estar lo más cómodo posible. Luego, es fundamental que vea los alimentos, que los toque. Esto les da mucha información acerca de los alimentos, que además son tan distintos unos de otros. Nada tiene que ver un tomate con una manzana o un pedazo de carne. También es importante que los mastiquen, que escuchen el sonidito que hacen cuando los agarran, que los huelan, entonces es toda una actividad sensorial. Y acá un tip clave para arrancar: que no estén con un montón de sueño o un montón de hambre en ese momento. Que estén como si fuesen a jugar, tranquilos, conectados con lo que están haciendo.
-En los últimos años se habla mucho del método Baby-Led Weaning (BLW), que se adoptó bastante acá en la Argentina. ¿Qué es? ¿Cuáles son sus principales ideas?
-Bueno, lo que se está viendo a nivel mundial es que las cifras de sobrepeso, obesidad y todas las enfermedades crónicas no transmisibles, como diabetes tipo 2, o enfermedades cardiovasculares, están en aumento y cada vez a edades más tempranas. Entonces algo hay que hacer y se empezó a prestar atención a tres cosas que les van a servir para la alimentación complementaria:
- La calidad: implica volver un poco a las bases, a presentar los alimentos lo más naturales posibles, más frutas y verduras, y dejar de lado tantos ultraprocesados o paquetes de supermercado. Esto último antes era muy común y ahora lo estamos intentando evitar.
- La cantidad: antes nos decían a los pediatras: “para esta edad, este tamaño plato, si tiene ocho meses; este, si tiene diez”. Y se olvidaban de que la alimentación perceptiva es muy importante y la cantidad algo subjetivo. Hay días que van a comer más, otros días menos. Por eso no hay que forzarlos a comer y tampoco ponernos mal. Lo mejor es promover una alimentación perceptiva desde el inicio. ¿Cómo se hace? Es fácil: teniendo un lindo ambiente en casa, presentando la comida y que el bebé explore, darle un rol activo, que elija.
- La seguridad: implica evitar aquellos alimentos que puedan transmitir enfermedades y cuidar la forma de presentación. A mí no me gusta mucho hablar de métodos, pero sí que tengamos herramientas y vayamos viendo como familia. Cada una es distinta: algunas arrancan y ofrecen trozos desde el día uno, otras quieren esperar un poco y arrancan con papilla y no está ni bien ni mal. Se pueden las dos formas sin problema.
-Se dicen varias cosas con respecto a BLW. Una de las que más se repite es que este tipo de alimentación ayuda a que los bebés sean menos selectivos con la comida. ¿Es así?
-Sí, totalmente. Lo que sucede en los primeros meses condiciona un montón a largo plazo. Si le ofrecemos variedad, distintos colores, texturas, los bebés entran en confianza más pronto. Antes había una listita súper acotada: manzana, banana, papa, zapallo y pollito, y estaban así muchos meses. Hay tanta variedad en la naturaleza, que cuanto más le ofrezcamos de entrada, mejor. También es una buena oportunidad para incorporarlos a la mesa familiar.
-Cuando empiezan a comer, el mayor miedo que tenemos los papás es que se atraganten. ¿Cómo evitamos esto?
-Por un lado, saber que podemos mezclar alimentos con distintas consistencias, pero, al principio, hay que evitar las cosas duras y redondas. Por el otro, los bebés deben comer tranquilos, sin sueño, y cuando empiezan a caminar, sin correr. Si bien hay que ofrecer los alimentos adecuadamente, cada vez se está comprobando más que, a largo plazo, van aprendiendo a gestionar las texturas. Es muy distinto comer en una cucharita un poco de puré, que otro tipo de alimento. Todo el movimiento oral es diferente, la deglución, la masticación y la coordinación. De todas formas, la arcada va a ocurrir. Esa arcada que nos frena el corazón es parte de la alimentación y del proceso de aprendizaje.
-¿Con qué tipo de alimentos es aconsejable comenzar a probar?
-Cada familia puede elegir. Lo más importante, como les decía, es evitar los paquetes, los ultraprocesados, y después grupos de alimentos hay un montón. Uno de los más importantes es el de las frutas y las verduras, con una salvedad con la espinaca y la acelga. Si en una preparación, tenemos alguna de las dos, que sólo sea el 20% del plato, o sea poquito, porque puede producir un tipo de anemia si damos demasiada cantidad. El resto, todo lo que sea de estación y nos guste comer en familia, lo puede comer nuestro bebé. Se recomienda que el 50% de lo que come cualquier ser humano sea a base de frutas y verduras.
