En el sur de Francia, entre campos de lavanda y el aire del Mediterráneo, un recorrido de poco más de 100 kilómetros que une Menton con Saint-Tropez y muestra lo mejor de Niza, Cannes y Mónaco
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SAINT-TROPEZ.- Los postigos de colores contrastan con el mar, mientras el sonido de las chicharras se activa y desactiva de un momento a otro. Por las veredas con rastros de arena, los suvenires de lavandas se intercalan entre vestidos de hilo blanco, inflables para la playa, artesanías y un viento suave con textura a sal.
Sería justo decir que la Costa Azul, al sur de Francia, no sólo es azul, sino una paleta de colores que van del magenta de las santarritas al amarillo de las mimosas. Variedades de tonos que inspiraron a los artistas más famosos de la historia como Monet, Renoir, Picasso, Chagall, o Matisse y atrae a turistas de todo el mundo.
A lo largo de un cordón costero de 115 kilómetros, la Riviera Francesa combina buen clima, playas, pueblos medievales y un toque de lujo. Y aunque es difícil elegir, una selección de ciudades imperdibles en un recorrido por la región.
Menton
Si la vida te da limones, es muy probable que sean de Menton. Así sería el dicho adaptado para esta zona de Francia, conocida como la capital del limón y la Ciudad Jardín. La razón: un clima que favorece el cultivo de limones y flores que solo se consiguen en este extremo del país, justo antes de que el mapa marque la frontera italiana.
El casco antiguo se distingue del paisaje como un conjunto de construcciones apiñadas, de tonos ocres de variada intensidad, donde la basílica de San Miguel de estilo barroco estira su torre por encima del resto.
Después de pasear por las calles apretadas de la ciudad antigua, otros sitios para visitar son: el Jardín María Serena, una hectárea y media de plantas tropicales, palmeras y cycas; el Jardín de los Novelistas, con la imagen de Cervantes, Dickens y Balzac en azulejos amarillos y azules sobre el portón de entrada; La Citronneraie, otro jardín de cítricos, olivos y paisajismo que incluye más de 800 especies de plantas. Y por supuesto, un recomendado a toda hora es el Boulevard Garavan que recorre tres kilómetros de costa. Por último, el top cinco de playas: Fossan, Casino, Borrigo, Sablettes y Rondelli para remojar los pies y tomar una limonada bajo el sol.
Mónaco
La ruta sigue hacia Mónaco, donde un Bugatti estaciona frente a la entrada del casino de Montecarlo. A los pocos minutos, sale del edificio un hombre con lentes oscuros. Es inevitable pensar si habrá ganado o perdido. Quizás ni a él le importe. Pisa el acelerador y se aleja disparado, mientras los turistas que copan la entrada al casino graban videos, como si se alejara el protagonista de una serie de acción.
En el principado de Mónaco, el poder adquisitivo sale de paseo cada día, y es parte del paisaje. Autos exclusivos, moda, tacos aguja y peinados que se mantienen estoicos ante el viento de la costanera. Con dos km2 es el segundo estado más pequeño del mundo, después del Vaticano y tiene una población tan variada que entre sus 37.300 habitantes reúnen 140 nacionalidades.
Montecarlo, la Villa de Mónaco, Fontvieille, La Condamine, el Jardín Exótico y Le Larvotto son distritos de Mónaco y en cada uno hay algo para ver. La Villa es la zona de la antigua fortaleza, y ahí está el Palacio de los Grimaldi, la dinastía monaguesca. En la plaza, todos los días a las 11.55 hacen el cambio de la guardia, muy cerca de la misma catedral donde se casaron Grace Kelly y el príncipe Rainiero III.
Otros puntos turísticos son el parque paisajístico de Fontvieille, La Rosaleda, un jardín que el Príncipe Rainiero III encargó en memoria de su esposa y el Camino de las Esculturas, con obras de Arman, Blake y Botero, entre otros artistas. También se destacan el puerto de Hércules, las calles de La Condamine y la estatua de Juan Manuel Fangio, a metros del punto de largada del Grand Prix de Mónaco.
En el barrio costero Le Larvotto, se destaca Promenade des Champions, una pasarela con la huella en cemento de campeones como Kempes, Zidane y Maradona.
Niza
Niza es la capital de la Costa Azul y se nota, porque el movimiento de gente y los edificios corresponden más a una ciudad balnearia que a un pueblo de la zona. Desde temprano, en rollers, bicicleta o zapatillas, la gente recorre el Paseo de los Ingleses, la costanera que aparece en las postales de Niza, junto a una fila de edificios de estilo belle époque, como el hotel Le Negresco. Al atardecer, esos mismos siete kilómetros de costa vuelven a ser un paseo concurrido a orillas del mar y bajo las luces urbanas.
¿Qué hacer en Niza? Subir los más de 200 escalones hacia la Colina del Castillo para tener una vista panorámica sobre la Bahía de los Ángeles, los techos anaranjados de la ciudad antigua y el puerto Lympia. Dar una vuelta por la Plaza Massena, con su piso damero donde siete esculturas en lo alto de siete postes representan a los continentes; y seguir por la avenida Jean Médecin, que después de las Galerías Lafayette continúa con una variedad de tiendas de moda y decoración.
Los típicos mercadillos provenzales no faltan en esta ciudad, y el de las Flores de Cours Saleya es el más popular. Los lunes a la mañana abre con antigüedades, y el resto de la semana con flores y productos regionales.
