Tras 5 meses de restauración, vuelve a funcionar el bar que fue punto de encuentro de destacados intelectuales, artistas y políticos; como en su mejor momento, abrirá las 24 horas durante los fines de semana
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“Me ha citado la Luna en Corrientes esquina Callao”, canta Joaquín Sabina en “Resumiendo”. La misma esquina por la que pasaba rodando la Luna en “Balada para un loco”, y que en 1995 bautizaron “esquina Horacio Ferrer” en honor al gran poeta del tango, autor de su letra. Esta esquina, epicentro de la bohemia porteña cuando existía la bohemia porteña, está de fiesta: la casi centenaria confitería La Ópera reabre hoy sus puertas tras un proceso de restauración que recuperó su espíritu y su decoración originales, pero con un giro de tuerca que la vuelve apta para un consumidor más gourmet.
Fundada en 1928, cuando Corrientes era angosta y la estación Callao del subte B aún estaba en construcción, La Ópera fue en todos estos años punto de encuentro de figuras del espectáculo como Alberto Olmedo o Jorge Porcel, de la política, como Frondizi o De La Rúa, de la literatura, como David Viñas, y personalidades del tango, como Enrique Santos Discépolo o el citado Ferrer. Se cuenta incluso que en unas de sus mesas habría tomado su primer té en Buenos Aires Eva Perón.
“La Ópera nació como una de esas confiterías bien tradicionales de Buenos Aires, con las cortinitas en las ventanas, y el roble por todos lados, donde las damas tomaban el típico té con masas y los caballeros venían por su vermut”, cuenta Nicolás Marques, tercera generación de la familia de asturianos que desde comienzos de la década del 70 se encuentra detrás La Ópera.
“José García, tío de mi padre y padre de Gabriel García, que es mi socio, fue quien se hizo cargo de La Ópera en 1970. Antes había sido de otra familia española de la que no tenemos mucha información. En La Ópera trabajaba toda la familia: uno era la cabeza, que se ponía a cargo la administración del negocio, pero los mozos y el personal de la cocina eran de la familiar, se iban rotando en el salón, en la cocina, en la limpieza... Mi papá fue durante muchos años mozo acá”, recuerda Nicolás, que junto a Gabriel también dirigen desde su restauración La Giralda.
De hecho, en unas semanas abrirán a un costado de La Ópera, sobre Callao, una pequeña ventana/barra en la que funcionará un take away de La Giralda, en donde se podrán comprar para llevar los clásicos churros con chocolate, además de medialunas, café y sandwiches de miga.
Renovar un clásico
La puesta en valor de esta clásica confitería porteña -que uno podría preguntarse por qué no forma parte de la lista de bares notables porteños- corrió por cuenta del estudio Pereiro-Cerroti & Asociados, el mismo que llevó adelante la restauración de otros cafés y restaurantes emblemáticos de la ciudad, como La Giralda, La Ideal, el Petit Colon, el Club Español y el Museo del Jamón. En los cinco meses que permaneció cerrada se diseñaron la nueva barra, los boxes y el resto del mobiliario del salón, todos fabricados en un roble similar al que conformaba el antiguo moldurado perimetral del local.
En sus ventanas, escrito en dorado, se lee “La esquina de Buenos Aires” y “E. 1928″; aparecen también los nombres de los dos barrios en cuyo límite se encuentra La Ópera (San Nicolás y Balvanera), junto con la figura de un águila. “El águila siempre fue uno de los símbolos de la confitería, pero no sabemos cuál es su significado”, admite Nicolás.
El fondo de bar, hoy con sus estantes iluminados y sus espejos rememora a los originales de sus primeras épocas. “Una mención especial merecen las hermosas molduras originales, que luego de una compleja restauración y colgadas sobre la medianera, nos recuerdan que en el brillo de esos bronces, está la secreta esperanza del resurgir definitivo de nuestra amada calle Corrientes”, comentó el arquitecto Gustavo Cerrotti.
En sus 350 metros cuadrados, La Ópera tiene espacio para 150 comensales, a los que se sumarán los asientos que ofrecerán las mesitas dispuestas sobre la vereda de Corrientes. Abrirá durante los días de semana de 7 de la mañana a 1 de la madrugada, pero de viernes a domingo permanecerá abierta las 24 horas, como en los mejores años de la calle Corrientes.
Nueva propuesta gastronómica
La Ópera nació como confitería, pero con el paso de los años y de las costumbres de sus visitantes su oferta gastronómica fue virando hacia la de un restaurante-bar-pizzería porteño, de esos que abren las 24 horas y se adaptan al desayuno, el almuerzo, la merienda, el aperitivo, la cena y la cerveza con pizza post teatro o cine. Ahora, cuenta Nicolás, “intentamos salir un poco de la minuta, con menos platos, una cocina un poco más acotada y más gourmet”.
A cargo de la cocina se encuentra Susana Verá, experimentada cocinera que ha trabajado en el restaurante del Sofitel Arroyo bajo las órdenes de Olivier Falchi, y también junto a Julio Báez, actual chef del destacado restaurante Julia. En su carta se encuentran platos como el Medallón de lomo con salsa de hongos y papas torneadas ($2400), un Roll de pollo relleno de hongos, espinaca y cebolla glaseada ($1700) o unos Ravioles de ricota con jamón y queso en salsa parissiene ($1300) entre otros.
La pizza a la piedra, incorporada a La Ópera allá a fines de los 80, seguirá conformando la carta, aunque se suman a los clásicos nuevas variedades: La Ópera (boconccino, brie, cherry y albahaca); Crudo, rúcula y parmesano; y De la huerta (vegetales asados, muzzarella y brie).
Obviamente, no faltarán las clásicas medialunas que salen calentitas ($150 cada una) ni el Tostado Mixto La Ópera en pan de pizza ($700). Hay una amplia variedad de propuestas de desayuna, que van desde el Porteño (café con leche, dos medialunas y vasito de jugo a $550) hasta el más millenial Avocado Toast (2 tostadas multicereal con palta, tomate confitado, huevos poche, infusión y copa de jugo a $1000).
La carta también incluye una larga lista de cocktails clásicos (Bellini, Mimosa, Gin Tonic, Americano, Tom Collins...), y es destacable su Happy Hour... que corré todo el día: 2 pintas de cerveza a elección, media tabla de quesos y fiambres, degustación de fainazatta y fainá capresse a $3200.
“El desafío es no perder lo que somos, y lograr un clásico moderno”, concluye Nicolás.
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