Desconocidos para muchos e ideales para ir y volver en el día, Navacerrada, Patones de Arriba y de Abajo y Nuevo Baztán sumergen entre valles, montañas y recuerdos de otros siglos
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MADRID.- Desde las laberínticas calles de Lavapiés, Letras, Malasaña o Chueca, Madrid parece extenderse sin límites sobre las ondulaciones de las antiguas mesetas de Castilla. Su densa e intricada historia siempre guarda alguna sorpresa, hasta para quienes piensan conocerla a fondo. Pero por muy universal que sea, la capital española no puede hacer olvidar que a una hora de la céntrica Puerta del Sol hay mundos totalmente distintos, otras caras de esa España que se forjó sobre un crisol de civilizaciones y que hunde sus raíces en las profundidades de una de las historias más épicas de Europa. Los Quijotes modernos, que recorren las sierras y las mesetas a bordo de sus Rocinantes metálicos, tienen infinidad de opciones para asombrarse o maravillarse, como lo demuestran estas tres joyitas, seleccionadas entre decenas y decenas, sin demorar más de 60 minutos.
En las sierras
Navacerrada se encuentra a unos 50 kilómetros apenas de la Puerta del Sol. Es un pueblito de montaña, con casas de techo a dos aguas, hechas de piedra y madera. Se levanta en la entrada de un pequeño valle de la Sierra de Guadarrama, a unos 1200 metros de altura. Al igual que la lejana Bariloche, con la que tiene algún aire de familia, es un centro de esquí (aunque de dimensiones modestas y que está en el centro de una puja entre esquiadores y ambientalistas). Las Sierras madrileñas no son los Andes y la sustentabilidad se vigila con mucho más celo en aquellas montañas donde la falta de agua es crónica. Navacerrada es, de hecho, el único lugar donde se puede esquiar en las cercanías de la capital española y dentro de la Comunidad de Madrid, junto al vecino Valdesquí. Sus pistas y sus telesillas se abren paso entre pinos y sobre las laderas del Puerto de Navacerrada, que culmina a más de 1800 metros y permite pasar de la Comunidad de Madrid a Castilla y León. La ruta constituye un destino en sí mismo y es una hermosa alternativa a la autopista para viajar de Madrid a Segovia.
Como muchas veces ocurre en Europa, hay dos Navacerradas. Una está en el valle, al borde de un embalse, mientras la otra, más chica, es la villa montañesa al pie de las pistas de esquí. Una decena de kilómetros las separan, lo suficiente para crear dos mundos bastante distintos, donde cada uno merece la visita por igual. Fuera de la temporada de nieve, ambos pueblos son el punto de partida para caminatas por los vecinos Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y Parque Regional Cuenca Alta del Manzanares. El río que atraviesa Madrid nace a poca distancia, en el Ventisquero de la Condesa, y su fuente es un destino de trekking. La región es una reserva de la Biosfera, por su gran diversidad de paisajes y vida silvestre. Luego de largos paseos, el pueblo tiene varias opciones gastronómicas reparadoras, con combinaciones de cocina madrileña y segoviana y hasta un local de raclette suiza.
Algunos tips.
- Cerca del mojón del nacimiento del río Manzanares se encuentra la Bola del Mundo, un puesto con antenas de telecomunicaciones. Es el punto más alto de la región y desde ese mirador se dice que se puede ver toda la Comunidad de Madrid.
- Se puede ir a Navacerrada en ómnibus. El viaje tarda una hora y cuesta 6 euros. En auto se llega en 40 minutos.
- Para pasar la noche hay distintas opciones, desde las económicas (menos de 100 euros en temporada baja) hasta chalets privados con pileta, cerca del embalse, por más de 250 euros la noche.
- Al igual que Madrid, Navacerrada tiene su rastro, donde se vende todo tipo de antigüedades cada domingo.
- Una vez por mes se hace una concentración de autos clásicos sobre la plaza del pueblo.
Nuevo Baztán, un viaje al siglo XVIII
Esta pequeña localidad se encuentra también a unos 50 kilómetros del centro de la capital española, pero justo en la dirección opuesta a Navacerrada. Está fuera de los grandes ejes, en las mesetas semiáridas al este de Madrid.
Al costado del moderno pueblo se encuentra el núcleo original, un caso único de “urbanismo barroco castizo”. No hay que esperar grandes monumentos ni antiguas capillas o palacios. Todo el interés de ese pueblo reside en su singular historia, ya que surgió a principios del siglo XVIII, entre 1709 y 1713, cuando se lo construyó para alojar a los obreros de un incipiente polo industrial encomendado por Felipe V. La idea era replicar el modelo del colbertismo francés y crear varias fábricas, entre ellas una fundición de vidrio. Nuevo Baztán es entonces un testimonio único de los primeros tiempos industriales que marcarían el siglo siguiente en varios puntos de Europa. Su nombre viene de un valle de los Pirineos, en Navarra, de donde provenía el impulsor de este singular modelo urbanístico: Juan de Goyeneche y Gastón. Se lo podría comparar con Pueblo Liebig, en Entre Ríos, salvando dos siglos y un océano de distancia. Las casas fueron prolijamente construidas en idéntico estilo y dejan traslucir preocupaciones al mismo tiempo paternalistas e higienistas, conceptos de avanzada por aquellos tiempos.