-¿Y con cuáles podemos seguir?
-Tenemos el grupo de los cereales, que no son los de cajita ni las galletitas, sino los cereales reales. Mientras más integral, mejor. Dentro de los más conocidos está el trigo, pero tenemos un montón: la avena, el centeno, el arroz, el mijo, la quinoa. Es abrir un mundo nuevo al que tal vez no estamos muy acostumbrados. Luego, tenemos el grupo de las legumbres, que lamentablemente se consumen poco y son económicas. Tienen proteínas, hierro, fibras. Hay que aprender a incorporarlas, como el garbanzo, los porotos y las arvejas. Hay un montón de recetas para explorar. Después está el grupo de las carnes, que también pueden comer desde que inician, siempre blanditas y bien cocidas (la carne picada evitarla hasta los cinco años, porque jamás sabemos cómo está realmente la cocción). Pueden comer pescado, pollo, o cerdo. Lo que elijan. Otro grupo importante es el de los frutos secos, las semillas y el aceite. Son todas grasas buenas para el cerebro. Hasta los cinco años en forma de pasta, por ejemplo pasta de maní, porque son duros.
-¿Qué lugar ocupan las papillas en todo este proceso? ¿Hasta cuándo son aconsejables?
-Las familias pueden arrancar con papillas sin ningún problema. La única salvedad es que está bueno que estén pisadas. Por ejemplo, si les damos banana, es mejor pisarla con un tenedor que pasarla por la procesadora, porque la textura le da más información al bebé. La boca es una zona de gran exploración. Recibe información y la va guardando. Alrededor de los nueve o diez meses, los bebés tienen un hito, que es que empiezan a hacer la pinza superior, es decir, agarran con los dedos pedazos chiquitos. Ya pueden agarrar pedacitos, si es que no arrancaron con un trozo grande al principio. Ahí es recomendable la transición de las papillas a alimentos blanditos. Esto los va a ayudar a desarrollar correctamente la deglución, la coordinación y la masticación.
-Pienso en voz alta mientras escucho todas las alternativas. ¿Los bebés o niños chiquitos pueden comer de todo o existen restricciones?
-Es importante saber que hay algunos alimentos que pueden aumentar el riesgo de enfermedades de transmisión, justamente por las características de esos mismos alimentos. La miel no se recomienda hasta los dos años porque puede producir algo que se conoce como botulismo del lactante. Luego, las carnes crudas. En la Argentina tenemos una prevalencia muy alta, del 80%, del Síndrome Urémico Hemolítico. Entonces las carnes tienen que estar bien cocidas y debemos evitar la picada hasta los cinco años. Además, hay que fijarse que no haya contaminación cruzada o manipulación. Esto es que si pincho la carne cruda y después la cocida, esto puede aumentar el riesgo. También hay que sanitizar las frutas y las verduras, es decir, ponerlas en agua con unas gotitas de lavandina, para que no transmitan alguna bacteria o virus. Evitar los ultraprocesados. No ofrecer desde edades tempranas el azúcar, al menos no antes de los dos años, porque empieza a gustar mucho, hace como una especie de fiesta en el cerebro, y es muy estimulante. Entonces después volver a la manzana resulta muy aburrido. Mientras más podamos estirar esto e ir a la preparación casera, mejor.
-Cuesta mucho también frenar a algunos adultos, a algunas abuelas, con estos hábitos, ¿no es cierto?
-Es muy difícil cambiar el paradigma, aunque cada vez hay más abuelas y más parientes que se copan y que, al contrario, quieren hacer las cosas distintas. Lo importante es que muchos de estos alimentos [los que tienen alguna restricción o efecto adverso] no sean hábitos de todos los días. La verdad es que no está bueno, pero los que hacemos las compras somos los adultos. Tampoco irnos para el otro lado y sentir culpa por todo, pero intentar volver a lo natural, a lo nutritivo, a lo que sí los va a hacer crecer bien. También es bueno para los papás. Es un trabajo que todos tenemos que hacer un poco…
-Y entender que saber más nos ayuda a tomar mejores decisiones…
-Totalmente. Estar informados, con el criterio y las ganas de cada uno. Acordarse que no hay una forma de hacer las cosas, hay un montón. Todos tenemos nuestra impronta, incluso nuestra cultura, que se refleja en lo que comemos. Básicamente lo que más tenemos que intentar dejar de lado son los ultraprocesados. Todos los consumimos, pero que cada vez sea un poquito menos.