Cannes
Cannes tiene un paseo de la fama, un boulevard limitado por palmeras, caminos con alfombras rojas y playas de arena que parece tamizada. No es Beverly Hills, pero se le parece. Si bien en este rincón de Francia los reflectores se encienden cuando comienza el Festival de Cine de Cannes, el glamour se percibe todo del año. Con solo pasear por el Boulevard de la Croisette, y ver el desfile de Ferraris y Maseratis, hoteles como el Carlton o el Martínez, con una fila de tiendas de objetos inaccesibles para el ser humano promedio.
Cuando no recibe a los famosos de la industria del cine, el Palacio de Festivales y Congresos se llena de turistas que posan en la escalinata roja o intentan encajar sus manos en las huellas que dejaron artistas de todos los tiempos por el Paseo de la Fama. Pero no todo está relacionado al séptimo arte, también hay lugares fuera de los flashes que resuenan con el aire provenzal y un pasado de pueblo pescador.
Le Suquet es la parte antigua y quizás la más auténtica. Los tres lugares de esta zona, para marcar con un círculo en el mapa, son: el Mercado Forville, que abre de 7 a 13 los lunes como un mercado de pulgas y de martes a domingos con venta de productos de temporada, pescado y flores; la calle Meynadier, una peatonal angosta llena de bares y tiendas; y el Museo de las Exploraciones del Mundo, en un castillo medieval, con una vista 360° sobre la ciudad. Una recomendación más es Rue d’Antibes que reconecta a los tiempos modernos con negocios de moda rápida y accesible para todos los bolsillos.
Cañón del Verdon
La Costa Azul no es solo mar, también es montaña, campos de lavandas y paisajes tan inesperados como la garganta o cañón del Verdon. Una vista que sin el sonido de las chicharras y los autos que cada tanto cruzan, desde el mirador de Bauduen se podría confundir con una pintura.
Entre los Alpes y el Mediterráneo, a poco más de 100 kilómetros de Niza o Cannes, Verdon es la garganta más famosa de Europa. Un área protegida declarada Parque Natural Regional en 1997. A lo largo de 33 kilómetros y a una profundidad que llega a los 700 metros, la naturaleza varía entre acantilados, picos como el Mourre de Charrier con 1930 metros de altura, y el color intenso de los lagos Castillon, Esparron, Quinson y Sainte Croix, el más grande de los cuatro.
No tiene horario de apertura y cierre, no se paga entrada, ni hay un acceso definido por barreras o un cartel que diga “Bienvenidos”. Al gran cañón se llega por la vía D952 y sin reducir la marcha. Las rutas para explorar son variadas, se puede escalar, navegar o recorrer sobre ruedas. Por ejemplo, en automóvil hay un circuito de 130 kilómetros que une las localidades de Moustiers y Castellane, que toma cuatro horas.
Saint-Tropez
En el puerto de Saint-Tropez hay una fila de yates amarrados, y en cada uno sucede una escena: una pareja almuerza frutos de mar a la sombra, un empleado lustra con una franela las barandas de la escalera que da ingreso a la embarcación. En otra fila paralela se amontonan mesas de bares, donde los curiosos pagan 20 euros por un trago con vista a las situaciones cotidianas de los yates.
Por afuera de esta costanera, Saint-Tropez es un pueblo donde el silencio queda atrapado entre rejas coloniales, casas de color pastel y calles empedradas. La Citadelle es el mirador de la zona. Ahí en las alturas está el Museo de la Historia Marítima y se tiene una vista a playas privadas y al Cementerio Marin.
Tres lugares recomendados para visitar: al costado de una tienda de Hermès y frente a una fila de yates blancos, el Museo de la Anunciación no se achica, con una colección de pinturas de artistas como Matisse, Cross y Derain; la Maison des Papillons, con más de 20.000 mariposas disecadas; y el mercado de la Place des Lices, los martes y sábados, de 7 a 13, que impregna las calles con una mezcla de aromas entre aceitunas, frutas, quesos y especias.
No se puede pasar por Saint-Tropez sin remojar los pies en las orillas de Pampelonne, la playa que Brigitte Bardot hizo famosa, cuando en los años 50 filmó Y Dios creó a la mujer. Otra arena concurrida es Tahití. Pero si las vacaciones piden relax y rincones de bajo perfil, las playas para buscar son: des Canoubiers, Graniers y Bouillabaisse.
Datos útiles
Cómo llegar. El Aeropuerto de Niza conecta a la Costa Azul con más de 117 destinos en 40 países. Si la idea es viajar por tierra, en Trainline se pueden reservar los pasajes en tren o autobús.
Otras empresas que unen a las ciudades de la costa por autopistas son: Eurolines, OuiBus o FlixBus.
Gastronomía. Crepes con variedad de relleno, salados o dulces, y precios que van de los 5 a los 15 euros. Moules, así llaman a los mejillones que sirven a la crema, al roquefort, con curry. Los precios del plato rondan entre 15 y 20 euros.
Salade niçoise, una ensalada típica de Niza que cuesta 15 euros. Tarta tropézienne, el postre de Saint-Tropez es una especie de bizcochuelo relleno con abundante crema pastelera. En una panadería puede valer 5 euros la tarta individual
Casino. La visita al sector de apuestas del Casino de Montecarlo es exclusiva para mayores de 18 años. Para ingresar es necesario seguir un código de vestimenta. No se aceptan clientes con pantalones cortos o con agujeros, ropa deportiva, zapatillas, sandalias para hombre, ojotas, ropa de playa y musculosas. La entrada a partir de las 14 es de 18 euros. También está la opción de pagar 10 euros para utilizar en el restaurante, el bar o el salón Rose, donde la consumición mínima es de 40 euros por persona.