Nuevo Baztán ha sido meticulosamente restaurado luego de permanecer abandonado durante muchísimo tiempo, ya que la fábrica solo funcionó a lo largo de unas pocas décadas. Un centro interpretativo, frente a la iglesia, recuerda la singular historia de este pueblo modelo, declarado Monumento Histórico-Artístico en 1941.
Algunos tips
- El mayor edificio del núcleo histórico es el Palacio-Iglesia de Goyeneche. La estatua del fundador recibe a los visitantes en el centro interpretativo, del otro lado de la calle.
- Hay varios restaurantes, instalados en las antiguas casas donde se alojaron los obreros y sus familias hace 300 años.
- El único transporte público disponible es el autobús y el trayecto dura un poco más de una hora. El servicio cuesta entre 5 y 13 euros.
Dos por uno
Patones de Arriba y de Abajo es el más alejado de los pueblos de esta pequeña selección, ya que se encuentra a 75 kilómetros de la Puerta del Sol hacia el norte, en dirección a Burgos. Se tarda apenas una hora para ir a conocerlo, o mejor dicho, conocerlos, ya que hay dos Patones. El “de arriba” es el original y empezó a formarse en tiempos de la Reconquista. En España lo consideran como una de las mejores muestras de la llamada “arquitectura negra”, que emplea la pizarra de las montañas locales.
Coincide a la perfección con lo que imaginamos de las aldeas de montaña, con su puente, sus casitas bajas y el discreto campanario de una capilla. Patones de Arriba es una especie de museo al aire libre que invita a viajar en el tiempo, aunque muestre una versión edulcorada de otras épocas, ya que las casas han sido restauradas con mucho esmero y las calles lucen prolijamente embaldosadas con la piedra negra local. No todas las construcciones corrieron la misma suerte, porque en las partes más alejadas del diminuto centro hay algunas –las que estaban sobre el flanco de las montañas en las zonas más empinadas– en estado de abandono y perdieron su techo.
Son el testimonio concreto de que Patones de Arriba empezó a vaciarse de manera irremediable a partir de mediados del siglo pasado. Poco a poco se convirtió en un pueblo fantasma, hasta que fue recuperado como atractivo turístico, al igual que pasó en muchas otras aldeas de Europa.
Los patoneros bajaron al valle y construyeron Patones de Abajo, a dos kilómetros de distancia. Se tarda cinco minutos en auto, o media hora caminando, para ir de uno al otro. Es nada y mucho al mismo tiempo, porque varios siglos parecen separar ambos pueblitos. La vida cotidiana transcurre ahora abajo, mientras que arriba las antiguas casas de artesanos y de pastores fueron transformadas en restaurantes y bares.
Se dice que, por pequeño que haya sido, Patones tuvo una dinastía de reyes hereditarios hasta mediados del siglo XVIII, cuando se empezaron a nombrar alcaldes en su reemplazo. Este título era quizás una herencia de tiempos medievales, cuando los godos se escondieron en las montañas para no vivir bajo la influencia directa de los moros en tiempos de la dominación musulmana de la región. Un restaurante recuerda esta singular tradición. El Rey de Patones es la mejor mesa del pueblo y su terraza provee una de las mejores vistas sobre el valle del Jarama.
Algunos tips
- Hay que evitar los domingos de buen tiempo, porque la capacidad del pueblo está totalmente superada y es difícil conseguir un lugar para almorzar.
- Además de perderse en las pocas callecitas de Patones de Arriba, se recomienda visitar el ecomuseo de la Pizarra, que cuenta la historia local y pone en valor la Arquitectura Negra.
- Hay varios senderos de caminatas y también sitios de escaladas y espeleología en los alrededores de Patones.
- También algunas curiosidades para visitar a poca distancia de la aldea, como el antiguo cementerio o un pequeño acueducto.
- Se recomienda llegar con un auto de alquiler. La otra opción es combinar bus y taxi.
- Es posible pernoctar en el pueblo, ya que hay tres hoteles rurales en Patones de Arriba.
Otras alternativas
Buitrago de Lozoya. En el norte de la Comunidad Madrileña, conservó sus fortificaciones de la época de las luchas entre moros y cristianos. Entre la iglesia, las murallas y el Castillo de los Mendoza, la visita es un salto en el tiempo de varios siglos. Los fines de semana de verano se organizan espectáculos de época. Además, tiene su propio Museo Picasso, con la colección de Eugenio Arias, quien fue el barbero del genio…
Rascafría. En pleno valle alto del Lozoya, esta pequeña aldea no desmiente su nombre: quiere decir “rocas frías”... Es un pueblito de montaña, rodeado por los bosques del Parque Natural de Peñalara. Ese refugio de vida silvestre protege numerosas especies de aves y colonias de desmán de los Pirineos. El pueblo es el punto de partida de varias caminatas, para ir por ejemplo hasta el histórico Monasterio de El Paular.
Aranjuez. El concierto compuesto por Joaquín Rodrigo evoca los jardines del Palacio Real de la localidad que se encuentra a 50 km al sur de Madrid. Si su nombre es ampliamente conocido, la ciudad en sí no lo es tanto y sorprende con su palacio renacentista, muchos edificios históricos y jardines considerados como los más hermosos de España.