Cómo hacer que los sándwiches lleguen a destino en buen estado o alternativas para tentar a los más chicos
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Es casi una regla: lo que comemos estando de vacaciones cerca del mar es siempre diferente a lo que comemos durante el año. Hay platos, sabores y tradiciones que nos hacen sentir en un lugar, que le dan más pertenencia, que le y nos dan identidad veraniega en este caso. Ya sea un paseo por el centro post baño, cuando esta más fresquito y cayó el sol... ¿churros quizás? Pizza en otros casos. ¿Un lomito?
Si está nublado todo pasa más temprano: los churros, las medialunas o alguna torta clásica. Y si estamos de humor para hacer la fila, un helado. Comer en vacaciones es también un programa en sí mismo. Es ir al centro, donde ya no hay “jueguitos” o “fichines”, pero el espíritu es el mismo. Es ir a comprar la merienda, ir a la verdulería, a la carnicería, al puerto o pescadería…
Pero cuando llega el momento de la playa propiamente dicha, hay distintos estilos: heladeritas, paradores, playas con gente, playa sin gente (ahí sí, la heladerita es obligatoria).
De compras
Si vamos a estar parando en una casa, a mí me gusta llevarme mis condimentos, salsas y cositas de mi alacena, que van a hacer más interesantes las comidas playeras.
Cuando llegamos a destino se compra fruta: sandia, melón, duraznos, ciruelas, cerezas… Buenos tomates también y todo lo que pueda ir a la ensalada. Pero un error común es hacer una compra grande el primer día sin planear demasiado. ¿Un consejo personal? El primer día compramos para 3 días, no más.
Es que si estamos en la playa, ¡hay que comer pescado! Una buena opción es un ceviche que da poco trabajo en la cocina, aunque sí requiere muy buen producto, no por caro, sino por fresco. Por eso, si el plan es comprar pescado, primero investigamos un poco: dónde, qué día, a qué hora.
Y si siempre quisiste hacer una paella o un arroz con mariscos, las vacaciones playeras son el momento ideal para empezar. Se puede hacer al fuego o en la cocina, con la ventaja de que los frutos de mar están a la mano y frescos, y es además un programón familiar.
Si hacemos asado, aparte de lo clásico, es bueno aprovechar ese fuego y poner algún corte de carne (roast beef, por ejemplo), algunos pimientos o quemar berenjenas, todos elementos que podemos guardar en frio para hacer sándwiches el día de playa.
Hay dos opciones: llevamos todo separado y se arman ahí, o los llevamos hechos. Si elegimos la segunda opción, no le ponemos lechuga y tomate (el tomate va sin cortar y la lechuga bien seca). Nada de puré de tomate tibio y hojas mustias… Esto aplica también para los sándwiches de milanesa (y de carne, de pollo o de vegetales). En cuanto a los aderezos, compramos los pomos: no frascos, no sobres.
Aparte del de jamón y queso clásico, amo el sándwich de atún (el “sanduiche” natural brasilero) en pan de molde negro, bien condimentado, con zanahoria rallada, cebollita picada, apio y tomate picado, algo de mayonesa. Ese sí lo podemos llevar armado y envuelto, con una capa de lechuga arrepollada cortada finita o pepino entre el pan y el relleno para protegerlo de la humedad.
Todos los sándwiches tiene tres reglas de oro, elegir bien el pan para el relleno, el ratio pan-relleno, y el orden de armado para proteger el pan de la humedad. Y en la playa tiene que ser fácil de comer.
No soy fan de la tarta en la playa, pero sí en la casa, en especial para un almuerzo un día de calor.
Las tortillas de papa playeras no pueden ser jugosas, tienen que ser más firmes. Y ojo con el limón que al sol mancha (eso es algo que aprendí Brasil, donde ningún plato de bar playero se sirve con limón, y es porque el jugo de limón mancha la piel si la exponemos al sol). Así que ojo con las salpicaduras.
En plan playero, amo las croquetas o buñuelos. ¿Por qué? Viajan bien, se comen con la mano y podemos improvisar con lo que hay a mano. Arroz, zanahoria y choclo funcionan bárbaro con los niños correteando pero con hambre. De niña disfrutaba del choclo playero y aun hoy disfruto comerlo así, con manteca y sal. En algunos lugares todavía hay. Funciona también para la heladerita –cortado en rueditas, pero sin manteca–. Ideal para los más chiquitos.
Algo que comí afuera y acá no se ve, pero que podemos hacerlo sin problema, es pedir una porción de rabas para llevar en el parador y hacernos un sándwich de rabas, con mayonesa, limón y algún vegetal, como tomate o pepino. Pan ideal: el de pancho, tierno y fácil de rellenar desde arriba. Si se animan, salsa picante.
Pero cualquiera sea nuestro estilo playero –más familiar con heladerita y frutas; más sofisticado con vino blanco y picada–, en la playa no dejamos nada. Todo lo que llevamos vuelve. Ni una botella, ni un papel.
Para mí la comida playera favorita son las papas fritas, no importa si es el lugar más cool en la playa más exclusiva, si es en el parador clásico o un cono en un food truck. En verano comemos papas fritas, con la mano, con kétchup, con mayo o con vinagre (esa soy yo). Hasta aquel que dijo que no quería, come igual. Y siempre, siempre compartidas.
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